Big Data se define como la masividad de datos producidos por interacciones electrónicas a través de teléfonos celulares, transacciones online o redes sociales. Lleva el nombre de “big” por la enorme cantidad de datos que se generan a partir de las interacciones electrónicas entre personas.
Big Data implica un enorme volumen de datos sin estructura, siendo el principal reto precisamente, darles una estructura eficiente para usos múltiples. Por ejemplo, usando geolocalización se puede recoger información detallada de los usuarios frecuentes del metro, de una autopista o de un establecimiento. Se pueden realizar encuestas y recopilar datos económicos a través de aplicaciones móviles gratuitas, incluso integrar diversas fuentes de datos en la nube.
Sin embargo, a pesar de estas ventajas que ofrece Big Data, la ciencia económica ha llegado con notorios rezagos a identificar la relevancia de la minería de datos en la medición de impacto de las políticas públicas o el comportamiento de los agentes de la economía, a causa de aquella premisa convencional de la necesidad de usar data confiable y evadir datos espurios para la elaboración de modelos de predicción y comportamiento.
Alberto Cavallo y Rigoberto Rigobon (del MIT), proponen la posibilidad de construir índices de precios, obteniendo datos en sitios de venta online. Es probable que en un futuro no muy lejano no necesitemos la data oficial de los bancos centrales para saber el comportamiento inflacionario de un país, de una ciudad o de una región, por rubro, por sector económico y hasta por componentes. Eso ofrece enormes ventajas para economistas de países como Venezuela, donde los gobiernos privan de datos económicos oficiales a la sociedad civil, presionándola a construir por sus propios métodos los datos de los que carecen.
Sin embargo, aunque Big Data ofrece ventajas para los economistas en entornos controlados, también significa un riesgo social cuando los gobiernos se hacen del dominio de las fuentes que alimentan esos grandes datos, por ejemplo cuando controlan las plataformas de información, pues pueden perfeccionar los controles y restricciones a partir de los grandes datos, convirtiendo así este avance tecnológico en una espada de doble filo.
Cabe destacar que actualmente la Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas (CEPAL) está promoviendo el uso de Big Data como palanca de desarrollo regional, a través de la promoción de seminarios y eventos informativos, además de un proyecto presentado recientemente por el organismo para enriquecer la toma de decisiones de los países a partir de las ventajas que ofrece Big Data en áreas críticas como salud, empleo, productividad, seguridad y gestión de desastres, entre otros. Desde la perspectiva de CEPAL, Big Data representa una importante posibilidad de innovar en gestión empresarial, prestación de servicios públicos y desarrollo, además de implementación y seguimiento de políticas públicas.
El Banco Mundial también está discutiendo cómo los grandes datos pueden ayudar en la lucha contra la pobreza y en la satisfacción de las necesidades de los más pobres, al monitorear por ejemplo el tipo de búsquedas en Internet que se hacen por tipo de localidad. Sin embargo, para que la data no pierda robustez y confiabilidad es necesario filtrarla con métodos estadísticos convencionales que permitan reducir la estacionalidad, las correlaciones de las perturbaciones, entre otras.
La expansión de la economía digital en las sociedades de Latinoamérica y el Caribe, podría ofrecer diversas ventajas para promover la transparencia, control de la corrupción y medición de impacto de proyectos estratégicos. Como ventaja, se puede resaltar que entre el 2003 y el 2015 se han duplicado los usuarios de internet en la región en casi 60%, existen más de 700 millones de conexiones de telefonía móvil, con más de 320 millones de usuarios únicos y muchos de los países se encuentran entre los que más usan las redes sociales globales.
Big Data y el análisis de la información en tiempo real son las nuevas fuentes de creación de valor, porque permiten la segmentación del mercado para orientar ofertas y productos, así como innovar en modelos de negocio y producción, crear nuevos productos y servicios adecuados a las necesidades de los clientes, a la vez que se incrementa la transparencia y eficiencia en la economía.
La disponibilidad de Big Data y su análisis en tiempo real se están convirtiendo en elementos imprescindibles para la ciencia económica porque son la base de toma de decisiones y asignación eficiente de recursos, así como palancas de productividad en sectores económicos estratégicos. Incluso para cumplir los objetivos mundiales de Desarrollo Sostenible, Big Data es el soporte tecnológico que permitirá dar seguimiento a los progresos de esos objetivos, monitorear la acción de los gobiernos y fomentar el desarrollo sostenible, obteniendo las respuestas de los ciudadanos en tiempo real.
Contar con los grandes datos en tiempo real puede reducir dramáticamente las diferencias entre países desarrollados y los que no lo son, reducir las brechas entre ricos y pobres o entre instituciones públicas y privadas, con lo que se mitigaría también los riesgos de violación de los derechos humanos por parte de los gobiernos, porque la información es poder y si ese poder se distribuye equitativamente entre los ciudadanos del mundo, brinda la oportunidad de reducir los costos de los abusos que sufren los más débiles y desinformados, fortaleciendo así las democracias.
Obviamente la capacidad de desarrollo que puedan tener las economías, con base en las potencialidades de los grandes datos, dependerá del nivel de velocidad, avance y acceso de sus telecomunicaciones, especialmente si existe la posibilidad de distribuir equitativamente en las sociedades el uso de las nuevas tecnologías de información y el uso de dispositivos inteligentes.
Y aunque existan paraísos jurásicos donde se restrinja la información y los gobiernos busquen censurar hasta el uso de las redes sociales, el mundo del futuro está destinado a la libertad, que dejará de ser una entelequia cuando los ciudadanos puedan tomar sus decisiones económicas con base en información accesible y oportuna obtenida en tiempo real. Los economistas ya entendimos que nuestra ciencia debe alinearse con ese ineludible futuro, para poder seguir impulsando eficaz y eficientemente el desarrollo sostenible.