Los tres retos que tiene Hillary que superar en estos poco más de 30 días que quedan hacia la elección del 8 de noviembre son: convencer que puede ser la Presidenta del cambio; superar su mala imagen frente al electorado que aún permanece indeciso y ganarse el voto de los jóvenes.
Tanto ella como Donald Trump son los candidatos presidenciales con peor imagen en la historia de EU desde que se llevan a cabo estas mediciones. Pero la mala imagen de uno y otro se debe a razones distintas.
Sobre Trump hay dudas respecto a sus capacidades por ser un externo que se ha mostrado errático y poco controlado a lo largo de la campaña. Tras el debate de la Universidad de Hofstra estas dudas se acrecentaron. En la encuesta de Fox News, quienes consideraban a Trump confiable antes del debate eran 39% de los encuestados. Tras el debate solo 31% piensa igual.
Las mujeres responden en esta misma encuesta, especialmente, escépticas sobre Trump. No se diga los jóvenes en donde el 70% de ellos lo ve con desconfianza y alguien deshonesto. No les gusta ni a las mujeres ni a los jóvenes que Trump nunca haya estado en el servicio público.
Quieren cambio, como el que representaba Bernie Sanders, pero tampoco son kamikazes dispuestos a irse con el que sea con tal de votar en contra del establishment.
El problema es que Hillary, si bien cuenta con ventaja en el colegio electoral, tiene a Trump pisándole los talones a nivel nacional y en estados clave como Pennsylvania y Carolina del Norte -estados naturales para los demócratas- en un momento en el que debería estar casi asegurado su triunfo.
Y esto es así porque no le cae bien al electorado. Los estadunidenses pueden ver en Trump a un loco e ignorante, pero la desconfianza que les genera Hillary les puede mucho. Una desconfianza por representar a alguien que ha abusado del poder con fines personales.
Por ello, a pesar de haber tenido un mejor desempeño en el primer debate, no ganó por knock-out. Su triunfo en el debate se debió más a un mal desempeño de Trump que a que Hillary hubiese convencido a los indecisos de que ella es una mejor candidata, confiable y que puede cambiar el modus operandi en Washington para lograr acuerdos en favor de los ciudadanos.
Evidentemente no le ayudó a Trump su rabieta en contra de la exmiss Universo, Alicia Machado, que incluyó una serie de tuits escritos a las 3 de la madrugada. Apareció como un hombre fuera de sus casillas, sin control.
Pero de nuevo, esto le resta simpatías a Trump, pero no le suma adeptos a Hillary. Su crecimiento en las encuestas fue marginal y la desconfianza que genera permanece igual. El 71% de los votantes de menos de 35 años ve a Clinton como una política desconfiable y deshonesta.
Por ello, el próximo debate será crucial para Hillary. El formato es town hall. Recibirán preguntas del público ambos candidatos. Clinton tendrá que caerles bien, convencerlos de que no es una tramposa abusiva de su posición y hacerlo, sobre todo, para los jóvenes. Si Trump se tropieza será bueno, pero no suficiente para darle una ventaja decisiva hacia la elección del 8 de noviembre.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.