Según las autoridades, Juan Mena López y Juan Mena Romero murieron por asfixia. Se encontraban atrapados dentro de su auto, el cual, a su vez, estaba sepultado en un socavón que se abrió sobre la autopista en la que circulaban hace unos días (a la altura de Chipitlán, Morelos): una dolorosísima tragedia. Esa autopista, Paso Exprés México-Cuernavaca, había sido recientemente inaugurada; fue presentada como una de las obras cumbres del sexenio.
Antes de que el socavón se abriera, hubo quienes notaron que algo estaba mal con la carretera. En concreto, días antes de la tragedia, el Ayudante Municipal del Poblado de Chipitlán envió una carta al gobierno de Morelos señalando que, “debido a la mala planeación del Paso Exprés”, podía ocurrir una “desgracia”.
Ahora sabemos que no se hizo nada al respecto o lo que se hizo sirvió para poco. Sabemos también que una de las empresas involucradas en la construcción de la autopista, Epccor, parece estar ligada con otra, Gutsa Infraestructura, que había sido inhabilitada por el gobierno federal por fallas en la construcción de la (infame) Estela de Luz. Estamos al tanto igualmente de que otra de las compañías a cargo de construir la carretera (Aldesa) es una de las “favoritas” de la administración federal. Es más, el consorcio que obtuvo la concesión para el Paso Exprés lo hizo a pesar de haber recibido bajas calificaciones en la licitación correspondiente. La obra le fue otorgada sin importar esto, dicen las autoridades, porque presentó un presupuesto menor que el de sus competidores. Presupuesto que, eventualmente, se incrementó en más de 100%.
Ahora bien, mientras Juan Mena López y Juan Mena Romero perdían, poco a poco, la vida, el gobernador de Morelos, Graco Ramírez, ni siquiera estaba en el estado; estaba “de gira” en Nuevo León. Eso sí: tan pronto como pudo, declaró que todo era culpa del gobierno federal y que estaba “brindando apoyo durante las labores de rescate” para sacar a las dos personas atrapadas en el socavón. Por su parte, el secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, “explicó” que la carretera se dañó por la basura y la lluvia.
Los rescatistas tardaron horas en llegar a Juan Mena López y Juan Mena Romero(de hecho, la operación para rescatarlos tardó mucho en comenzar). Cuando el “rescate” finalmente se concretó, el señor Ruiz Esparza comentó en Twitter: “se rescató el vehículo…los dos ocupantes fallecieron”. Buenas noticias, pues: el vehículo sí fue rescatado.
Como Juan Mena López y Juan Mena Romero perdieron la vida, Ruiz Esparza declaró que su familia sería indemnizada. Pero dado que indemnizar es equivalente a admitir que el gobierno es responsable por el socavón, el secretario Ruiz aclaró que la indemnización era por el “mal rato” que la familia Mena Romero estaba pasando (y nada más).
La familia Mena Romero se merece una indemnización, sí. Pero no porque sus familiares murieron por asfixia en un socavón sino porque murieron de subdesarrollo en general y de México en particular: licitaciones cuestionables, empresas contratadas para ejecutar magnas obras cuando no están a la altura, funcionarios insensibles y estultos, autoridades que no resuelven problemas potencialmente graves, falta total de rendición de cuentas, impunidad, corrupción, amiguismo.
De todo eso fue que murieron Juan Mena Romero y Juan Mena López, no de asfixia. De algo similar mueren quienes son asesinados cuando sufren un asalto, quienes son secuestrados y luego privados de la vida, etcétera. Y es que ése es el peligro real, de fondo: morir de México.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.