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Adiós a Eugenio Ortega
Mié, 02/10/2013 - 10:05

Rodrigo Márquez

 Rodrigo Márquez
Rodrigo Márquez

Rodrigo Márquez se desempeña actualmente como coordinador del equipo de desarrollo humano del PNUD Chile. Es Sociólogo titulado en la Universidad de Chile y Doctor en Sociología por la Universidad de Leiden, Holanda.

El pasado 27 de septiembre nos dejó Eugenio Ortega. Inesperadamente, a los 73 años, murió quien fuera una de las personas en América Latina que más se han preocupado por la difusión de la perspectiva de desarrollo humano en la región. Ortega fue el primer coordinador del equipo de desarrollo humano del PNUD en Chile, cargo que ocupó desde 1995 hasta 2005, consolidando a los informes como un referente en ese país. Además, creó una red regional a nivel latinoamericano dedicada a la investigación y difusión del desarrollo humano. Siguiendo este esfuerzo, fundó la Revista Latinoamericana sobre Desarrollo Humano, actualmente Revista Humanum.

A través de este espacio, queremos agradecer y celebrar su trabajo que sobrepasó los límites de su querido Chile, para instalarse a nivel latinoamericano. Revista Humanum quiere homenajear a este gran hombre que gustaba de inventar proyectos, discutir ideas y que nos enseñó a no solo a disfrutar del trabajo, sino que también -y especialmente- de la vida.

Soy Rodrigo Márquez, Coordinador del Informe de  Desarrollo Humano en Chile del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Quiero agradecer a la familia de don Eugenio que me haya permitido dirigirme a ustedes en este momento tan triste.

Yo voy a hablarles ahora, a nombre de otra rama de su familia: aquella que forjó en su trabajo cotidiano en el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y específicamente en los Informes chilenos de Desarrollo Humano.

Don Eugenio fue un hombre de Naciones Unidas; su experiencia en los Informes de Desarrollo Humano, que se inicia en 1995, representa una culminación de una carrera que comenzó mucho antes y que se remonta al inicio de la actividad del PNUD en América Latina, cuando le tocó apoyar la gestión del entonces Director Regional, Don Gabriel Valdés.

Como hombre de Naciones Unidas, nos enseñó que “esta casa” como él decía, tiene valores que defender; y que no es neutra respecto de valores como la democracia o el respeto y promoción de los derechos humanos; y que por ello debe ser siempre una casa que sea un espacio de acogida de todas las visiones y de todos los actores y al mismo tiempo tiene el deber de promover sin complejos horizontes normativos respecto del cual orientar nuestros sueños de país. A pesar que en ocasiones eso implique no estar de acuerdo con todos o incluso, involucrarse en una controversia. “Para luchar hemos nacido” nos decía entonces, y nos animaba a ir sin complejos al debate.

En Don Eugenio confluían dos experiencias y vocaciones claves para el éxito de lo que los Informes se proponían: por un lado su formación profesional y su vocación intelectual y por otro lado, su  experiencia como un protagonista directo de la política chilena de las últimas cuatro o más décadas. Eso le permitió ser siempre un puente entre los análisis teóricos y empíricos y los debates y conflictos propios de la arena política en la cual esperábamos incidir con nuestros mensajes. Esa combinación contribuyó de manera central a calibrar dónde estaban los desafíos (esto es dónde estaban “los campos de lucha” del debate público y cuáles eran los mejores argumentos para debatir en ellos.)

Esta combinación explica también que una vez terminada su experiencia como parlamentario y frente al desafío de buscar un nuevo espacio desde donde seguir contribuyendo en la tarea de cambiar la realidad, don Eugenio haya visto valor en usar como arma las ideas; en escribir un libro. Don Eugenio tenía plena conciencia del poder de las ideas; del poder de las conversaciones y de la enorme necesidad de entregar a los actores públicos que cotidianamente toman decisiones, una visión informada y crítica del modo en que las personas que van a ser impactadas por esas decisiones sueñan sus vidas.

Con su liderazgo fuimos construyendo desde 1995 un equipo de trabajo caracterizado entre otras cosas por la mezcla de generaciones, por el rigor intelectual, por la pasión para debatir y por la permanente vocación de incidir en el debate público. Un largo camino que nos hizo vivir las mejores experiencias. Nuestro amigo Norbert Lechner, parte también de esta historia, lo resumió de esta manera:

“Somos un equipo pequeño y nos distribuimos las tareas según las habilidades de cada cual. Acá tienes un factor decisivo en la producción intelectual: la existencia de un grupo bien integrado. Cuando no hay un buen ambiente la creatividad se seca”.

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Efectivamente, el liderazgo de don Eugenio fue clave para construir ese equipo bien integrado y donde la creatividad fluyera; los valores de rigor intelectual y amistad profesional perduran y son los que nos mueven también hoy como equipo. Tenemos el privilegio de amar lo que hacemos y junto con ello sentimos la responsabilidad de intentar que lo que hacemos le sirva al país. Perdonen si exagero en la pasión con la que describo esta experiencia pero esta sólo expresa la enorme pasión que don Eugenio puso en ella. Él nos transmitió con su ejemplo que la pasión es el motor de cualquier empresa exitosa.

Esos mismos valores inculcados para la producción del informe, don Eugenio los traspasaba al momento de la difusión del mismo. Tuve el privilegio de recorrer varias veces Chile acompañando a don Eugenio a difundir nuestro trabajo, a conversar, a debatir, a dialogar a partir de él a innumerables foros, congresos, talleres, reuniones. Un día estábamos presentando el Informe ante el Senado de la República y al otro día hacíamos lo mismo en una junta de vecinos de una zona rural del país. Este ejemplo lo replicamos por años; el equipo entero se volcaba en este empeño con tanto esfuerzo que, años después, un evaluador externo diría de nosotros que como equipo de trabajo mostrábamos un ímpetu más propio de un agrupación religiosa que de un grupo de investigación.

De esa experiencia rescato dos aspectos: un interés profundo por el punto de vista del otro, por querer comprender; lo vi preguntar, repreguntar, tomar notas y escuchar a un sin número de personas de diversos mundos y experiencias para luego integrar lo escuchado en sus reflexiones; segundo la valoración irrestricta del diálogo y la valoración de las conversaciones como camino para construir horizontes de acción comunes; no anulando las diferencias sino construyendo a partir de ellas.

En estos años, muchos temas ocuparon nuestras investigaciones: los temas del desarrollo en las regiones, del centralismo. Las paradojas de la modernización chilena y el anuncio de la existencia de un malestar en las personas con un determinado tipo de sociedad en construcción; la necesidad de valorar el capital social y la ciudadanía, el de la cultura y la necesidad de rediscutir los contenidos básicos de la idea del “nosotros” en tanto chilenos; o el tema del poder tan desigualmente distribuido y generador de una distancia tan grande, casi insalvable, entre las elites y la sociedad. Todos ellos fueron los mensajes con los cuales contribuimos como Informe en esos años de la conversación pública. Hoy vemos como muchos de esos desafíos siguen vigentes, pero ahora resignificados por una sociedad y unos individuos que son radicalmente distintos en sus capacidades y por ello demandan a la sociedad de una manera nueva.

Esta reflexión no era ajena a la preocupación intelectual y política reciente de don Eugenio. De hecho, invitado hace unos pocos meses por nuestro equipo a comentar los primeros borradores del libro que hoy preparamos y luego de, por supuesto, “advertirnos de todo aquello en lo que estábamos equivocados”, don Eugenio nos decía: “deben enfocarse en tres temas que a mi juicio serán claves para el futuro de chile: la  discriminación, la desigualdad y la necesidad de reformar las instituciones políticas para hacer que el poder en Chile se distribuya más equilibradamente”.

Y luego agregaba: “deben perseverar en auscultar cómo los desafíos del país se plasman en las vidas cotidianas de las personas; deben profundizar su capacidad crítica frente a la realidad; deben mostrar a la sociedad chilena que no hay que temerle al conflicto sino verlo como una oportunidad”.

Todo esto tiene hoy una vigencia enorme. Por eso, antes de terminar, quiero  decir que no he pedido la palabra sólo para hablarles de las cosas que hizo don Eugenio con nosotros, sino también para hablarles de las muchas que se seguirán haciendo bajo su inspiración. Claro, porque nuestro mayor homenaje será dar continuidad a este legado que él nos deja.

Porque estamos convencidos que el legado de don Eugenio desde el Informe de Desarrollo Humano de Chile trasciende a nuestro grupo de investigadores, trasciende al PNUD y es ya un activo de la sociedad chilena en su conjunto. Un espejo desde el cual proyectar las conversaciones que el país requiere para imaginar un futuro común.

Amigos y amigas, espero comprendan que me emocione al comprometer nuestro mejor esfuerzo como equipo para seguir contribuyendo a extender este legado de Eugenio Ortega hacia el futuro, buscando siempre honrar su memoria. Tenemos mucho que hacer por delante para continuar su labor de hacer conversar a los chilenos y chilenas.

De hecho, la primera línea del próximo Informe ya está escrita y dice así:

“Dedicado a nuestro amigo Eugenio Ortega Riquelme. Para seguir luchando”.

Querido Don Eugenio; muchas gracias por todo y recuerde:

“Una vez Desarrollo Humano, siempre Desarrollo Humano”.

*Esta columna fue publicada originalmente en la revista Humanum del PNUD.