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Una administración acorralada
Dom, 12/09/2010 - 11:17

Susan Kaufman

Por qué Grecia nos  tiene que importar
Susan Kaufman

Susan Kaufman es directora del Centro de Política Hemisférica de la Universidad de Miami.


Existen dos verdades que explican por qué la administración Obama no ha podido tener un impacto positivo en América Latina. Según la primera, Estados Unidos contribuye mejor al crecimiento económico latinoamericano mediante su propio crecimiento. La segunda dice que la política de Washington hacia América Latina es un reflejo de la política interna estadounidense.

Si bien la crisis económica no es culpa del presidente Barack Obama, han pasado casi dos años y el crecimiento sigue siendo anémico. Pese a un paquete de estímulo por US$819.000 millones, el desempleo sigue pegado en 9,5%, y la mayoría de los empleos creados o salvados por el paquete corresponden al sector público, que no es el más productivo de la economía.

El sector privado creó apenas 71.000 nuevos empleos en julio, muy por debajo de los 125.000 que se necesitan para compensar el crecimiento demográfico y empezar siquiera a reemplazar los ocho millones de empleos perdidos durante la recesión. Los consumidores, por su parte, están cada vez más pesimistas y han reducido sus gastos.

Las diferencias con recesiones anteriores son la duración y los elevados niveles de deuda pública y privada, lo que ha atemorizado a muchos estadounidenses que hoy se oponen a mantener el nivel de gasto público. Sólo el déficit federal asciende a US$1,4 billón. En vez de focalizarse en la creación de empleos, el presidente Obama ha querido ser un gobernante “transformacional”, siguiendo los pasos de Franklin D. Roosevelt. Ello lo ha llevado, junto con un Congreso de mayoría demócrata, a introducir una serie de reformas que han provocado una importante incertidumbre en el sector privado, especialmente en las pequeñas empresas, donde generalmente se crean los nuevos empleos.

Específicamente las reformas financieras y de la salud, combinadas con una reforma tributaria que incluye la eliminación de rebajas introducidas por la administración de George W. Bush, han complicado seriamente la estimación de costos por parte de los empresarios. Esto los disuade de invertir y contratar nuevos trabajadores.

Para empeorar las cosas, el presidente Obama se ha comprometido a estimular la sindicalización e introducir leyes ambientales que tendrán un impacto negativo en los productores y consumidores de energía basada en el carbono.

Además de crear incertidumbre económica, estas reformas han dañado la popularidad del presidente, debido a la deserción de los votantes independientes que lo apoyaron en 2008. Para compensarlo y evitar un triunfo republicano en las elecciones legislativas de noviembre, ha debido apelar a las bases tradicionales del Partido Demócrata: los sindicatos, los ambientalistas, los negros y los hispanos.

Esta situación ha tenido un impacto negativo en la política de Washington hacia América Latina, impidiéndole a la administración concluir las negociaciones de libre comercio con Colombia y Panamá, debido a la oposición de los sindicatos, cuyo rechazo se basa en el temor a la pérdida de empleos. La oposición sindical al libre comercio complicará aún más el objetivo anunciado de la administración de duplicar las exportaciones en cinco años para estimular el crecimiento.

La creciente dependencia de la administración de su base política demócrata también ha producido polarización en temas como la reforma a las leyes migratorias, lo que claramente afecta a América Latina.

Para movilizar a los votantes hispanos en noviembre, la administración ha decidido demandar legalmente al estado de Arizona por implementar una nueva ley migratoria que usurparía el poder exclusivo del gobierno federal en dicho ámbito. La mayoría de los estadounidenses no está de acuerdo y apoya la ley de Arizona. Esta polarización reduce la posibilidad de aprobar reformas migratorias globales en el corto plazo, algo que muchos latinoamericanos dentro y fuera de los Estados Unidos apoyan.

A América Latina, especialmente a Sudamérica, le está yendo bien económicamente a pesar de la recesión estadounidense. Pero le podría estar yendo aún mejor si Estados Unidos adoptase una política más coherente, amistosa al empleo para volver a crecer.

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