Mmmm… ¿y si yo amenazo a Putin?…
(Frank Underwood en Twitter, Febrero 28, 2014)
Frank Underwood sería el alumno ideal de Nicolás Maquiavelo. Del Maquiavelo que habla de que el fin justifica los medios. Del que dice que más vale, como dirigente, ser temido que amado.
También sería la muestra viva de aquello que dijera el ministro alemán, Otto von Bismarck: “La gente no dormiría tranquila si supiera cómo se hacen las salchichas y las leyes”.
Este personaje ficticio de la exitosa serie House of Cards pretende mostrar los vicios del quehacer político en Estados Unidos. La relación perversa que se genera entre colegas legisladores con tal de ganar votos para sacar adelante reformas que beneficien al personaje, más que al país.
Todo para escalar en la jerarquía política. Todo para obtener mayor poder.
Francis Underwood arranca en la serie como el diputado que lleva 22 años en la Cámara de Representantes juntando los votos para el Partido Demócrata en cada una de las iniciativas que sean importantes para la Casa Blanca y/o para el partido. En EE.UU. le llaman el whip. Una figura que no existe en la política mexicana, pero que de alguna forma desempeñan los dirigentes partidistas en las cámaras... sin la posibilidad de quedarse en el puesto por más de dos décadas.
Arranca en ese puesto. Al concluir la segunda temporada no le cuento a dónde llega en aras de no arruinarle la serie.
El hecho es que para Frank, el poder lo es todo. El dinero es secundario. Algo que en el Frank Underwood región 4 sería impensable. No por nada continúan vivas las palabras de Carlos Hank: “Un político pobre es un pobre político” y el tradicional “el que no transa no avanza”.
En México poder y dinero van de la mano. Lo uno sin lo otro no tiene sentido. Y para obtenerlo, Frank hace de todo. Traiciona, apoya, impulsa, rebaja, seduce y cobra venganzas a enemigos y cercanos por igual.
Tiene un olfato magnífico para detectar las debilidades y los vicios de sus contrapartes y con facilidad y cinismo lo explota para su propio beneficio. Así esto implique cruzar líneas que no tienen retorno.
Aun cuando implique lucrar con la tragedia ajena, dar discursos con lágrimas que no son ni remotamente sentidas o utilizar a su estilizada y calculadora esposa para ganar simpatías.
A Francis no siempre le sale todo bien, pero siempre sabe cómo levantarse apoyándose en el primer débil que encuentre en su camino. Así sea su jefe, el Presidente de Estados Unidos.
Por todo ello, Francis Underwood ¡aléjate de la política mexicana! No queremos a tu igual, región 4. Aunque me temo que es una petición imposible. Ya hay en México más de un Francis Underwood.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.mx.