La emisión de deuda de firmas estadounidenses superó el billón de dólares en cada año de la década que comenzó el 1 de enero de 2010 y finaliza este martes a la medianoche, una racha sin igual, según la Asociación de la Industria de Valores y Mercados Financieros.
Nueva York. Cualquiera que sea el apodo que finalmente se le dé a los diez últimos años, en Wall Street y en todo Estados Unidos corporativo se le podría llamar la "década de la deuda".
Con los bajísimos niveles en los que están las tasas de interés, cortesía de la política de dinero fácil de la Reserva Federal tras la crisis financiera, a las compañías les resultó más barato que nunca acudir al mercado de bonos corporativos para abastecerse de liquidez.
La emisión de deuda de firmas estadounidenses superó el billón de dólares en cada año de la década que comenzó el 1 de enero de 2010 y finaliza este martes a la medianoche, una racha sin igual, según la Asociación de la Industria de Valores y Mercados Financieros (SIFMA, por su sigla en inglés).
En total, la deuda corporativa en circulación se disparó más del 50% y pronto superará los US$10 billones, frente a alrededor de US$6 billones al cierre de la década previa. Las mayores empresas de Estados Unidos, componentes del índice S&P 500, representan aproximadamente el 70% de eso, casi US$7 billones.
¿Qué se hizo con todo ese dinero?
Es una obviedad en finanzas corporativas que el efectivo debe usarse para hacer crecer el negocio o devolverlo a los accionistas. Pero resulta que en los últimos diez años, las firmas estadounidenses hicieron más transferencias a sus accionistas que reinversiones.
En el primer año de la década, las firmas gastaron unos US$60.000 millones más en dividendos y en recompras de sus propias acciones que en nuevas instalaciones, equipos y tecnología. Para 2018, esa brecha se había multiplicado a más de US$600.000 millones, y la diferencia en 2019 podría ser igual de grande, especialmente dada la restricción del gasto de capital por la guerra comercial.
Se considera que el auge de la recompra ayudó a avivar una racha alcista en las mercados de acciones estadounidenses de una década.
Mientras tanto, el crecimiento del gasto de capital ha sido irregular en el mejor de los casos. Eso pese a un enorme paquete de estímulo fiscal masivo entregado por el gobierno del presidente Donald Trump, marcado por la reducción en la tasa de impuestos corporativos al 21% desde 35%, que se esperaba elevara el gasto empresarial.
Un subproducto de las recompras de acciones es que hacen que las empresas se vean más rentables, según la métrica de rendimiento favorita de Wall Street, las ganancias por acción (EPS, por su sigla en inglés), de lo que parecerían de otro modo.
Con empresas que compran más y más de sus propias acciones, la EPS de las firmas del S&P 500 se ha duplicado en casi 10 años. Mientras tanto, el beneficio neto ha aumentado a la mitad de eso y mucho más erráticamente.
El mercado de bonos corporativos no solo ha crecido, sino que se ha vuelto más riesgoso.
Con los inversores clamando por rendimiento en un mundo de tasas bajas, la deuda calificada solo un escaño o dos por encima de los niveles de bonos de alto rendimiento, o basura, ahora representa más de la mitad del mercado de grado de inversión, en comparación con alrededor de un tercio al inicio de la década.