¿Quieres arrendar la casa del estrella del fútbol brasileño Ronaldinho en Río de Janeiro? ¿Quieres un carro con conductor que llega dentro de unos minutos de aterrizar en Miami? Con la economía de colaboración, y empresas como Airbnb y Uber, estas posibilidades se están haciendo realidad. Como muchas personas interesadas en la innovación, yo he observado con interés como las redes sociales y el software de aplicación móvil (apps) están cambiando nuestras vidas y ofreciendo opciones de colaboración y “engagement” como en ningún otro momento en la historia de la humanidad. Don Tapscott, co-autor de Macrowikinomics: New Solutions for a Connected Planet (2010), explica que hay momentos claves de colaboración en la historia: desde la invención de la imprenta por Gutenberg en el siglo XV hacía el uso de la red informática en los años noventa y las redes sociales en los últimos diez años. Estos cambios hacía acceso a información y colaboración tienen efectos profundos en como consumimos bienes y servicios.
El consumo colaborativo, según Wikipedia (¡otro ejemplo de colaboración en línea!), refiere a "la manera tradicional de compartir, intercambiar, prestar, alquilar y regalar, redefinida a través de la tecnología moderna". El consumo colaborativo representa un cambio fundamental en el consumo; significa un desplazamiento de propiedad (poseer bienes) hacia acceso a estos bienes y servicios. Significa también que los consumidores, comunidades y ciudades pueden usar más eficientemente sus recursos porque implica colaborar y canjear productos y servicios en forma masiva.
Una de los proponentes más famosos de este tema es la australiana Rachel Botsman que es co-autor de del libro "What's Mine Is Yours: The Rise of Collaborative Consumption" y experta en el tema con artículos y presentaciones en Havard Business Review, TED y la revistas Wired y Fast Company. Botsman explica que los términos como economía colaborativa, consumo colaborativo, economía de compartir, economía de pares ("peer economy" en inglés) son distintos pero tienen algo en común: redistribución de poder de “consumo” a través de individuos y comunidades conectados por redes informáticas.
Algunos ejemplos del consumo colaborativo son Airbnb, Uber, Taskrabbit y Lyft. Con Airbnb -una plataforma que conecta dueños de casa con personas buscando alojamiento- Ronaldinho ofreció su casa en alquiler a pocas semanas de la Copa Mundial. En su anuncio dice que su casa en Río de Janeiro cuenta con su propia sala de cine, cocina gourmet y una piscina, así como "una espacio exclusivo para disfrutar de una buena fiesta de samba con sus amigos" por un precio de US$15.000 por noche. Hay otras opciones mucho más económicas en todas partes del mundo: departamentos enteros, casas, habitación dentro de una casa. Como la mayoría de empresas que ofrecen servicios dentro del consumismo colaborativo, toda transacción se hace a través de una plataforma de la empresa que anima los usuarios a colaborar y a compartir sus experiencias para informar la comunidad de usuarios y dueños (de autos o casas o servicios) y promover una comunidad activa y dinámica.
Uber, que conecta pasajeros con conductores de vehículos particulares registrados, a través de su software de aplicación móvil, es una de las mejores valoradas y más controversiales empresas de tecnología que opera en el consumo colaborativo hasta ahora. Valoraron la empresa en US$17 billones y los dueños aceptaron una inversión de US$1,2 billones este junio para expandir su negocio en más ciudades alrededor del mundo. Es controversial por lo que tiene el potencial de desplazar -en parte- a la industria de taxis y porque, según detractores, no tiene bien definidos su política de seguridad y de precios.
La colaboración no es nueva y, como ser humanos, seguiremos buscando herramientas que nos ayudan a ser más eficientes con los recursos que tenemos. El consumo colaborativo representa un modelo emergente que tiene una posibilidad "disruptiva" y es por eso que empresas tradicionales y autoridades están prestando atención. Para mí, es otro ejemplo de la creatividad del ser humano de buscar soluciones a modelos ineficientes existentes. Para algunos, pasar una noche en una casa que tiene una historia -como la de Ronaldinho- puede ser una experiencia más valiosa que pasar una semana en un hotel de lujo en Rio de Janeiro. Lo que si es cierto es que el consumo colaborativo ayuda a que productos, servicios y experiencias únicas sean más accesibles que nunca.