Es muy difícil empezar a escribir sobre la situación de mi país sin escribir la palabra "crisis", una que empezó a manifestarse hace unos meses sin tener la menor noción de que sólo sería el comienzo de algo mucho más grande. Hoy, además de tener que lamentar las cifras diarias de nuevos contagiados y fallecidos, con una sensación de vulnerabilidad y temor de no llegar a ser uno de ellos, los análisis sobre lo que viene –o ya está aquí- en materia económica proyectan una triste sombra sobre todos los actores de la economía global y nacional. Estamos con un nivel alto de incertidumbre en muchos aspectos de nuestra vida, algo que aún no logramos dimensionar. Hoy todo parece indicar que, si la situación se alarga, una más que probable recesión afectará la economía mundial, desde las empresas más grandes hasta las pymes y trabajadores independientes e informales.
Expertos locales estiman que la economía chilena se contraerá al menos en 1% del PIB, con una caída de la inversión en capital fijo de al menos 8%. Habrá que esperar cómo se viene la mano en el próximo Informe de Política Monetaria (IPoM) del Banco Central. Lo que parece estar más o menos claro es que el mercado laboral se tambaleará y mucho. Adicionalmente, según las más recientes estimaciones de Moody’s –una de nuestras empresas socias en la Fundación Chilena del Pacífico que dirijo- las economías que integran el G-20 sufrirán un shock sin precedentes antes de cualquier atisbo de recuperación. Moody’s proyecta una contracción del PIB para los integrantes del G-20 de 0,5% este año, aunque estima también probable una recuperación de 3,2% durante 2021. Hasta antes de la pandemia, esa misma firma proyectaba un crecimiento de 2,6% en promedio para esos países durante 2020.
El panorama es igualmente gris para China, nuestro principal socio comercial. Según Moody’s, el gigante asiático –la primera nación en sufrir los embates del coronavirus- crecerá este año apenas 3,3% y 6,6% durante 2021. Todo esto mientras, en general, los países en desarrollo enfrentan una recuperación más empantanada que la de las economías más desarrolladas. Como sea -nos dice Moody’s en su último Global Macro Outlook 2020-21- "dada la tremenda incertidumbre, hay todo un abanico de resultados posibles". Y pocos descartan que, si la paralización del mundo se alarga por efecto de la pandemia, el mundo entra en una recesión en toda regla.
¿Y qué hacemos?
Como se ve, un panorama, que viene muy poco auspicioso a nivel global y en el caso de Chile, aún más incierto si consideramos que hay que adicionar las variables internas, políticas, sociales y económicas de nuestra propia crisis en curso desde el 18 de octubre pasado. Pero nada de todo lo anterior, sin embargo, significa que nos olvidemos de importantes fortalezas con las que cuenta nuestro país. Porque al virus lo derrotaremos, en algún momento lo haremos, y entonces tendremos que echar mano de cada una de nuestras ventajas competitivas para salir adelante.
Y si de puntos fuertes se trata, este es uno ganador, que vale la pena retener: nuestro país tiene 29 acuerdos comerciales con 65 mercados que representan cerca del 70% de la población mundial y casi el 90% del PIB mundial. Cuando logremos superar la emergencia sanitaria, Chile tiene que lanzarse decididamente a capitalizar estos números como nunca antes. Y hacerlo con una decidida apuesta por la intensificación de nuestras exportaciones y, muy en especial, por la diversificación de la canasta "made in Chile" que repartimos por el planeta. Eso significará, más allá de números y porcentajes, puestos de trabajo.
Antes de la pandemia, el gobierno ya trabajaba acertadamente en una agenda para diversificar exportaciones, incluidos los servicios y los mercados. En parte, como consecuencia de la caída en más de siete puntos porcentuales del comercio nacional durante 2019, pero también –y esto es lo más importante- producto del convencimiento de la fuerza del comercio internacional como motor del desarrollo nacional. "La palabra clave para 2020 es diversificación", dijo pocos meses antes de la crisis sanitaria el subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales (SUBREI). Y lo será mucho más cuando hayamos derrotado al virus –que lo haremos y tendremos que hacer todos nuestros esfuerzos para salir de esta crisis.
En este último sentido, no pudo ser más apropiado que, en plena emergencia por la crisis sanitaria que nos azota, la SUBREI haya impulsado -junto a Australia, Brunéi, Canadá, Myanmar, Nueva Zelandia y Singapur- una iniciativa para asegurar que las cadenas de suministro de artículos de primera necesidad se mantengan abiertas y conectadas.
No tengo duda alguna de que necesitaremos muchas más acciones concertadas de este tipo con nuestros socios comerciales para enfrentar el titánico esfuerzo de recuperar la economía en el mundo post Covid-19. Del mismo modo, creo que los pasos que tendremos que afrontar en materia comercial se van a ver cada vez más beneficiados de las capacidades y conocimiento adquiridos por consejos empresariales como los que se han ido constituyendo durante los últimos años al alero de la Sofofa. Me refiero a instancias binacionales, así como a aquellas formales de representación del sector privado en el Foro de Cooperación del Asia Pacífico (APEC) y la Alianza del Pacífico: el Consejo Asesor Empresarial de APEC, conocido por sus siglas en inglés, ABAC –del que la fundación que dirijo funciona como Secretaría Nacional en Chile- y el Consejo Empresarial de la Alianza del Pacífico.
Trabajo en equipo
Un fuerte sentido de trabajo en equipo creo que también será fuertemente necesario en el plano internacional. Sin una respuesta mancomunada, al estilo de la que se produjo para lidiar con la telúrica crisis financiera de 2008-2009, se hará todo muchísimo más difícil. En ese entonces, el G-20 –en el que participan naciones desarrolladas y en vías de desarrollo- logró consensuar una respuesta colectiva que se tradujo en un paquete de estímulo económico de US$ 2 billones. Para que se hagan una idea de la magnitud del problema actual, ese monto es apenas el que Estados Unidos ha inyectado a su economía para paliar la crisis causada por el Covid-19. Todo apunta a que, a nivel global, no menos de US$ 7 billones se requerirán para energizar la complicada economía mundial una vez que pase lo peor de la emergencia sanitaria.
Ya se han producido algunos pasos interesantes en materia de cooperación internacional para enfrentar la crisis del Covid-19. Entre ellos, por ejemplo, un acuerdo entre China y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), firmado a fines de febrero, para ayudar a las naciones del este asiático golpeadas por el virus, aunque después esos esfuerzos se han extendido a otros países. De la cooperación internacional, en suma, creo firmemente que nos beneficiamos todos.
En efecto, el virus será controlado y ahí estará la red de tratados que ha forjado el país durante décadas; el virus pasará y ahí estarán, por ejemplo, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, India, la Comisión Económica Euroasiática, África y Medio Oriente, entre otros, para expandir la etiqueta "made in Chile". Diversificar, diversificar y diversificar. Cooperar, cooperar y cooperar. Como nunca antes, la Humanidad es un equipo. Si hay algo que no va a funcionar con esta crisis de salud y económica es el individualismo. El Covid-19 nos obliga a trabajar en equipo... ironías de la vida.
Y por último…
Por último y no por eso menos importante, creo que tenemos que apostar firmemente por la economía digital, cuya importancia queda hoy, en medio del drama sanitario, más clara que nunca: el teletrabajo, los servicios a través de plataformas digitales, incluidas las clases virtuales que nuestros niños y jóvenes reciben hoy mientras los centros educacionales están cerrados.
Después del coronavirus no hay otra salida más que avanzar en la digitalización de las pymes y los emprendedores, algo que ya estaba sobre la mesa de varios actores públicos y privados (incluido el Consejo Asesor Empresarial de APEC, ABAC, con el lanzamiento el año pasado del Marketplace MondeB2B), pero que ahora, antes que una ruta deseable, se ha transformado en la única viable.