Hace casi 25 años, el Banco de México (Banxico) comenzó a funcionar como banco central autónomo, fruto de los cambios constitucionales de manufactura salinista en los artículos 28, 73 y 123, estrenándose en abril de 1994 la nueva ley que regularía su desempeño institucional, vigente hasta la fecha actual.
Desde su fundación, durante la agitada presidencia callista, el Banxico ha funcionado con cinco leyes: las de 1925, 1936, 1941, 1984 y 1993. Cada una de ellas ha reflejado tanto las diferentes formas de entender lo que debe ser un banco central, como el grado de desarrollo económico alcanzado en esos años y, por supuesto, el modelo para relacionarnos con los mercados internacionales.
Debido a los cambios políticos engendrados con las elecciones de julio de 2018, hay novedades en el banco central, lo cual es absolutamente normal y esperado en nuestra vida democrática. No se ha cambiado su ley y, por supuesto, no ha habido cambios en la Constitución que trastoquen su autonomía, que está reflejada en cuatro órdenes: organizacional, administrativo, instrumental y presupuestal.
Entonces, ¿dónde están las novedades en el Banxico que tanto ruido mediático han levantado?
El cambio obvio y visible está en composición de su Junta de Gobierno (JG), o sea, en la trayectoria profesional y en el perfil político de sus dos nuevos miembros: Jonathan Heath y Gerardo Esquivel. Se trata de dos economistas de gran reputación en su gremio, de probidad sin mancha y, sin duda alguna, afines con los principios teóricos y los valores políticos que sostienen la conveniencia de un banco central autónomo que trabaje por una inflación baja y estable en condiciones de estabilidad financiera.
¿En dónde está la sustancia de la autonomía del Banxico? El párrafo sexto del artículo 28 constitucional es claro: que siendo un ente autónomo su objetivo prioritario (no único) es la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda, que fortalece la rectoría económica del Estado y, subrayo, que “ninguna autoridad podrá ordenar al banco conceder financiamiento”.
Durante la campaña electoral pasada voces ignaras e ideas torcidas veían en riesgo letal la autonomía del Banxico en los enfoques macroeconómicos de AMLO. Se le inventó una postura política y económica inexistente en su plataforma electoral. Fueron solamente fuegos fatuos para atemorizar a un segmento del electorado sensible a este tema, pero poco conocedor de las funciones y objetivos del Banxico, de sus mandatos constitucionales y legales.
¿De verdad había una pizca programática en AMLO indiferente a una alta inflación, impulsada desde la rectoría económica del Estado, derivada de un gasto público excesivo financiado coercitivamente por el banco central? De ninguna manera, pues las decisiones macroeconómicas clave del nuevo gobierno confirman una postura a favor la estabilidad monetaria con una gran dosis de responsabilidad fiscal.
Al calor de las marrullerías y rumores insidiosos de la competencia electoral el bloque neoliberal insistió de muchas forma y tonos sobre un presunto populismo obradorista que tendría su expresión más acabada en una tesis infundada y fantasiosa: su gobierno atacaría la autonomía del banco central y, por ende, no mostraría de inmediato ninguna aversión ni a la inflación ni a la inestabilidad financiera.
Ni los mercados ni las instituciones financieras, nacionales e internacionales, por ejemplo, validaron hasta ahora las imputaciones dolosas de populismo en el gobierno de AMLO. No podría ser de otra forma. La izquierda democrática que hoy encabeza AMLO tiene como eje programático el fomento del crecimiento económico y del empleo en condiciones de estabilidad monetaria y financiera, donde el combate a la pobreza y la corrupción son objetivos inaplazables. En esa magna tarea de cambio social, la autonomía del Banco de México es crucial. Este es un dato duro en la macroeconomía para el desarrollo con equidad social.
La evaluación de la oposición parlamentaria a las postulaciones presidenciales de Heath y Esquivel a la JG del Banxico fueron acompañadas por criterios y juicios heterogéneos. Pero después de todo lo visto y oído en sus comparecencias, de excelente nivel, ambos fueron aprobados por la Comisión Permanente. Resultado muy predecible, dada la relación de fuerzas parlamentarias que allí existe ahora.
Una vez que fue exhibida como falaz la idea de que la autonomía del banco central no forma parte del ideario económico del nuevo gobierno, congresistas del PAN y del PRI detectaron frívolamente un supuesto conflicto de intereses de G. Esquivel en su futuro puesto de subgobernador, dada la posición de alto nivel de su esposa en el gobierno federal. Ni formal ni políticamente hay cruce de competencias en este caso.
Esta táctica grotesca para desacreditarlo no prosperó. Fue una vulgar “llamarada de petate” para evitar lo inevitable. Mucha ignorancia y chapucera desmemoria hubo en esos rezongos estériles. Hagamos un poquito de memoria.
¿De verdad en el pasado miembros notables de la JG, con compromisos y afinidades con el presidente de la república que los postuló, asumieron una conducta que atentó contra la autonomía del banco central? No, de ninguna manera, la autonomía no sufrió merma.
La autonomía se garantiza institucionalmente cada vez que el gobierno colegiado del banco (la JG) muestra su aversión a los brotes inflacionarios, al gasto público excesivo y a las señales de inestabilidad financiera, actuando consecuentemente con todo el instrumental de políticas públicas que tiene a su disposición.
¿O no fue esa la conducta de Mancera, Ortiz y Carstens, los primeros gobernadores en la era de la autonomía constitucional del Banxico? Es público y sabido que todos ellos llegaron al liderazgo del Banxico con el aval, respectivamente, de los presidentes Salinas, Zedillo, Calderón y Peña Nieto. Y en cada periodo de estos banqueros centrales, con sus aciertos y errores, los vínculos con sus exjefes no los hicieron sus incondicionales vasallos, precisamente en el sentido degradante con el que quieren ver maliciosamente a Esquivel los opositores al nuevo gobierno.
En todo caso, hay que percibir con optimismo que hay nuevos aires en el Banco de México, institución modélica del Estado mexicano. La presencia de Heath y Esquivel le dará a la JG una textura plural, más abierta y acorde a los nuevos tiempos que vive el país, contribuyendo a todo ello la presencia femenina de la subgobernadora Irene Espinosa. Muy renovada y fresca, sin duda, la conformación actual del equipo dirigente de nuestro banco central.