Billonarios que logran su dinero gracias a contratos con el gobierno o a cercanía con el poder hay en México y en el mundo. Por la cantidad de ellos como porcentaje del PIB, el semanario The Economist sacó su lista anual de países en donde este tipo de riqueza existe más. En el top 10 está, sí, México. En concreto, nuestro país es el 6º país en el cual más riqueza se genera en manos privadas gracias a la cercanía con el gobierno.
Primer lugar es Rusia, le siguen Malasia, Filipinas, Singapur y Ucrania. Riquezas en todos estos países que se generan en sectores como el energético, el de la construcción, el de casinos, el minero y el de las telecomunicaciones.
¿Por qué en estos países a la hora de desarrollar estos sectores se acaba favoreciendo a una empresa o a un empresario que se convierte en billonario casi de la noche a la mañana y en lugares como Alemania, Japón o Francia el fenómeno es marginal?
La respuesta, insistimos, no puede ser solamente cultural. Existe también un ingrediente institucional fuerte. El problema es que cambiar las instituciones para que combatan efectivamente éste y otros tipos de corrupción no es un proceso rápido ni sencillo.
Lo hemos visto en México con el Sistema Nacional Anticorrupción y con la Ley 3de3 que ya ha merecido todo un artículo del mismo semanario denunciando la falta de compromiso del Senado; la señal de culpabilidad del PRI y el lado erróneo de la historia en el que se coloca el presidente Peña Nieto al no empujar en serio estas reformas. (No olvidar que existen las iniciativas preferentes al arranque de cada legislatura y las leyes secundarias del Sistema Nacional Anticorrupción no fueron puestas como tal por el Ejecutivo para el periodo que acaba de concluir).
Lo peor es que esta semana se va a llevar a cabo una cumbre anticorrupción internacional en Londres, a la cual asistirán 30 países. Entre los asistentes estarán EU, Brasil y Nigeria. México no asistirá. Qué cosa más rara que para tanto encuentran nuestros políticos la excusa perfecta para asistir y viajar a costa del erario, pero para esta cumbre ¡en Londres!, no.
El hecho es que así como en México no avanzamos, países como Brasil —que parecen estar luchando con todo en contra de la corrupción– ahora ven cómo los mismos políticos abusan de este intento para dar golpes políticos a sus enemigos, notablemente el caso de la aún presidenta (aunque quién sabe por cuánto tiempo más) Dilma Rousseff.
Los ciudadanos del mundo están cansados de este tipo de abusos del poder y de los poderosos. Más aun cuando la crisis económica internacional ha generado políticas públicas que exigen austeridad o, de menos, el apretón del cinturón de sus ciudadanos. Y de todo ello se sabe más ahora gracias a una mayor disponibilidad de información que fluye a través de las redes sociales.
¿Se acerca el fin de la corrupción y el amiguismo entre poderosos? Seguramente no, pero resulta alentador saber que en este proceso, por el que estamos transitando en México, no estamos solos y el grito de ¡dejen de robar! es cada vez más común también en otras partes del mundo.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.