Por más de dos décadas parecía que existía un gran consenso alrededor del mundo sobre la importancia de propiciar el libre comercio para facilitar el flujo de bienes y servicios entre los países y fomentar el crecimiento económico. Los ejemplos de países que se han favorecido del comercio son numerosos. No solo países desarrollados, sino también economías de bajos ingresos se han beneficiado.
Pero hace ya unos años los vientos contra el libre comercio empezaron a soplar. El primer campanazo fuerte de alerta pudo ser el Brexit, pero el evento que mostró claramente que el viento a favor del libre comercio iba a cambiar de dirección fue la llegada de la Administración Trump al poder. Desde ese momento, quedó claro que iban a aparecer cambios en la política comercial.
Los últimos meses las medidas de la administración Trump ratificaron que la dirección que iba a tomar la administración estaba en línea de lo prometido durante la campaña. La imposición de impuestos a las importaciones a los Estados Unidos, de diferentes orígenes, fueron los primeros pasos. Pero la verdad es que estas las medidas no se podían denominar aún como una guerra de tarifas.
Sin embargo, las últimas tarifas impuestas por la administración de Trump, el 5 de julio de 2018 a los bienes de China, y la inmediata retaliación de China imponiendo más aranceles a los productos de Estados Unidos, son la última manifestación de este viraje.
Lastimosamente, pareciese que estos acontecimientos no serán el final de la historia. Ahora ya es posible hablar de una guerra comercial entre las dos economías más grandes del mundo. Y existe evidencia de otras economías, como la Unión Europea, que empieza a combatir las medidas comerciales de los Estados Unidos. Lastimosamente, esto tendrá efectos no solo en los negocios y en los consumidores de Estados Unidos y China, sino también en todo el mundo.
Claramente, en una economía tan globalizada como la actual y con tantas interrelaciones, estas tarifas afectarán cadenas logísticas de producción a nivel mundial y no habrá economía alguna que no se vea afectada. Es aún prematuro determinar si esta guerra parará ahí o escalará. Pero también parece claro que será difícil echar marcha atrás. Y por eso no es fácil ser optimista frente a este panorama.