En un contexto de creciente incertidumbre, la economía mundial mantiene un ritmo de crecimiento moderado y desigual. Las economías avanzadas dejan abiertas dudas sobre la fortaleza de la recuperación, a pesar de estabilizar su crecimiento con tasas considerablemente inferiores a las registradas en el período previo a la crisis financiera. Por su parte, las economías emergentes encuentran restricciones para crecer debido principalmente a la desaceleración de China y el menor nivel de precios en materias primas.
Frente a este escenario, América Latina ha perdido dinamismo económico, dejando nuevamente en evidencia los desafíos estructurales que continúan vigentes para preservar los avances sociales y económicos alcanzados en lo transcurrido en el siglo XXI, así como para lograr niveles superiores de desarrollo con estabilidad, eficiencia, inclusión, equidad y sostenibilidad. Para ello se debe lograr un crecimiento sostenido anual superior al 5%, si se espera alcanzar niveles de ingreso similares a los de los países industrializados en los próximos 25 años. Al mismo tiempo, se deben resolver los problemas de pobreza y desigualdad de una manera sostenible y efectiva.
Con el ánimo de alcanzar estos objetivos, está claro que la región necesita adoptar una visión de largo plazo y resolver los problemas y cuellos de botella estructurales. América Latina debe caminar hacia una transformación productiva que añada valor, innovación y tecnología a sus materias primas. Se requiere revitalizar la integración regional, incrementar la inversión no sólo en sectores productivos directos, sino también en infraestructura, logística y educación de calidad en respuesta a los retos del siglo XXI. Sólo así la región podrá insertarse competitivamente en las cadenas globales de producción y generar un crecimiento inclusivo y sostenible.
Es evidente que nuestros países no cuentan con los recursos necesarios para financiar el desarrollo. Y es aquí donde los bancos regionales de desarrollo juegan un papel crucial. Su cercanía y amplio conocimiento de la región les permite promover agendas integrales de desarrollo, apoyando a los más diversos sectores. Además, su capacidad para adaptarse a los cambios continuos de la economía global facilita que cumplan un rol catalítico y anticíclico fundamental en estos tiempos agitados.
En este sentido, es auspicioso saber que están surgiendo nuevos jugadores en la arquitectura financiera global. En CAF estamos orgullosos de ser parte de este nuevo esquema de gobernanza global y promover el desarrollo sostenible con inclusión de América Latina.
Desde nuestra fundación en 1968, hemos evolucionado y nos hemos transformado para responder con rapidez, solidez y eficacia a los desafíos de cada época. En línea con un mundo cada vez más abierto y globalizado, hemos pasado de cinco países accionistas a 19, sumando también en ese grupo a 14 bancos privados de la región. Expandimos nuestro ámbito de acción a numerosos sectores económicos con más y mejores instrumentos financieros. Hoy somos una de las fuentes de financiamiento más relevantes para toda América Latina y la principal en lo que respecta a desarrollo de infraestructura, incluida la energía.
Esta evolución exitosa es resultado de varios factores. La decisión de mantener la identidad latinoamericana de la Institución ha sido, sin duda, determinante. Hoy día, el 95% del capital está en manos de los países de la región y el aporte y cumplimiento responsable de los socios nos ha permitido mantener una posición sólida para acceder competitivamente a los mercados internacionales de capital.
Asimismo, el análisis agudo y certero de la coyuntura económica y política regional y global ha sido clave para contribuir eficazmente al desarrollo de la región en sus diferentes etapas. Por eso para nosotros han sido y son tan importantes nuestras conferencias anuales que celebramos cada septiembre en Washington DC. Estos encuentros de debate abierto y plural han evolucionado a la par de nuestra institución hasta convertirse, hoy, en uno de los eventos sobre América Latina más relevantes en la capital de los Estados Unidos.
La Conferencia Anual de este año, que realizaremos los días 7 y 8 de septiembre próximos, será doblemente especial porque es la número 20 y porque tiene lugar en un año crucial para la región. Será gratificante analizar y debatir junto a más de mil líderes del hemisferio los desafíos que enfrenta América Latina, así como reflexionar sobre los caminos que pueden contribuir a su desarrollo pleno en los próximos 20 años.