De acuerdo con el Modelo Poll of Polls de aprobación presidencial de oraculus.mx, la popularidad de Andrés Manuel López Obrador, entre mayo y septiembre de este año, se ha estancado en un nivel alto.
Los números prácticamente no han cambiado. El 70% de los mexicanos aprueba la manera en que está gobernando AMLO, 23% lo desaprueba. De los sexenios de Ernesto Zedillo a la fecha, es el Presidente más popular en su primer año de mandato en la serie de oraculus.mx. Se trata de un gran logro si se toma en cuenta los malos resultados de esta administración en dos temas torales: seguridad y economía.
2019 ha sido el año más violento de los últimos 22 cuando comenzaron a registrarse, de manera constante y seria, los delitos más importantes. Durante el primer semestre, se contabilizaron 17 mil 608 víctimas de homicidio y feminicidio. Ya estamos en un promedio de más de tres mil homicidios dolosos por mes, de acuerdo con la base de datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Además, se han incrementado otros delitos como el secuestro, la extorsión, el robo en casa habitación y los robos con arma de fuego. Hay que reconocer que el gobierno actual heredó un desastre en materia de inseguridad y que era imposible que produjera mejores resultados en tan sólo diez meses que llevan en el poder. Pero, en algún momento, habrá que quitarles el beneficio de la duda y hacerlos responsables de los resultados. Resultados que hoy en día son peores que los del sexenio pasado.
A diferencia del tema de seguridad, el gobierno actual recibió una economía que crecía a lo que mediocremente se crecía en el periodo neoliberal: un promedio de 2% anual. Hoy, ese maldito 2% sería una bendición, porque por los errores de este gobierno, se detuvo el crecimiento económico.
Los últimos números dan cuenta de un estancamiento: cero incremento en el Producto Interno Bruto. La inversión fija bruta se ha desplomado 9.1% en términos anualizados entre julio de 2019 y julio de 2018. Es la peor caída en diez años. Más allá de las fotos del Presidente sonriendo y llegando a acuerdos con las cúpulas empresariales, la realidad demuestra que los empresarios siguen sin confiar en el gobierno actual y, por eso, no están invirtiendo en el país.
Y, a pesar de todo esto, la popularidad de López Obrador se mantiene en niveles altos. Las encuestas demuestran un aspecto muy interesante: la desconexión del Presidente con los resultados gubernamentales. A la hora que se les pregunta a los encuestados su opinión sobre seguridad, economía, salud, etcétera, la gente responde negativamente, es decir, sí están registrando los malos resultados, pero siguen aprobando la gestión de López Obrador. La pregunta es por qué.
He entrevistado a los principales encuestadores del país. A continuación, compilo y resumo sus respuestas.
Para empezar, la magia comunicativa de AMLO sigue funcionando. El Presidente es un genio para denostar el pasado y prometer un gran futuro, sobre todo lo segundo. La gente sigue teniendo expectativas muy altas de la llamada Cuarta Transformación. Piensa que su futuro, y el del país, serán en algún momento mejores por la llegada de López Obrador al poder. Pero este fenómeno tendrá fecha de caducidad. En algún momento, la gente se hartará de los malos resultados y dejará de creer en las mejores expectativas.
La popularidad de AMLO también se basa en su personal estilo de gobernar. Gusta, y mucho, que madrugue. Es una señal de que sí está trabajando desde temprano por cambiar al país. También gustan sus conferencias matutinas de prensa y giras semanales. Dan la impresión de un Presidente omnipresente.
Y luego está el tema de la austeridad. Que viaje en avión comercial y no en privado. Que llegue a Palacio Nacional en un Jetta. Que no traiga un aparato ostentoso de guardaespaldas. En pocas palabras, la diferencia entre el boato del poder del sexenio pasado de Peña con un Presidente sencillo, más cercano a la gente.
Siguen presentes, también, ciertas decisiones que le produjeron popularidad a López Obrador. Haberse rehusado a vivir en Los Pinos y abrir la mansión presidencial a los ciudadanos como si fuera el Palacio de Versalles. Haber cancelado las pensiones a los expresidentes. Haber bajado los sueldos y prestaciones a los funcionarios públicos. Son cosas que gustan a la población y que le reconocen al Presidente.
La pregunta que muchos nos hacemos es si esto es sostenible o en algún momento la falta de buenos resultados se traducirá en una caída de la popularidad presidencial.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.