Bajo el marco de Tercera Conferencia “En la era de la Inteligencia Artificial”, organizada por AméricaEconomía, la recién nombrada nueva agregada del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para Chile conversó con este medio sobre los desafíos de la región en materia de transformación tecnológica.
-Usted asumió hace muy poco el cargo de representante del BID en Chile. ¿La designación de una mujer es señal de cambio en una organización eminentemente liderada por hombres?
-Primero, creo que es un desafío, pero ciertamente es una señal de cambio. Esta señal de transición es muy importante en los organismos multilaterales en general. Y lo anterior se refiere claramente al empoderamiento de las mujeres en participar en diferentes posiciones, y sobre todo en el incentivarnos y empoderarnos para hacer cambios en la organización. Entonces, creo que de verdad es una oportunidad enorme de mandar un mensaje de que son otros tiempos, de que acá las mujeres pueden empezar a liderar cualquier iniciativa que se propongan, porque eso genera valor para la organización.
Somos un banco de desarrollo, por lo tanto, nuestra labor es trabajar con los gobiernos en implementar y diseñar la mejor política pública para sus desafíos, y eso solo se hace con equipos diversos, con equidad de género y multidisciplinarios; que realmente en un trabajo abierto y colaborativo ayuden a los países de América Latina y el Caribe a aprovechar mejor una era que ya es digital.
-Si hablamos de América Latina y el Caribe, y de su transformación digital, ¿han hecho un buen trabajo los gobiernos latinoamericanos en ese sentido?
-Como BID vemos que hay un gran desafío por delante. Para una verdadera transformación tecnológica, el gran reto que tiene América Latina es superar la desigualdad. Si no capitalizamos los beneficios de un mundo que ya es digital, esa brecha se va a hacer más grande. Si miramos a Chile, por ejemplo, en materia de avance digital, su fuerte ha estado en estos años en tener mucha institucionalidad tras esos avances, muchos acuerdos y visión de país; y en materia de digitalización, Chile siempre se exige a sí mismo cumplir con importantes estándares internacionales, en este caso el de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).
-¿Cómo se aborda el tema de la desigualdad desde el desarrollo de lo digital?
-Está en la pregunta ¿qué tenemos que hacer para dejar de ser una región en vías de desarrollo? El reto es grande, porque los gobiernos de la región deberán obligatoriamente seguir fortaleciendo los ecosistemas de innovación y de emprendimiento. Por otro lado, seguir fortaleciendo y expandiendo el sistema financiero, y junto con ello, seguir canalizando nuevas oportunidades de atracción de talento. Se tiene que seguir capitalizando que las industrias tradicionales, como la minería, por ejemplo, aprovechen al máximo la transformación digital. También cómo diversifico a la par muchas otras industrias, más allá de los commodities.
-Hoy, lograr estabilidad en los países de la región es complicado mediante modelos económicos que no han podido resolver los grandes problemas sociales. ¿Cómo debería ser un proceso de transformación digital que incluyera esos temas y el dialogo público-privado con el fin de encontrar soluciones más justas?
-Primero, ese diálogo es fundamental, se tiene que dar. No puede haber economías exitosas si no están basadas en un ecosistema que tenga como centro el diálogo. Uno de los países ejemplo de eso ha sido Chile que, si bien mantiene problemas de desigualdad importantes, ha institucionalizado un diálogo constante entre empresarios y gobierno para poder enfrentar ciertas crisis que se han ido produciendo a través de los años. Esos espacios de conversación son muy relevantes, porque esos desafíos se vuelven tareas país.
-¿En qué consiste la tarea del BID de fomentar esos diálogos para encontrar soluciones a los problemas de fondo de América Latina?
-Consiste básicamente en promover e incidir en los diálogos, cooperando con evidencia sobre las políticas públicas que se estén discutiendo, es decir, qué dicen los datos, qué dicen los marcos de referencia internacionales, y junto con ello, cómo hacemos que el debate público-social se realice sobre la base de datos. Pero sobre todo potenciamos que los espacios de dialogo público-privado existan.
Multidisciplinaria y ecosistémica
-¿Cuál es el diagnóstico si hablamos de países que han oficializado políticas digitales en la región? ¿Hay casos de éxitos que comentar?
-Hoy, en Latinoamérica y el Caribe, únicamente solo 14 países tienen un documento impulsado por el gobierno, dentro de su política pública, que hable de políticas digitales a nivel de estrategia de digitalización del país. Estrategias específicas, hoy solo tiene México que, durante el año pasado, redactó un plan de digitalización e Inteligencia Artificial (IA); y si hablamos de la ciberseguridad como política de Estado, únicamente 13 países de la región han comenzado un periodo de discusión del tema.
En general, en la región el gran desafió en políticas públicas para la transformación digital e IA es que, en primer lugar, se vea a ambas disciplinas como políticas de Estado, que se tienen que abordar de manera multidisciplinaria y ecosistémica y que, por cierto, deben ir encaminadas para que todos los beneficios de la economía digital permitan cerrar las grandes brechas de desigualdad en la región.
-Usted lideró esa política digital en México. ¿Cómo se dio ese proceso?
-En México, el éxito del proceso se debió a que se dio un diálogo que involucró a todas las partes, y por preguntarnos ¿cuáles van a hacer las prioridades para el gobierno digital? Por ejemplo, los trámites de la ciudadanía, las inversiones que permitan que la transformación digital de las pymes y nuevos emprendimientos en la misma área.
Por otro lado, tener un nuevo marco de referencia de habilidades digitales, desde la educación básica, y finalmente, la seguridad de un entorno que es digital, que tiene riesgos y que, por cierto, tiene que tener un marco de referencia para mitigarlos.
Lo anterior se convirtió en política pública, y eso es fue lo más importante. No es moda. Es una política pública que se debe abordar de manera multisectorial y de forma ecosistémica. Y en la medida en que los países vayan adoptando esa posición, que la transformación digital es una política de Estado, se podrán capitalizar mejor los beneficios de la economía digital, y con ello cerrar las brechas de desigualdad.