Muchas personas tienen la impresión errónea de que mi ámbito –el desarrollo mundial– se refiere solo a benefactores e instituciones de beneficencia que ayudan a los pobres. Sin duda, muchos grupos benéficos están realizando una labor generosa y loable, pero el desarrollo mundial se extiende mucho más allá de la caridad y tiene un impacto más grande en la economía mundial de lo que la mayoría de la gente piensa.
El sólido crecimiento económico en los países en desarrollo se convirtió en la fuerza motriz de la economía del mundo después de la crisis financiera de 2008-09, representando aproximadamente el 50% de todo el crecimiento mundial. Además, la mitad de las exportaciones de Estados Unidos se dirige ahora a los mercados emergentes y las economías en desarrollo.
El desarrollo económico mundial puede ser bueno para los resultados finales. Nos centramos en ayudar a más de 1000 millones de personas pobres a salir de la pobreza extrema y aumentar los ingresos del 40% más pobre de la población en los países en desarrollo. Para esto, debemos encontrar estrategias de crecimiento económico que ayuden a todos los segmentos de la sociedad en los mercados emergentes, llegando incluso a los Estados frágiles que se esfuerzan por dejar atrás años de conflicto y crear buenos puestos de trabajo para sus habitantes.
La pregunta que le hago a mi equipo todo el tiempo es, ¿cuál es nuestro plan? El cada vez más escaso financiamiento público no es suficiente para realizar la tarea. Debemos atraer inversiones del sector privado que ayuden a generar empleos. El 90 % de todos los puestos de trabajo en el mundo en desarrollo es creado por el sector privado. Si tenemos grandes aspiraciones para los pobres y los grupos vulnerables, no hay excusas: necesitamos que el sector privado prospere, incluso en los países más pobres.
En el Grupo del Banco Mundial, nos centramos en tres rumbos principales para fortalecer las economías de los países en desarrollo:
En primer lugar, la necesidad de que el crecimiento sea inclusivo. (i) Ahora tenemos pruebas certeras de que la mejor estrategia para los países es promover un desarrollo económico que incluya a todos. Una buena estrategia desde el punto de vista económico y político garantiza que una economía en crecimiento beneficie al 40% más pobre de la población.
A la inversa, cuando las naciones excluyen a las personas debido a su género, origen étnico, edad, religión, orientación sexual, u otras razones, su economía se resiente y las frustraciones de los excluidos se manifiestan en las calles. El crecimiento sin inclusión es insostenible y amenaza la prosperidad y seguridad de todos los países.
En segundo lugar, los países deben invertir en su población. La inversión en educación, (i) salud (i) y protección social (i) no solo es provechosa para los beneficiarios, ahora tenemos evidencias de que contribuye directamente al crecimiento económico y una mayor estabilidad de los países.
Para la mayoría de las personas pobres, un buen empleo es la clave para salir de la pobreza. Para conseguir trabajo, necesitarán adquirir nuevas habilidades, acceder a una educación de calidad y tener buena salud mientras están creciendo y durante su vida adulta.
Una comisión encabezada por el premio nobel Michael Spence comprobó que los países con los mejores niveles de crecimiento invirtieron del 7% al 8% de su producto interno bruto (PIB) en educación, capacitación laboral y salud. Por otra parte, si los países de ingreso bajo pudieran lograr la igualdad de género (misma cantidad de hombres y mujeres) en el empresariado y la fuerza laboral, el PIB per cápita aumentaría en 15%.
Y, en tercer lugar, nunca debemos perder de vista la amenaza creciente del cambio climático. El cambio climático (i) podría eliminar décadas de avances en la reducción de la pobreza. Los pobres son los primeros y más afectados por sus efectos, pero las economías de todas las naciones son perjudicadas. Si no enfrentamos este problema, no acabaremos con la pobreza extrema, y dejaremos un legado terrible para nuestros propios hijos y nietos.
Tenemos una oportunidad histórica. Podemos poner fin a la pobreza extrema en el curso de nuestras vidas si promovemos un crecimiento económico que incluya a todos, invertimos en las personas y protegemos las oportunidades de las futuras generaciones luchando contra el cambio climático. Al mismo tiempo, mediante la creación de condiciones para un crecimiento sólido y sostenible, las economías de los países en desarrollo seguirán ayudando a impulsar la economía mundial. Este no es un juego de suma cero. Si trabajamos juntos, podemos crear un mundo más próspero, justo y sostenible.
*Esta columna fue publicada con anterioridad en la zona de blogs del Banco Mundial.