Según Martin Wolf, columnista principal del diario empresarial Financial Times, la reforma tributaria de Trump es “Un esfuerzo decidido por transferir recursos de los segmentos bajo, medio e incluso medio alto de la distribución del ingreso, hacia el segmento más alto”. Ello coincide con las estimaciones del Comité Conjunto sobre Impuestos y la Oficina de Presupuesto del Congreso de los Estados Unidos, los cuales indican que hacia 2027 quienes generan recursos dentro de un rango que incluye la mediana del ingreso pagarán más en impuestos, mientras que quienes generan ingresos de un millón de dólares o más pagarán menos.
Un término clave para entender cómo se hizo políticamente viable un plan que genera una redistribución regresiva del ingreso es 2027. En los primeros años tras la aplicación de la reforma virtualmente todos los grupos de ingresos verán reducirse sus impuestos. Pero mientras las reducciones que benefician a los sectores de mayores ingresos son permanentes y significativas (la tasa corporativa baja del 35 al 21%), los recortes para el resto de la población son temporales y modestos. Es decir, tras una reducción inicial vuelven a incrementarse para, en algunos casos, terminar por encima del nivel original.
El otro término clave para comprender la viabilidad política de esa reforma es “crecimiento”. Según el Secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, la reforma tributaria no incrementará el déficit fiscal porque el efecto de las menores tasas será compensado por una mayor recaudación debida a un mayor crecimiento de la economía (producto precisamente de una reforma que hará que las familias y las empresas tengan más recursos para consumir e invertir).
Nadie niega que, cuando menos, la reducción de impuestos añadirá algunas décimas a la tasa de crecimiento en 2018 (y, por ende, a la recaudación fiscal). El debate es sobre si el crecimiento se mantendrá en los años subsiguientes y si la recaudación adicional que genere compensará la reducción de tasas. La mayoría de economistas y las entidades oficiales antes citadas estiman que, en ambos casos, la respuesta es “no”. Incluso el Fondo Monetario Internacional, en la más reciente edición de su publicación periódica “Monitor Fiscal”, sostiene que países desarrollados como los Estados Unidos podrían reducir la desigualdad incrementando las tasas marginales de impuestos sobre los ingresos más elevados sin que ello afecte el crecimiento.
Nuevamente, sin embargo, los tiempos son cruciales. Aunque la reforma tributaria sólo produzca crecimiento adicional en 2018 (un año que, aún sin reforma, suscitó augurios relativamente buenos), ello podría ayudar al Partido Republicano en las elecciones para la renovación parcial del Congreso que se realizarán en Noviembre de este año (las últimas antes de las próximas elecciones generales). Y retener la mayoría en cuando menos una de las cámaras del Congreso es crucial, antes que para la agenda legislativa de Trump, para su propósito de evitar un juicio político (cuya aprobación requiere mayoría simple en la Cámara de Representantes y dos tercios en la Cámara de Senadores).
La actitud despreocupada con que los republicanos afrontan las consecuencias fiscales de su reforma no debiera sorprender. Una entidad de sólidas credenciales libertarias como el Instituto Mises titula así un artículo de su portal: "Si quieres un gobierno más grande, vota por los Republicanos". Ese artículo muestra cómo los gobiernos republicanos suelen incrementar el gasto público en mayor proporción que los gobiernos demócratas.