¿Qué antecedentes permiten poner en perspectiva el “Acuerdo del Pacífico” suscrito el 28 de Abril en Lima por Colombia, Chile, México y Perú? El antecesor inmediato de ese acuerdo fue la propuesta planteada en 2007 por el presidente de Perú, Alan García, de crear un “Arco del Pacífico Latinoamericano”, que debía incorporar a todos los países de la región ribereños de ese océano.
La iniciativa tenía un trasfondo político antes que geográfico: a diferencia de los Estados que integran el Mercosur, todos esos países tenían o negociaban un Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos. Eso hacía que para ellos careciera de relevancia la razón fundamental por la cual los miembros del Mercosur fueron renuentes primero a respaldar la creación de un “Área de Libre Comercio de las Américas” (ALCA), y luego a suscribir un TLC con los Estados Unidos: los subsidios agropecuarios.
Al aceptar a nivel bilateral el ingreso sin restricciones de productos subsidiados por el gobierno estadounidense, y dada la posición de este último en el sentido de que sólo negociaría los subsidios agropecuarios a nivel de la Organización Mundial de Comercio (OMC), para esos países el tema virtualmente desaparecía de la agenda comercial a nivel hemisférico.
A su vez, a diferencia de los miembros del ALBA, los gobiernos de los países que habrían de conformar el “Arco del Pacífico Latinoamericano” pretendían compartir el capitalismo de mercado como modelo económico, y la democracia representativa como modelo político.
Por último, se trataba de países ubicados en la Cuenca del Pacífico, la zona comercial de más rápido crecimiento a nivel mundial, además de contener a los únicos países que buscaban negociar tratados de libre comercio con economías de la APEC, y en particular con China (Chile y Perú ya suscribieron cada uno un TLC con China). Aquí tendían a soslayarse, sin embargo, ciertas diferencias entre países como el Perú (cuya economía tiende a ser complementaria con la de China), y países como los centroamericanos (cuyas “maquilas” tienen que competir con productos chinos).
A esas razones podría añadirse desde entonces otra: la importancia creciente para varios miembros potenciales de ese “Arco” de un tema que en el pasado pareció ser crucial sólo para el área andina (el del narcotráfico). Así, Colombia fue desplazada por México como el país latinoamericano en el que se produce el mayor número de homicidios relacionados con el tráfico de drogas, a medida que los cárteles mexicanos desplazaban a los colombianos en el negocio. Y tres países centroamericanos adquirían una siniestra notoriedad en la agenda exterior estadounidense, al tener una importancia creciente como zona de tránsito de drogas y de operación de los carteles mexicanos: El Salvador, Guatemala y Honduras (a los que ahora tiende a denominarse en círculos oficiales de los Estados Unidos como el “Triángulo Norte de América Central”).
Sin embargo, desde que Alan García concibiera la propuesta inicial, se produjeron un par de deserciones: el nuevo gobierno ecuatoriano, bajo la presidencia de Rafael Correa, señaló que no tenía interés en retomar las negociaciones para suscribir un TLC con los Estados Unidos, y luego convertiría a su país en un nuevo integrante del ALBA.
Por su parte, la llegada a la presidencia de Nicaragua de Daniel Ortega (país que ya había suscrito un TLC con los Estados Unidos), llevó a que Nicaragua no sólo se integrara al ALBA, sino que además estableciera un alineamiento creciente con la política exterior del gobierno de Hugo Chávez, en Venezuela. Con lo cual se quebraba la continuidad territorial de un hipotético “Arco del Pacífico Latinoamericano”, basado en las coincidencias antes descritas.
Esa es una de las razones por las que sólo quedan como integrantes del “Acuerdo del Pacífico” las cuatro economías más grandes de lo que fuera el proyecto inicial: Colombia, Chile, México y el Perú. Las economías centroamericanas no sólo son sensiblemente más pequeñas, sino que además no parecen tener un interés significativo en diversificar sus socios en el proceso de inserción en la economía internacional, y sus economías han tenido un desempeño relativamente pobre en años recientes, en parte precisamente por su gran dependencia en materia de comercio, inversiones y remesas respecto a la economía de los Estados Unidos.
Lo cual a su vez tiene su contrapartida en otros ámbitos de la política exterior, en los que Centroamérica tiende a alinearse con la posición de los Estados Unidos en mayor proporción que los cuatro países antes mencionados. Ejemplo de ello fue la invasión de Irak en 2003, que respaldaron todos los gobiernos centroamericanos, algunos de ellos incluso con el envío de tropas. Entre los otros cuatro, Chile, México y Perú se opusieron a esa invasión (los dos primeros desde el propio Consejo de Seguridad de la ONU), y aunque Colombia expresó su respaldo, jamás contempló el envío de soldados.
En general, dentro de una relación de cercanía con los Estados Unidos en una serie de temas de la agenda internacional, estos cuatro países han mantenido cierta autonomía en temas como el de las negociaciones comerciales dentro de la OMC o la relación con gobiernos de la región hostiles a ciertos intereses de los Estados Unidos: ejemplo de esto último son el restablecimiento de relaciones diplomáticas y la firma de acuerdos de cooperación entre los gobiernos de Juan Manuel Santos, en Colombia, y el de Hugo Chávez, en Venezuela.
Aunque la nueva propuesta de integración no excluye la posibilidad de incorporar en el futuro a los demás miembros de la propuesta inicial, esas serían las razones para excluirlos en el punto de partida.