El sentido común en América Latina y otras partes del mundo dice que EE.UU. es un país en decadencia y que el futuro está en América Latina y otros países emergentes. Otra versión de esto mismo es que el capitalismo de mercado estadounidense está perdiendo terreno frente al capitalismo de Estado como el sistema ideal para lograr el crecimiento económico y el desarrollo. La evidencia que apoya estos supuestos incluye las altas tasas de crecimiento de China y los países latinoamericanos exportadores de commodities, en comparación con las bajas tasas de crecimiento y el alto desempleo en EE.UU., sumido hoy en una supuesta Gran Depresión.
Mark Twain, el gran escritor estadounidense que alguna vez envió un telegrama desde Londres diciendo “Los informes de mi muerte son exagerados”, luego de la publicación equivocada de su obituario. En este mismo sentido, las noticias acerca de la decadencia de EE.UU. representan un juicio precipitado e inexacto. Los últimos datos muestran que la creación de empleo está creciendo lentamente; el crédito para pequeñas empresas se recupera; los mercados bursátiles mantienen su tendencia al alza y el dólar se vuelve a fortalecer.
Al mismo tiempo, se espera un crecimiento menor en los países exportadores de materias primas de América Latina, los cuales, además, están pensando seriamente en introducir controles para reducir el flujo de capitales especulativos que buscan beneficiarse de sus tasas de interés al alza.
En el frente político, las elecciones de noviembre les costaron a los demócratas el control de la Cámara de Representantes, abriéndole el camino a una nueva generación de congresistas republicanos, muchos de los cuales pertenecen al Tea-Party. Estos parlamentarios novatos están abocados a reducir el tamaño y alcance del gobierno, así como el nivel insostenible del gasto fiscal. En vez de concentrarse en redistribuir el ingreso y el poder en el país, quieren que el gobierno se concentre en la creación de empleos, lo que implicaría una mayor colaboración con el sector privado, la reforma de las regulaciones e impuestos, así como la reducción de los costosos planes de salud y pensiones del gobierno, que crean incertidumbre y reducen la competitividad global de la economía.
Habiendo ganado el control de sólo una de las cámaras del Congreso, los republicanos no pueden lograr estos objetivos sin algún apoyo de los demócratas. Sin embargo, la Cámara de Representantes controla el gasto. Puede cortar el financiamiento para implementar y sostener algunos de los programas de gobierno a los que se oponen. Al mismo tiempo, el presidente Obama y el Senado, controlado por los demócratas, necesitan apoyo republicano para aprobar las leyes que ellos favorecen.
Teóricamente, el resultado de un gobierno así de dividido podría ser el empate o la negociación. La creciente convicción de ambos partidos es que los excesos de las últimas décadas podrían dañar permanentemente a EE.UU., por lo que cabe esperar una mayor predisposición a la búsqueda de consensos al menos en algunos temas clave.
Adicionalmente, la decisión del presidente Obama de extender las rebajas tributarias de Bush, su participación en una importante reunión de la Cámara de Comercio estadounidense, y el nombramiento de William Daley, un ex secretario de comercio de la administración Clinton con una amplia experiencia en el sector privado, son señales alentadoras de una nueva moderación política.
La nueva realidad política en EE.UU. será una importante contribución para corregir un comportamiento político y económico que se ha tornando cada vez más disfuncional para la prosperidad y la estabilidad del país. Pero los temas que están siendo atacados tienen también relevancia para América Latina. A pesar de la reciente prosperidad generada por el boom de los commodities, hay evidencia de que la región está comenzando a depender nuevamente de las exportaciones de materias primas en desmedro de otros sectores de la economía.
América Latina podría verse repitiendo los ciclos económicos de auge y caída del pasado. La expansión sin control del sector público en la región, la demonización del sector privado, la expansión del crédito fácil, el crecimiento de los pasivos en varios países, son temas que EE.UU. debe enfrentar. Mantenerse informados de los esfuerzos estadounidenses por resolver sus problemas podría ayudar a América Latina a no cometer los mismos errores, y con ello aumentar las posibilidades de sostener los impresionantes avances logrados en años recientes.