Hay un proceso silencioso que se está dando en los mercados cuyo impacto es grave y distorsivo para la economía. Y lo peor de todo: vino para quedarse.
En el mundo de la matemática financiera y los negocios, la tasa de interés es el costo del dinero, es decir que es el precio a pagar para obtener dinero prestado (un préstamo), siendo directamente proporcional al nivel de riesgo asumido.
La tasa de interés es una de las variables macroeconómicas más estudiadas y relevantes junto a la inflación, el tipo de cambio y los salarios. Y se ha convertido ahora también una de las principales incógnitas de los últimos años. Basta con ver la cantidad de bonos soberanos emitidos que cotizan con un rendimiento (tasa interna de retorno) negativo, producto del accionar de muchos bancos centrales que emiten para comprar los bonos de las tesorerías de sus respectivos países con la intención de abaratar los costos de tomar deuda e incentivar la economía.
El primer banco central en dar el puntapié inicial fue el de Suecia cuando redujo en julio de 2009 la tasa de depósitos overnight (a un día de los bancos comerciales en el banco central) a -0,25%. Otros países europeos y Japón se han unido al club. En el momento de cerrar esta nota, esas políticas hicieron que los rendimientos de los bonos de Suiza y Japón hasta 10 años inclusive fueran todos ellos negativos.
Observemos en este gráfico el resultado de este tipo de políticas: el 41% del total de bonos de tesorerías de países desarrollados operan con tasas de interés nominales negativas.
Evolución 2013-2016 de la cantidad de bonos soberanos emitidos a tasa negativa en países desarrollados:
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Fuente: Bank of America
Una tasa de interés anualizada del 1% por ejemplo sobre un prestamo de 100.000 dólares significa que el que tomó el préstamo debe repagar el valor nominal de esa deuda más los 1.000 dólares de tasa de interés al que otorgó el préstamo al cabo de un año. Lo mismo se aplica a los bonos. Pero en forma opuesta, si las tasas de interés son del 1% significa que el banco le va a pagar 1% al tomador del préstamo más el valor nominal.
Es un sinsentido económico y atenta contra la lógica del incentivo positivo para las tasas de interés. ¿Quién va a pagar dinero por asumir el riesgo de prestar dinero a un tercero, muchas veces desconocido, y no recibir nada a cambio?
Es cierto que una tasa negativa incentiva la toma de préstamos. Pero precisamente, las tasas de interés son negativas porque a los bancos centrales ya no les quedan herramientas para incentivar esa demanda, que no reacciona por la cantidad de planes de estímulos monetarios: se entra en una trampa de liquidez y se requieren tasas cada vez más negativas.
El temor de entrar en un proceso deflacionario, con todo lo negativo para los productores y consumidores, incentiva a los bancos centrales a tomar ese tipo de decisión.
Pero son medidas que muestran desesperación. Hasta la presidente de la Reserva Federal, Janet Yellen, no descarta tener tasas de interés negativas en algún momento.
Imponer una tasa de interés negativa de referencia y para algunos depósitos es también un intento de disuadir a los inversores que quieren adquirir moneda local como un valor refugio, porque la apreciación de una moneda equivale a una pérdida de competitividad directa de su economía.
Un efecto no deseado de tales políticas es la del retiro de los depósitos de los bancos ya que hay que pagar por tenerlos custodiados. O serán invertidos en activos riesgosos con el riesgo de fomentar burbujas especulativas en otros activos, o bien para el minorista puede representar un incentivo a tener el dinero en su casa ("debajo del colchón").
Además de negativas en términos nominales, las tasas se tornan más negativas aún en términos reales con la inflación:
Tasa real = Tasa nominal - Inflación
El sector financiero se encuentra entre los más afectados cuando se da este fenómeno, porque vive de prestar y cobrar una tasa positiva y en aumento de acuerdo al riesgo del tomador de préstamos. Su rentabilidad depende de la diferencia entre la tasa activa y pasiva. Las tasas pasivas pagadas a ahorristas más bajas significan tasas pasivas más bajas también, reduciendo directamente la rentabilidad porque el spread se reduce cuando ambas se reducen.
En síntesis, las tasas de interés negativas son una peligrosa distorsión, fruto de la situación de crecimiento por debajo de lo esperado y de los sucesivos planes de estímulos aplicados por los diferentes bancos centrales (en especial desarrollados) que encuentran nuevas herramientas no ortodoxas para alentar la inversión y el consumo. Es una tendencia que vino para quedarse, mientras el crecimiento mundial no se recupere saludablemente.
*Esta columna fue publicada originalmente en Sala de Inversión.