El domingo, Donald Trump otorgó su primera entrevista como presidente electo a 60 Minutes, uno de los programas periodísticos más longevos y prestigiados de la industria, en el que usualmente acuden los presidentes electos a hacer lo que hizo Trump, dar su primera visión de lo que serán sus primeros días en la Casa Blanca y al frente del país más poderoso del planeta.
En la entrevista, Donald Trump se escuchó vago y hasta confundido. No supo contestarle a la entrevistadora, Lesley Stahl, prácticamente nada de lo que ella preguntó sobre sus planes de gobierno.
Sobre la deportación de migrantes, habló que en principio serían dos o tres millones los deportados porque se enfocaría en los que tienen acusación o antecedente criminal. Y, por alguna razón, esto se leyó como un Trump moderado.
Más que moderado, esto parece ser un Trump mal informado. Un Trump que no sabe que actualmente la división de Aduanas y Migración del Departamento de Seguridad Nacional cuenta con la capacidad para deportar a 400 mil migrantes al año por una simple y sencilla razón, no tiene a todo su personal trabajando en ello.
De acuerdo con un estudio del American Action Forum publicado ayer en el diario USA Today, actualmente ICE tiene a cinco mil empleados adjudicados al área de migración. Una deportación como la que quiere hacer Trump implicaría aumentar esa fuerza laboral a 90 mil personas, lo que equivale a tres veces el tamaño de la policía de Nueva York, de acuerdo al mismo estudio.
En fin, que entre este personal extra, los abogados en materia migratoria que tendría que contratar el gobierno, las camas para los detenidos, el charter de aviones y autobuses para las deportaciones, estamos hablando de entre 100 mil y 300 mil millones de dólares al año.
Trump no se está mesurando. Las circunstancias podrían mesurarlo. Como le ocurrió a Obama cuando prometió que apenas entrando en la Casa Blanca cerraría Guantánamo. Llegó y firmó un acta ejecutiva que después pasó al Legislativo y ahí sigue, sin avanzar, casi ocho años después, por la no autorización de fondos para el cierre de esa prisión.
Afortunadamente no todo lo que el Presidente de EU quiere, se puede hacer. Pero con un personaje como Donald Trump, que de gobierno no conoce nada, todo se puede esperar. Lo que, de entrada, parece un error es asumir que porque no supo qué contestarle a Lesley Stahl en la entrevista para 60 Minutes estamos frente a un Trump moderado.
Trump quiere la deportación masiva; quiere construir el muro a pesar de su costo y quizá por ello piensa que en partes de la frontera basta poner una malla metálica; quiere meter a la cárcel a Hillary; quiere sacar adelante a EU con una visión interna y dejar atrás la era de la globalización y los tratados de libre comercio...
Los demagogos como Trump, cuando han llegado al poder, hacen hasta lo imposible para que impere su voluntad. Apenas le regresaron al Presidente electo su cuenta de Twitter, lo primero que hizo fue atacar a los medios de comunicación como los culpables de quienes protestan su triunfo. Un ataque frontal a la primera enmienda que tanto valoran los estadounidenses.
Y en otras acciones en donde no tiene que estar involucrado el Poder Legislativo a través de la autorización de fondos, Trump actuó y pronto para dejar en claro el tipo de Presidencia que encabezará. Se ha apoyado en el senador por Alabama, Jeff Sessions, quien podría ser su procurador general, secretario de Estado o secretario de la Defensa en el gobierno que arranca en enero. Este senador, que detesta a los migrantes, fue el mayor promotor de la promesa de construir un muro. El fin de semana fue nombrada la mano derecha del senador Sessions como la asesora en materia migratoria para el gobierno de transición.
Además, Trump nombró a Steve Bannon, el ultranacionalista, racista, fascista editor de Breitbart News, como su estratega en jefe en la Casa Blanca. ¿Eso muestra a un Trump moderado? Definitivamente no.
Para Estados Unidos vienen años en los que se pondrán a prueba sus instituciones. Los contrapesos del Legislativo y del Judicial, pero sobre todo de la oposición y de la prensa. La oposición, que actualmente se encuentra moralmente derrotada y lamentando haber tenido como su candidata a Hillary Clinton, tendrá que curar rápido sus heridas. Y la prensa, que dejó mucho que desear en la contienda presidencial, ahora tiene como primer reto no normalizar a un individuo con las características de Trump.
*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.