Es bien conocido el alto crecimiento económico que ha tenido China en las últimas tres décadas. Pero se ha puesto menos atención a los beneficios que ha conllevado ese crecimiento y a la rápida urbanización del país. De hecho, China ha sacado de la pobreza a 500 millones de personas en los últimos 30 años, lo cual constituye un hito histórico.
Sin embargo, sus gobernantes saben que muchos desafíos persisten, algunos de los cuales surgen como resultado del acelerado crecimiento. Durante tres decenios, el Grupo del Banco Mundial ha sostenido una sólida asociación con el gobierno chino y hemos finalizado recientemente dos importantes estudios conjuntos: China 2030, impulsado por mi antecesor, Robert Zoellick, (i) y Urban China, (i) publicado hace unos meses.
Estos informes plantearon la necesidad de realizar grandes reformas tanto en el sector financiero como en las áreas del medio ambiente y de los derechos de las personas que migran desde las zonas rurales a las ciudades. Las autoridades chinas han acogido de manera positiva muchas de estas propuestas y han empezado a aprobar varias leyes relacionadas con estos temas.
Esta semana, dimos a conocer un nuevo estudio sobre la reforma del sistema de salud en China. Creo que este documento podría tener un impacto no solo en este país sino en el resto del mundo.
China ha realizado avances significativos en los últimos años en cuanto a dar un mayor acceso a atención médica a sus ciudadanos, pero los gobernantes chinos saben que esto no es suficiente. Después de reunirme al inicio de esta semana con el presidente Xi Jinping, el primer ministro Li Keqiang, el viceprimer ministro Liu Yandong y otras altas autoridades, ellos pidieron al Banco Mundial y a la Organización Mundial de la Salud (i) que trabajen con el Gobierno para ayudarle a proveer atención de salud de mejor calidad y más asequible, especialmente para la población de edad avanzada y la creciente clase media que enfrenta enfermedades crónicas.
Debido a una rápida urbanización, una esperanza de vida más larga, un estilo de vida más sedentario, la contaminación del aire y el mayor consumo de alimentos procesados, las personas son más propensas a padecer varias enfermedades, especialmente diabetes, hipertensión y otras afecciones graves.
En la actualidad, estos trastornos crónicos representan una impactante cifra del 80% del total de la carga de enfermedades en China. Más de 200 millones de habitantes sufren de hipertensión y más de 90 millones tienen diabetes.
Muchos de los desafíos que China enfrenta hoy en día son similares a los que tuvieron que afrontar los países de ingreso alto durante décadas, tales como enfermedades no transmisibles, envejecimiento de la población, mayores demandas y expectativas de los ciudadanos y una calidad insatisfactoria. Pero las perspectivas del sistema de salud del país no tienen que ser nefastas. China, en realidad, tiene la oportunidad de superar décadas de malas prácticas mediante el desarrollo de nuevos modelos de prestación de servicios de salud y la implementación de estos en gran escala.
Pensamos que China puede optar por un enfoque orientado a las personas, ofreciendo más atención sanitaria a cambio de la suma gastada al tiempo que aprovecha las nuevas tecnologías médicas y de la información y las comunicaciones.
Para mí está claro que a medida que China logra mayor prosperidad también tiene la determinación de contar con un mejor sistema sanitario. El sector de la salud está creciendo más rápidamente que la economía en general. La manera en que este crecimiento se maneje tendrá un enorme impacto económico en el país.
Este nuevo estudio se basará en los mejores conocimientos mundiales y en la experiencia china de modo de poder brindar soluciones prácticas que permitan al país fortalecer su desempeño en la prestación de servicios sanitarios -al más bajo costo posible- y, al mismo tiempo, mejorar la salud de todos sus ciudadanos.
Si China logra tener éxito en este proceso como pensamos que así será, creemos que su reforma de salud podría convertirse en un modelo a seguir por muchos otros países. Esto no solo beneficiará a los 1.300 millones de habitantes de China; esto sería muy positivo para muchas, muchas otras naciones. Mi pronóstico es que las enseñanzas que se aprendan ahora en unos pocos años se propagarán en todo el mundo.
*Esta columna fue publicada originalmente en la zona de blogs del sitio web del Banco Mundial.