Después de la histórica caída del sistema en la elección de 1988, en la que Cuauhtémoc Cárdenas perdió la primera -y tal vez única- oportunidad real de llegar a Los Pinos, apareció el Partido de la Revolución Democrática, apenas unos meses después de que Carlos Salinas de Gortari tomara posesión como presidente de México. De hecho, tal acontecimiento se convirtió en motor del grupo político que enfrentaba por primera vez en la historia a un priismo que permanecía en el poder desde hacía más de sesenta años. Se convirtieron en un contrapeso importante y, junto al PAN, ocupó su lugar como oposición.
Sin duda, su gran triunfo fue el del mismo Cárdenas cuando se acabaron las regencias capitalinas y fue elegido jefe de Gobierno del DF en 1997. Así, la capital del país se convirtió en un principal bastión electoral, al que luego siguieron Zacatecas, Tlaxcala y Baja California Sur. Innegables sus triunfos y su importancia dentro de las vida política del país, pero también, durante estos primeros 25 años es necesario señalar que muchos de los problemas por los que hoy atraviesa -reconocidos incluso ayer por Cárdenas- se deben a las fracturas que hoy presenta su estructura.
Y es que, tal como la fotografía que ayer se tomaron, vemos que en la primera fila del partido siguen estando los mismos rostros. Y no es que dentro de las filas perredistas no existan personajes con alta capacidad política. Gente nueva, con un trabajo que respalda su vocación política. En sus filas están figuras como Armando Ríos Piter, Vidal Llerenas, Marisela Contreras o David Razú, uno de los mejores diputados en la Legislatura pasada en la ALDF, a quien se le deben iniciativas que van a favor de las libertades de todos los ciudadanos capitalinos. Todos ellos políticos que han abrazado y hecho realidad causas que van de la mano de los principios progresistas que el PRD enarbola. Por eso mismo me parece extraño que, tras 25 años, los rostros que manejan el partido sigan siendo los mismos desde hace tantos años.
El mismo Jesús Zambrano me decía ayer en Hora Capital que uno de los peores momentos -si no es que el más- que ha enfrentado el partido fue aquel episodio de los videoescándalos. Siendo así, ¿qué hace René Bejarano aún en sus filas? Peor aún, qué hacen él y su esposa, Dolores Padierna, conservando tal poder político dentro del partido.
Pareciera que el relevo generacional del partido, necesario en todos los grupos, no sólo en el PRD, está siendo detenido por esas fuerzas que ya han aportado suficiente daño, pero que no están dispuestas a soltar ese poder al que se aferran. Ojalá que no se esperen a ser octogenarios para dar paso a nuevos rostros. Cárdenas decía ayer que el proceso de cambio de dirigencia podría ser motivo para más fracturas. Que tal vez lo mejor sea un candidato de unidad. Que tal podría ser él. Pero entonces regresamos a lo mismo. El PRD debería aprovechar mejor esta juventud -estos 25 años- para dar oportunidad a elementos de probada calidad política y moral, para que su proceso de renovación no sea sólo un dicho de discursos. El PRD es una figura política importante dentro de la vida del país y como tal debe sacudirse los lastres que estros 25 años le han dejado.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.