Pasar al contenido principal

ES / EN

Empresa binacional del litio: ¿el elemento germinador de la reconciliación entre Chile y Bolivia?
Mié, 22/04/2015 - 14:20

Florent Sardou

¿Un New Deal para Europa?
Florent Sardou

Florent Sardou posee una Licenciatura en Derecho (Universidad de Toulouse, Francia) y un Master de la misma universidad en Historia Contemporánea. Su tesis fue sobre la Historia Social contemporánea de Chile. Ejerció como profesor en el colegio la Alianza Francesa de Santiago de Chile. Después de haber vivido cinco años en París, volvió a Chile en 2013. Desde entonces es invitado como analista en canales (CNNChile, 24Horas, NTN24 de Colombia) y radios locales (Duna, Zero, Bio Bio, Cooperativa, ADN).

Chile y Bolivia, dos estrategias de negociación. La negociación en las Relaciones Internacionales es una herramienta necesaria, pero es también un procedimiento ambiguo. Es, en realidad, la consecuencia de la "ausencia de un modelo integrado de Estado de Derecho". Esta ausencia justifica la negociación. Para Federico De Martens, famoso diplomático ruso del siglo XIX, la guerra constituye la única salida cuando han fracaso las negociaciones. Pero, ¿realmente éstas suspenden o paralizan el camino hacia una guerra? O en otras palabras, ¿serán solamente un sustitutivo a la fuerza? Es el caso de Chile y Bolivia que desde largo tiempo mantienen negociaciones sólo para "poder seguir negociando". Sin lograr una solución concreta.  

A mi parecer, Bolivia utiliza la negociación tal como la describen Maquiavelo y Hans Morgenthau: como una herramienta para ejercer el concepto de Potencia. Lo único que la diferencia de la guerra es que no hay uso de fuerza, pero tiene la misma finalidad en su propósito: ejercer una dominación sobre otro país, en este caso para lograr el acceso al mar. A diferencia de Chile, Bolivia no tiene potencia militar. Sin embargo, palia esta debilidad porque cuenta con una visión coherente y continua respecto al problema de la mediterraneidad, independiente de los cambios de gobierno. Es el eje central de su política exterior. Es decir que, independiente de su legitimidad o no, Bolivia tiene una política exterior clara. Y esta claridad le ayuda a sensibilizar a sus vecinos y a otros países. Todo el mundo diplomático sabe que Bolivia le reclama mar a Chile. En definitiva, Bolivia aplica con éxito una estrategia ofensiva.

Por su parte, Chile tiene una postura defensiva, y claramente menos legible. Algo que lo debilita: sus propuestas para solucionar los problemas cambian a lo largo del tiempo (Augusto Pinochet estaba listo para ceder mar con el Acuerdo de Charaña, mientras que el ex presidente Sebastián Piñera determinó paralizar las relaciones) y da la sensación de negociar sin meta concreta. Como estos pollos que siguen corriendo una vez que la cabeza fue cortada. La diplomacia chilena no logra salir de un círculo vicioso sin fin. Sin ideas claras, el mensaje de Chile resulta inaudible en la comunidad internacional. Una estrategia que sólo busca ganar tiempo, esperando (de manera ilusa) que Bolivia se canse. Chile debiese pasar de la defensa a una postura ofensiva, proponiendo una reconciliación.

Pasar de una política de negociaciones hacia una de reconciliación. Al haber elegido y aceptado la competencia de la Corte de La Haya, Chile y Bolivia son un ejemplo de cómo evolucionaron las relaciones internacionales, la diplomacia y las negociaciones. La globalización y el multilateralismo se ven favorecidos por el debilitamiento del "hegemon" estadounidense, por la multiplicación de nuevos Estados y la de organizaciones internacionales. El sistema internacional está lleno de actores e interlocutores, y también se han multiplicado los centros de negociaciones (Unasur, OEA, ALBA, Alianza del Pacífico, Comunidad Andina, Mercosur). Nunca se ha conversado tanto. Pero es legítimo preguntarse que quizás multiplicar las conversaciones pueda debilitar las negociaciones. Es lo que parecen hacer la diplomacia chilena y boliviana: enumerar y describir eternamente los problemas en lugar de descubrir soluciones concretas. Como dice el jurista Marcel Merle, "esta actividad no es inútil o nociva, pero contribuye (…) de manera solamente indirecta a encontrar una solución".

Por lo tanto, si estas negociaciones son sólo conversaciones, el conflicto entre Chile y Bolivia puede durar mucho tiempo más. No más negociaciones. La cooperación real surgirá de una reconciliación. Esta permitirá una paz duradera que abrirá las puertas a una cooperación fructífera entre ambos países. Es la única manera de dejar atrás los roces del pasado. El filósofo Vladimir Jankélévitch en su libro "El perdón" afirma que "la paz es necesariamente frágil cuando falta una voluntad sincera de reconciliación". La reconciliación es un proceso sicológico que nos obliga a tener confianza y pedir perdón. El perdón es un acto difícil donde cada uno reconoce sus culpas. El perdón reclama entonces la verdad. La reconciliación no se decreta, no se decide. Se construye con paciencia.

La Historia y la de Europa en particular, con la experiencia franco-alemana, no nos deja duda sobre cómo seguir este camino y nos ayuda también para entender la "grandeur" (grandeza) de la actividad política.

Para alcanzar la reconciliación necesitamos grandeza política. La política es una actividad donde prima el contacto humano. Frente al odio, la desconfianza y el desconocimiento que existe entre los chilenos y los bolivianos, el primer paso para una reconciliación debe ser dado por los mandatarios de ambos países. El rol de éstos es decisivo para convencer a sus opiniones públicas de iniciar el proceso de paz. Ellos deben acercarse, conocerse y dialogar el mayor tiempo posible. No es un pensamiento ingenuo. Tanto Chile como Bolivia necesitan líderes que confíen entre ellos. Hoy, no es el caso y nunca lo fue.

La perpetuación de este largo conflicto también revela que hay muchos políticos, pero que faltan hombres de Estado. ¿Cuál es diferencia entre ambos? Mientras el político ejecuta soluciones "parche" y actúa considerando la próxima elección, el hombre de Estado resuelve problemas con miras a largo plazo y no negocia: reconcilia. Un proceso de reconciliación es un largo camino interactivo a nivel político, social y cultural que transforma el modo de pensar y de opinar para instaurar nuevas relaciones. Chilenos y bolivianos necesitan líderes dotados de estas características: coraje, capacidad de resistir a intereses particulares, voluntarismo, visión a largo plazo y lucidez. La lucidez de reconocer que Chile y Bolivia son complementarios y se beneficiarán con un acercamiento. ¿Donde están los Maurice Schumann, Jean Monnet, Général de Gaulle o Konrad Adenauer en ambos países?

Un proyecto binacional, una alternativa para superar el pasado y alcanzar la reconciliación. Esta reconciliación será efectiva cuando exista la voluntad de vivir en paz y para eso hay que determinar e identificar intereses comunes. Es urgente, entonces, además, encontrar un elemento germinador de este proceso. El ejemplo de reconciliación entre Francia y Alemania demuestra que es posible. Entre Chile y Bolivia abundan recursos energéticos transnacionales como el litio, presente en salares de ambos países. Crear una empresa binacional para explotar este mineral, por ejemplo, permitiría fomentar el convivir y la colaboración entre chilenos y bolivianos.

Si se logra este primer nivel de cooperación será tiempo de lanzar con fuerza toda una serie de iniciativas destinadas a fomentar una paz verdadera y una reconciliación. Estas tendrán que permitir de manera efectiva la colaboración y generar la confianza en todos los ámbitos: economía, finanzas, empleo, energía, medio ambiente, innovación, investigación, educación, enseñanza superior, política exterior, seguridad, defensa y el acercamiento de ambos pueblos. Algo que debiese permitir un proceso de interiorización social de la paz. Una reconciliación social entre chilenos y bolivianos para pasar de la paz fría (vía un tratado) a una paz caliente de una reconciliación social entre dos naciones hermanas, desgarradas por décadas de odio, fruto de un inverosímil pero profundo desconocimiento.

Tal como lo afirma Aristóteles, la amistad es superior a la justicia: la reconciliación es superior a la negociación.

*Esta columna fue publicada originalmente en revista Panorámica.

Países
Autores