El eslogan de la campaña política del presidente Trump de Estados Unidos de “America First” lo llevó a considerar como indignante el abultado déficit de la balanza comercial de su país con el resto del mundo. En efecto, más de US$600 mil millones es el déficit comercial que el país norteamericano soporta desde hace varios años en el intercambio de su comercio internacional. Sus 330 millones de habitantes, con un nivel de ingresos per cápita superior a los US$50.000 anuales y una gran inclinación al gasto, lo ha hecho el mejor territorio del mundo para que todas las empresas busquen vender sus productos allí; es el sueño americano para muchas compañías, porque en Estados unidos “todo” se vende y en grandes cantidades.
El presidente americano ha decidido frenar este déficit por la vía más corta y expedita: a través del control al libre comercio; aumentando los impuestos a las importancias, y lo que comenzó en enero de este año con un temido aumento al arancel de los paneles solares chinos y de las lavadoras industriales surcoreanas, se prolongó después al acero y al aluminio proveniente de todos los países. Pero últimamente ha decidido enfrentar directamente a su máximo exportador que es China, porque ese país es el mayor vendedor en USA y responsable de cerca del 50% del déficit comercial americano.
El aumento de aranceles a las importaciones crea una barrera al comercio, obliga a las empresas importadoras a buscar fuentes alternas de abastecimiento, amenaza la libre continuidad de los mercados, pero sobre todo incrementa los costos al consumidor final y origina retaliaciones de los países afectados.
Es por lo anterior que China ha decidido contraatacar a la decisión americana, anunciando alzas en aranceles a varios productos americanos como el trigo, la soya, etc., cuyas importaciones superan los US$200.000 millones y provienen de estados americanos con fuerte presencia de electores del actual presidente.
Es la política del ojo por ojo con una peligrosa espiral ascendente, la cual no tiene fin y solo perjudica al consumidor final y a los países en desarrollo, que veremos desde la palestra cómo se incrementan los costos de bienes y servicios y se limitan las oportunidades de más y mejores ofertas en los mercados.
Colombia, con una alta dependencia de compras y ventas con el mercado americano, donde se concentra más del 30% de todas nuestras exportaciones se importaciones, solo nos toca esperar que se atemperen los ánimos y salgamos bien librados de esta guerra de colosos, donde nuestro poder de argumentación es prácticamente ninguno.