Si padece de vértigo, no siga leyendo: floto en el espacio a 400 kilómetros sobre la Tierra, mientras la Estación Espacial Internacional pasa a centímetros de mis pies; puedo ver todos sus detalles: las escotillas, sus sensores, módulos. Ahí está la Soyuz aún acoplada, el brazo canadiense, sus paneles solares y el laboratorio europeo. Toda esa enorme nave espacial pasa lentamente bajo mi ser y yo estoy aquí maravillado mirando para todos lados, no queriendo perder ni un detalle de esta improvisada caminata espacial...
Siento un vacío que nunca he experimentado, una sensación corporal, ¡absolutamente vívida! Veo la Tierra, sí, nuestra Tierra a cientos de kilómetros bajo los pies. Focalizo la mirada en lo que creo que es el delta del Nilo y me emociono con la belleza de nuestro azul planeta. Estoy boquiabierto, aunque algo mareado...
Pero ahora estoy flotando en el espacio, como un astronauta, cosmonauta o un taikonauta (según prefiera) más, y dejo de mirar hacia el planeta y vuelvo la vista hacia arriba, hacia el cielo, como lo hicieron los primeros hombres. Ante mí, el universo y su inmensidad como nunca antes lo he experimentado. Todo lo anterior se vuelve pequeño, mínimo: la panorámica del planetario de la Universidad de Santiago, en Chile; "2001: Odisea del Espacio" en cinerama; Sandra Bullock dando tumbos en "Gravity", también esas noches impresionantes bajo el cielo prístino de San Pedro de Atacama. Ante mí, millones de estrellas, galaxias y nebulosas. Donde muevo la cabeza, ahí está el universo que parece caerse sobre mis ojos. ¡Puedo ver la Gran Nube de Magallanes!
Ahora entiendo por qué Facebook compró las gafas Oculus Rift en US$2.000 millones, pienso mientras fijo la mirada en lejanas galaxias. Aunque no veo mis manos en la proyección de Oculus, sí las estoy moviendo instintivamente, intentando recobrar el equilibrio o porque en en medio de esta realidad virtual pensar que puedo tocar las estrellas no es una estupidez.
Nunca pensé que la realidad virtual estuviera tan avanzada, ni menos que tuviera la capacidad de hacer sentir que me sumerjo en un mundo distinto, extraño, pero que por un momento parece real. Si a la experiencia que vivo se le sumaran tacto, aromas y sonidos, es posible que pudiera desaparecer la diferencia entre virtualidad y mi mundo real. ¿Y si producto de lo anterior me llegara a gustar más la realidad alternativa de Oculus?, me pregunto.
Retiro los Oculus de mi vista y el regreso a la terrenal realidad me marea, asombra y trae a mí la nostalgia por volver al otro lado. Un retorno que no está exento de vergüenza, pudor, tras percatarme que estoy rodeado de numerosos curiosos que me miran como a un freak.
Esto es increíble, le confieso a Doug Roberts, profesor de la Universidad de Northwestern de EE.UU. y miembro del equipo del proyecto de Microsoft Research, WorldWide Telescope (WWT). Roberts está a cargo de mostrar a la prensa, durante el reciente Microsoft Research Faculty Summit 2014, la tecnología de Oculus adaptada el proyecto WWT, que trae el cosmos a la comunidad con una web interactiva que permite sumergirse hasta las profundidades del universo. El WWT recolecta la información de la NASA, la ESA y la JAXA. Oculus también está trabajando en el proyecto Eyewired que busca mapear el cerebro humano y llevarlo a un juego virtual on line.
Una vez que estabilizo mis sentidos, ahondo en la conversación con Roberts sobre los posibles usos más prácticos de Oculus, utilidades que impacten la vida de las personas. Él es muy sincero en aclararme que esta tecnología recién está en una etapa experimental y que sus aplicaciones por ahora son materia de desarrollos futuros. Sin embargo, me adelanta que con la realidad virtual se pueden generar nuevos métodos de educación y entrenamiento para la medicina, la industria aeronaútica y minera, entre otras. Un estudiante de medicina puede dejar de lado al muñeco de hule y realizar una cirugía real con los Oculus Rift. Finalmente, me despido de Doug Roberts con un apretón de manos, mientras aún siento que levito un poco.
Esa noche... soñé que flotaba en el espacio.