Los aranceles chinos sobre las importaciones de productos agrícolas de EE.UU. han golpeado a los agricultores, un sector que ayudó a Trump a llegar a la Casa Blanca. Pero los ataques de Trump a China deleitaron a sus seguidores en 2016, y es probable que lo destaque como una muestra de fortaleza.
Washington. A medida que se retoman las conversaciones comerciales entre Estados Unidos y China, los asesores de Donald Trump confían en que el presidente pueda mostrar su postura contra Pekín como una fortaleza para las elecciones de 2020, pese a las concesiones que ha hecho y a no tener ningún acuerdo a la vista.
Trump y su par chino, Xi Jinping, acordaron en Japón el mes pasado otra tregua en la guerra comercial gracias en gran parte a la promesa del republicano de no imponer nuevos aranceles a los productos chinos y de reducir las restricciones a la compañía de tecnología Huawei Technologies Co Ltd.
El acuerdo en Osaka relanzó las conversaciones que estaban estancadas desde mayo. Negociadores chinos y estadounidenses hablaron por teléfono el martes y están discutiendo una reunión cara a cara en el futuro.
Pero no se ha fijado una fecha límite para que concluya el proceso, lo que deja abierta la posibilidad de una negociación que dure hasta el próximo año, cuando Trump estará luchando por lograr la reelección.
"Creo que llegaremos al 2020 antes de que haya alguna solución a esto", dijo Steve Bannon, exjefe de estrategia de la Casa Blanca con Trump, quien ha abogado por una postura dura contra Pekín.
Bannon aplaudió la decisión de Trump de retirar los nuevos aranceles y ser flexible con Huawei, ya que esas decisiones permitieron que se reanudaran las conversaciones entre los países. "Creo que lo ayudará políticamente porque es la realidad del mundo en que vivimos", señaló.
Washington quiere que Pekín cambie lo que considera prácticas comerciales desleales, como el robo de propiedad intelectual, la transferencia forzosa de tecnología por parte de compañías estadounidenses a sus contrapartes chinas, el apoyo a empresas estatales y la manipulación de la moneda.
Trump ha impuesto aranceles del 25% a productos chinos por valor de US$250.000 millones y se ha comprometido a aceptar un acuerdo con Pekín que incluya reformas estructurales a la manera en que el gigante asiático hace negocios.
Los aranceles de represalia chinos el año pasado sobre las importaciones de productos agrícolas de Estados Unidos han golpeado a los agricultores, un sector que ayudó a Trump a llegar a la Casa Blanca.
Pero los ataques de Trump a China como candidato en 2016 deleitaron a sus seguidores, y es probable que destaque su política arancelaria como una muestra de fortaleza el próximo año.
Washington y Pekín estaban cerca de llegar a un acuerdo en mayo, pero China se resistió a los requisitos de cambiar sus leyes para implementar reformas, dijeron funcionarios de Estados Unidos.
Vulnerabilidad. Algunos dicen que el equipo negociador de Trump fue el que estuvo más cerca de lograr que China hiciera cambios. Pero los demócratas, muchos de los cuales también prefieren un enfoque duro respecto a China, ven una vulnerabilidad potencial en el enfoque del mandatario republicano.
Trump insiste en que los aranceles no están perjudicando a los consumidores estadounidenses y ha ofrecido decenas de miles de millones de dólares en ayuda a los agricultores afectados por estas medidas. Sin un acuerdo para 2020 y con las medidas todavía vigentes estados como Iowa y Pensilvania, que apoyaron a Trump en 2016, podrían cambiar de bando.
Esas dinámicas preocupan a algunos cercanos a Trump. Stephen Moore, un asesor económico externo del presidente, dijo que un acuerdo rápido sería útil. El avance de Osaka fue positivo, señaló, pero las treguas no duran para siempre.
"Tal vez esto podría ayudarnos en las elecciones", sostuvo Moore, quien se retiró de la consideración para un puesto en la Reserva Federal a principios de este año tras las críticas a sus comentarios sexistas sobre las mujeres y los cambios en la política de tasas de interés.
Trump no hizo todo lo que prometió respecto de China como candidato en 2016. No declaró al país como un manipulador de divisas y sus políticas arancelarias se ven suavizadas por sus frecuentes elogios a Xi. El republicano, quien se considera a sí mismo como un gran negociador, no parece haber empujado a su par chino a restaurar las promesas de las que Pekín renegó en mayo.
"El mayor logro de las negociaciones es que ellos (China) han vuelto a la mesa, pero no hay una fecha establecida y no hubo una mención pública (...) de que han logrado algo", respecto a lo que Pekín se negó a cumplir previamente, dijo Michael Pillsbury, un asesor comercial externo de Trump.
Pillsbury sostuvo que las concesiones sirvieron para iniciar las conversaciones. "Es una decisión audaz porque si no lo hubiera hecho, es posible que no hubiera ningún tipo de negociación".
Pero el equipo de Trump ve el desarrollo de las negociaciones como una fortaleza ya que cree que la falta de acuerdo es mejor que un mal trato y que el progreso es mejor que el estancamiento.
"Trump es el primer presidente de Estados Unidos que se enfrenta a China por sus malas acciones en el comercio (...) esta posición de fortaleza tendrá eco en los votantes preocupados por el empleo", dijo la portavoz de campaña del mandatario Erin Perrine.
Funcionarios en Washington han dicho que China acordó adquirir más productos estadounidenses, pero esas compras, a pesar de ser anunciadas por el presidente, no siempre se han materializado. Esto también podría tener un impacto político en 2020, si los votantes de los estados agrícolas y manufactureros se convencieran de que sus políticas no los han ayudado.
"Si la gente cree que las cosas se están moviendo en la dirección correcta y continúan las compras de diferentes productos agrícolas, como la soja, en esos estados clave (...) entonces el presidente podrá decir con razón que las cosas están progresando", dijo Sean Spicer, exportavoz de Trump.