Bancos y entidades financieras forman parte de la vida cotidiana de todos chilenos. Si se analizan los datos entregados por el Banco Mundial, el 63% de los chilenos mayores a 15 años tienen una cuenta en alguna institución bancaria. Esto demuestra que nuestro país está en la búsqueda de un óptimo económico a través de la inclusión financiera, pero la pregunta es: ¿la inclusión financiera tiene sentido sin educación financiera?
Si observamos los niveles de “alfabetización financiera”, sólo el 5,6% de los capitalinos chilenos conocen simultáneamente temas básicos sobre tasas, capitalización y diversificación, lo cual muestra un mercado financiero con consumidores desinformados, quienes contratan productos financieros sin tener los conocimientos necesarios analizar los pros y contras.
En el año 2015, el sector bancario concentró el 43% de los reclamos ingresados en el Servicio Nacional del Consumidor (Sernac), dejando en evidencia el actual descontento de la población hacia la banca. Esta desconfianza hacia el sistema financiero provoca que la población busque otras alternativas más caras y peligrosas como casas comerciales, prestamistas no formales y, en muchos casos, dineros oscuros.
Al observar esta problemática, la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras junto con el Sernac han creado programas de educación financiera para ayudar a los consumidores a desarrollar una mentalidad analítica sobre los productos financieros. Un ejemplo claro es el Banco Estado, quien ha desarrollado productos financieros dirigidos a los sectores con menores ingresos y, además, tiene un programa llamado “Fácil y en Chileno” que enseña sobre el uso de las tarjetas de crédito, los beneficios del ahorro y el riesgos de los créditos.
Se debe recordar que los bancos no sólo deben buscar altas rentabilidades a través de sus clientes con mayores ingresos, sino también deben gestionar los recursos y apoyar las finanzas de los clientes que generan baja rentabilidad, ajustándose a los códigos de responsabilidad empresarial social, que declaran y firman destacando un alto compromiso con la inclusividad de la población nacional, independiente de su capacidad económica, nivel de inversión o formación educacional.
¿Pero sólo es rol del Estado y los bancos aportar en el desarrollo de la educación financiera? Hoy en día existen carreras universitarias que tienen cómo tópicos centrales las finanzas., tales como ingeniería comercial, administración de empresas, contabilidad y auditoría. Estos profesionales deberían tener un nivel avanzado sobre conocimientos financieros, pero nacionalmente se han observado casos sobre estafas piramidales, en donde estos profesionales han sido seducidos por productos de inversión con rentabilidades milagrosas. Esto demuestra que los daños generados por el “analfabetismos financieros” consciente o inconsciente, no sólo afectan a los sectores con menores ingresos y menor nivel educacional de la población, esto es un problema transversal a toda la sociedad chilena.
Finalmente, la educación financiera siempre debe acompañar al acceso y uso de productos financieros para aprovechar al máximo el beneficio y bienestar generado por la inclusión financiera. Pero este proceso no sólo puede depender de unos pocos, ya sea el estado o entes reguladores, la educación financiera debe ser un proceso en donde las escuelas, universidades y la propia familia aporten en su desarrollo.