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La propiedad intelectual no amerita un conflicto prolongado
Lun, 01/07/2019 - 09:51

Farid Kahhat

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Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

En artículos anteriores mencioné que, a juzgar por las normas que invoca y aprueba su gobierno, los derechos de propiedad intelectual son uno de los temas medulares en la controversia comercial entre Estados Unidos y China. Ahora mencionaré las razones por las cuales ese tema no ameritaría un conflicto comercial prolongado.

El argumento no es que las preocupaciones de los Estados Unidos y la Unión Europea en temas de propiedad intelectual no sean legítimas, es más bien que estas tenderán a tener una relevancia decreciente en su agenda comercial con China. Por eso el tema ya no es parte de las preocupaciones medulares de las empresas estadounidenses que hacen negocios en ese país: una encuesta realizada en 2018 por el Consejo de Negocios entre Estados Unidos y China encontró que la protección de derechos de propiedad intelectual ocupaba el décimo lugar entre los desafíos que enfrentaban al hacer negocios en China.

No siempre fue así: en la misma encuesta en 2014 la protección de los derechos de propiedad intelectual ocupaba el segundo lugar entre las principales preocupaciones de las compañías estadounidenses que realizaban inversiones en China. ¿Qué podría explicar ese cambio? Según Fareed Zakaria (columnista del diario Washington Post), la razón sería que ese año China creó un sistema de tribunales especializados en temas de propiedad intelectual que actúan con relativa independencia: las 63 demandas presentadas por   extranjeros en 2015 obtuvieron fallos favorables en esos tribunales.

¿Qué explica ese cambio de política del gobierno chino? Tal vez la misma razón que explicó en su momento cambios similares en, sucesivamente, Japón y Corea del Sur: tras una fase de apropiación indebida de propiedad intelectual ajena (por la que también atravesaron, por cierto, las potencias occidentales durante su proceso de industrialización), China se ha convertido en el principal creador de propiedad intelectual por apropiar: según la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, en 2016 en China se presentaron más solicitudes de patente que en Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y la Oficina Europea de Patentes en conjunto.

Esa sería una de las razones por las cuales en China se viene reduciendo la incidencia de una práctica que genera gran controversia en temas de propiedad intelectual: la de exigir a empresas extranjeras entrar en sociedad con empresas locales como condición para acceder al mercado chino (con lo que ello implicaba en materia de transferencia tecnológica). Así, según un artículo de Yukon Huang en el diario New York Times, mientras en 1997 alrededor dos tercios de la inversión extranjera directa llegaba a China a través de “Joint Ventures” (es decir, en asociación con empresas locales), esa proporción se había reducido hasta equivaler hoy a una cuarta parte del total.

Es decir, el que hasta ahora había sido uno de los temas más conflictivos en las relaciones económicas entre Estados Unidos y Europa, de un lado, y China, de otro (el de los derechos de propiedad intelectual), viene perdiendo relevancia. Ello no implica el fin de los conflictos de interés, dado que existen otras prácticas controversiales del gobierno chino (como el trato preferencial a sus empresas en materia de regulación o acceso a mercados, o los subsidios que les brinda). Pero, a diferencia de la propiedad intelectual, esos no son temas en los que Estados Unidos o Europa hayan invocado razones de seguridad nacional.

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