Durante su campaña electoral, las quejas del presidente estadounidense Donald Trump sobre China fueron fuertes y claras. Trump llegó a afirmar que China había estado "estafando" a Estados Unidos durante años y que le había estado robando su propiedad intelectual. Trump también acusó a China de devaluar artificialmente su moneda para inundar el mercado de Estados Unidos con productos chinos baratos, poniendo en peligro los empleos estadounidenses. Así, con estas fuertes críticas, el aquel entonces candidato presidencial republicano prometió un cambio radical de rumbo; prometió imponer aranceles de importación como un medio para presionar a China y anteponer los intereses estadounidenses.
Hoy, después de un año sentado en la Casa Blanca, Trump no ha implementado ninguno de sus grandes planes. De hecho, está haciendo lo contrario de lo que prometió. En su viaje a China, durante la gira actual por varios países asiáticos, elogió al presidente chino, Xi Jinping, quien, a su vez, soportó silenciosamente el comportamiento complaciente de Trump mientras sonreía de vez en cuando para los medios. ¿Qué provocó el cambio de opinión de Trump?
Parece que el presidente de Estados Unidos ha tenido un duro encuentro con la realidad. Y es que la economía de China ha estado en auge durante décadas. La participación del país asiático en las exportaciones mundiales ha alcanzado el 14 por ciento y sigue aumentando, mientras que Estados Unidos solo ha llegado al 10 por ciento. Los estadounidenses viven a crédito y dependerán en el futuro de préstamos de China. Durante años, Pekín ha estado invirtiendo su excedente de exportación en bonos estadounidenses y se ha convertido en el mayor acreedor del país –si se excluye la Reserva Federal de Estados Unidos–. Si Pekín lo quisiera, podría cortar el suministro de dinero y sumir a la economía estadounidense en una crisis.
Por supuesto, los chinos no harían tal cosa, ya que se lastimarían a sí mismos. Sin embargo, estar en esta posición de poder ciertamente aumenta el ego del país asiático. Cada vez que Estados Unidos y China se sienten en una mesa de negociaciones, China tendrá la ventaja sobre su deudor. Tal parece ser la confianza de los chinos que, aparentemente, el embajador de China en Estados Unidos tiene un ego tan inflado que casi levita.
Hoy en día, la mayoría de los expertos en economía coinciden en que es solo cuestión de tiempo antes de que China supere a Estados Unidos como la nación con la economía más fuerte del mundo. Lo que pone el viento a favor del presidente Xi. Así, dada la ventaja, cualquier amenaza hecha por el hombre fuerte en la Casa Blanca parece resbalarle al líder chino.
Con respecto a Corea del Norte, el presidente Xi tampoco se deja presionar. Y es que Pekín no quiere un "cambio de régimen" en Pyongyang. ¿Por qué debería China ayudar a expandir la influencia estadounidense en el este de Asia?
Xi tampoco quiere que estalle una guerra en esta región del mundo, ya que iría en contravía de sus propios intereses económicos. Así, Pekín advirtió a Estados Unidos que disminuya sus amenazas contra Corea del Norte y que busque una solución diplomática, lo que le valió elogios por parte de la Unión Europea y Rusia.
Retiro del TTP, una mala estrategia
El ascenso de China a la cima se ha visto reforzado por las muchas malas decisiones de Donald Trump, siendo la principal la retirada de Estados Unidos del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP). Este acuerdo fue diseñado como una manera de contener la búsqueda china por la supremacía mundial. Con la ayuda de Estados Unidos, países como Vietnam o Japón querían establecer estándares para la producción, el comercio, la seguridad y la protección ambiental. Por lo que China debería haberse tenido que adaptar a los requisitos. Pero Trump demonizó al TPP durante su campaña electoral y, una vez en el cargo, eliminó la participación de Estados Unidos en el acuerdo. Los socios asiáticos de Estados Unidos ahora tienen serias dudas sobre la confiabilidad de Washington. Situación que complace mucho a China.
El resurgimiento de Pekín como una potencia global –algo que empezó hace varias décadas– parece que continuará por un tiempo. Mao Zedong unió las provincias chinas que una vez lucharon entre sí. Deng Xiaoping dio inicio después a un boom económico. Y ahora, Xi tiene la intención de fortalecer las políticas exteriores y de seguridad de China para que las decisiones políticas internacionales tengan en cuenta los intereses del país asiático.
Trump no podrá evitar el ascenso de China. Todo parece indicar que los días de Washington como primer poder mundial están contados.