Donald Trump parece de esos juguetes inflables que cuando se les golpea rebotan y vuelven a quedar de pie. Siempre. Resulta casi increíble que un candidato que ha sido expuesto como un acosador sexual, misógino, que admira al presidente de Rusia, Vladimir Putin -con todo el bagaje histórico que esto acarrea-, que presume ser más listo por evadir el pago de impuestos y que tiene una larga lista de otros odios: musulmanes, discapacitados… siga de pie y en empate técnico en las encuestas electorales.
La proyección publicada ayer por Nate Silver le da 33% de probabilidades de triunfo cuando hace semana y media estaba cerca del 10% de probabilidad de ganar. ¿Qué pasó para que se cerraran las encuestas? ¿Cómo es posible que el tema de los correos electrónicos le afecte tanto a Hillary y la larga lista de acciones y declaraciones deplorables de Trump lo mantengan de pie?
Donald Trump no es ni republicano y nunca ha tenido un puesto público en su vida. Es un outsider completo de la política y ésa es quizá su mayor fortaleza. Cuando menos ésa fue la explicación que dio Peter Thiel, el billonario de Silicone Valley cofundador de Pay Pal que apoya a Trump porque dice que Washington ha fracasado y el país requiere a un externo que haga las cosas de una forma distinta.
El hartazgo de ese electorado que apoya a Trump es enorme. El salario ha permanecido estancado en Estados Unidos desde los 80. La clase media blanca ha visto cómo su índice de mortandad ha aumentado, algo único en los países desarrollados. Esto ocurre por la cantidad de suicidios y abusos de drogas en este segmento de la población.
A ello hay que sumarle el descontento con la clase política. Sólo uno de cada cinco votantes dice que confía en el gobierno. Ochenta y cinco por ciento de los estadunidenses cree que los líderes políticos están más preocupados por salvaguardar su poder y privilegios personales que por hacer lo que es mejor para los votantes.
Por ello dos terceras partes del electorado declaran que quieren un cambio. La gran pregunta es si al momento de emitir su voto van a dar un brinco al precipicio y, en aras de este cambio anhelado, van a apoyar a Trump.
Hillary sigue siendo la favorita para convertirse en la primera mujer presidenta de Estados Unidos en enero próximo. Pero el simple hecho de que Donald Trump permanezca competitivo, a pesar de la larga lista de barbaridades en su persona y en su entorno, muestra que, aun ganando Clinton, el efecto Trump permanecerá y será más que una piedra en el zapato de su gobierno… si gana.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.