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¿Angela Merkel con México?
Mar, 21/02/2017 - 10:41

Ivonne Melgar

México: ¿Es Josefina más de lo mismo?
Ivonne Melgar

Ivonne Melgar es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM (México). Trabajó en unomásuno y en Reforma. Es reportera y columnista del periódico Excélsior, Grupo Imagen y Cadena Tres Noticias. Ha reporteado las actividades de Los Pinos (casa de gobierno de México) desde 2003. Es autora de la columna de análisis político Retrovisor que se publica todos los sábados en Excélsior.

La obligada reacción de los actores políticos ante el gobierno de Donald Trump incluyó esta semana un hecho sugerente: la reunión del líder del PAN, Ricardo Anaya, con la canciller alemana Angela Merkel, en Berlín, el lunes 13.

Por supuesto que importan y urgen las acciones del gobierno, Congreso y partidos a favor de los mexicanos que radican en Estados Unidos y que ahora afrontan xenofobia, racismo y persecución.

Pero necesitamos adicionalmente comenzar a asumir que el muro de Trump es más que cemento. Que asistimos a una nueva realidad global y que entonces serán insuficientes el no rotundo a pagar la barda y las buenas intenciones de este lado de renegociar el TLCAN.

Eso es lo que no terminamos de digerir: que de concretarse la geopolítica del habitante de la Casa Blanca, con el grito de “América, primero”, estaríamos ante un orden internacional que cancela nuestra condición de aliados históricos del Tío Sam.

Frente a esta circunstancia, el encuentro de Anaya con la poderosa y más importante líder europea marcó el trazo de una ruta inevitable en la diversificación de nuestras futuras relaciones diplomáticas.

La idea del llamado Joven maravilla, como se le conoce al panista desde sus días en la Cámara de Diputados, en la legislatura anterior (2012-2015), puso en evidencia varias cuestiones de índole personal, partidista, regional y, sobre todo, gubernamental. Vayamos por partes.

Es claro que desde la comodidad de la oposición resulta más fácil sugerir propuestas de cómo afrontar a Trump. Pero es claro también que la iniciativa de Ricardo Anaya muestra su talento político y la capacidad de concretar escenas sugerentes, como ésa, la de su encuentro con Angela Merkel, una imagen que se coló a primeras planas y noticiarios de radio y televisión.

A nivel partidista, la reunión da cuenta de los buenos oficios del secretario de Relaciones Internacionales del panismo, Marco Antonio Adame, un político profesional, así como de la relevancia que en esta coyuntura tiene la agenda de la democracia de centro que reivindican el PAN y CDU de Merkel: economía social, apertura económica frente al proteccionismo y los populismos de cualquier signo.

Aglutinados en la Internacional Demócrata de Centro (IDC), ambos partidos ya habían refrendado sus coincidencias en el sexenio del presidente Felipe Calderón, quien construyó una buena relación con la canciller alemana.

Pero la historia del PAN tiene otro antecedente: la prioridad que Carlos Castillo Peraza le dio a la relaciones internacionales con sus afines cuando fue dirigente nacional del partido.

Sabemos que en su estrategia frente a Trump la dirigencia del PAN reactivará el diálogo con líderes del Partido Republicano, líderes sociales, académicos y del sector empresarial en EU y en desacuerdo con el filón antiMéxico de su gobierno.

De manera que intenta recuperar la tradición que inició Castillo Peraza y, en sus primeras acciones, hace evidente la ausencia de las alianzas de México con América Latina.

Y esa evidencia regional obliga a que nos despojemos de lugares comunes tan queridos por la retórica oficial como es el de la fantasmal solidaridad latinoamericana, esa que en ningún segundo se ha manifestado en esta coyuntura de Trump contra México.

No se trata de llorar el silencio de los gobiernos y los políticos de la región con tono de reclamo y queja. Se trata de admitir que esos lazos románticamente descritos en los discursos de las visitas de Estado no se encuentran alimentados en la práctica cotidiana de la diplomacia latinoamericana.

En este valemadrismo que los vecinos del sur han mostrado habría que sopesar  el hueco que dejó la muerte de Hugo Chávez, cuyo entusiasmo por el bloque bolivariano empujó con disciplina la retórica ahora diluida.

De manera que resultó interesante que en el diseño mediático de su oferta frente a Trump, el presidente del PAN no cayera en el sentimentalismo latinoamericano.

Por el contrario, Anaya asumió con pragmatismo la nueva realidad internacional y apuntó hacia la Unión Europea, donde México requiere fortalecer alianzas, evidenciando la falta de iniciativa que ahora padece la cancillería de Luis Videgaray, explicablemente concentrado en sortear las presiones de la Casa Blanca.

Lo que hasta ahora sabemos de la conversación de una hora entre el líder panista y la canciller alemana ha sido relatado por él: ella recordó su vivencia de niña de siete años, cuando el Muro de Berlín dividió en dos a su país. 

Merkel le dijo a Anaya que es una convencida de que los muros no son la solución a los problemas y que en los países expulsores de migrantes deben atenderse las causas.

Es la canciller que se enfrentó a los gobernantes europeos para defender que era un imperativo humanitario acoger a los cientos de miles de refugiados que huyeron de Siria y Túnez. En Alemania se alojó un millón. Necesitamos a Angela de nuestro lado, que nos diga que está con nosotros. Que la foto del panista con Merkel no pase de largo en la Cancillería.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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