Se redujo de US$ 190 millones en 2022 a - US$ 814 millones en 2023.
El 8 de julio, Bolivia logró un objetivo que tomó nueve años: su adhesión como miembro pleno en el Mercado Común del Sur (Mercosur). Los aplausos salieron a flote. Pero quedan retos en el horizonte, en un bloque con el cual el saldo comercial está con cifras rojas.
Las relaciones comerciales con Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela (este último suspendido desde 2016) cobrarán nuevos bríos, sin embargo queda mucho por hacer, ya que la gestión pasada la balanza comercial con este bloque marcó una caída de 528%: de US$ 190 millones a favor, a US$ 814 millones en contra.
El Gobierno de Luis Arce calificó la inclusión como un “hito histórico”. En la cumbre del Mercosur en Paraguay, donde se oficializó la decisión, hubo celebración. Mientras los empresarios del país expresaron su esperanza de que Bolivia se convierta en un “eje de articulación de los bloques económicos más importantes de Sudamérica”.
Las expectativas no son para menos. Ahora incluyendo a Bolivia, se tiene que esta apuesta regional abarca 14 millones de kilómetros cuadrados de territorio, un mercado de 315 millones de habitantes, un Producto Interno Bruto (PIB) que supera los US$ 3 billones y exportaciones anuales por más de US$ 447.000 millones.
DISPARES
El gerente del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), Gary Rodríguez, pone paños fríos al tema. “En 1994 tuvimos una fuerte discusión con Gonzalo Sánchez de Lozada y funcionarios de Cancillería, empeñados en que Bolivia sea miembro pleno del Mercosur. Les dijimos que el país no estaba preparado y que el resultado de una integración entre dispares sería negativo”, indica a La Razón.
“Pero pudo más la obstinación de Goni y el mal asesoramiento de su entorno, y se avanzó a un Acuerdo de Libre Comercio. ¿El resultado? Lo que se había anticipado: sin considerar el gas, entre 1997 y 2023, Bolivia acumuló un déficit comercial por US$ 43.000 millones, con lo que quienes se benefician del mercado nacional son brasileños, argentinos, paraguayos y uruguayos”.
Tomando en cuenta la venta de gas boliviano, la relación comercial con el bloque arroja un superávit de US$ 16.661 millones desde 1997 hasta 2023, con US$ 68.580 millones en exportaciones y US$ 51.919 millones en importaciones, según los datos elaborados por el IBCE para La Razón, con base al Instituto Nacional de Estadística (INE).
Si bien la exportación de hidrocarburos pesó para números positivos en la balanza del último sexenio (más datos en la infografía), el año pasado se presentó un bajón preocupante que tiene que ver precisamente con los menores ingresos por el gas: de US$ 190 millones en 2022 se pasó a -814 millones en 2023, una caída de 528%.
Aunque Rodríguez repara en esta valoración. “Primero, para evaluar el comercio Bolivia-Mercosur, no se debe considerar el gas, pues no hace parte del Acuerdo de Libre Comercio firmado en 1996, ya que la exportación de gas a la Argentina data de los 70 y al Brasil, de inicios de los 90.
Segundo, incluso con la venta de gas, en 2023 tuvimos un déficit por US$ 814 millones con el Mercosur, lo que demuestra lo que se dijo ya, que, lamentablemente, ‘para Bolivia, Mercosur es gas y nada más’”.
“Desgasificando” los negocios entre el país y el bloque, como advierte Rodríguez, las estadísticas son rojas desde 1997 y no bajan de la suma negativa de US$ 2.500 millones desde 2021 (más datos en la infografía). El histórico señala que la balanza negativa asciende a US$ 42.639 millones, con US$ 51.904 millones en importaciones y US$ 9.265 millones en ventas.
En la evaluación que toma en cuenta a la venta de hidrocarburos, la caída más dura se presenta con Argentina. En 2022, las exportaciones llegaron a US$1.744 millones, pero el año pasado decayeron hasta US$ 954 millones. Y las compras bajaron igualmente, de US$1.336 millones a US$1.085 millones, respectivamente Eso sí, en el histórico desde 1997 hay un superávit a favor del país: con ventas de US$ 2.433 millones e importaciones por US$ 19.639 millones, es decir, US$ 2.794 millones a favor.
Más todavía, las ventas se redujeron también entre 2022 y 2023 con las otras naciones del Mercosur: de US$ 1.893 millones a US$ 1.569 millones con Brasil, de US$ 65 millones a US$ 47 millones con Paraguay, y de US$ 19 millones a US$ 16 millones con Uruguay. Sin embargo, con Venezuela, que se encuentra suspendida del bloque, hay una aumento leve: de US$ 2 millones a US$ 5 millones.
De acuerdo con los datos del IBCE, el año pasado el producto más exportado al Mercosur fue el gas, por un valor de US$ 2.049,6 millones, seguido de lejos por productos de soya (US$ 177,9 millones), úrea (US$ 72,1 millones), bananas (US$ 44,2 millones), boratos de sodio (US$ 28,2 millones), gas licuado de petróleo (US$ 22,2 millones), entre los principales.
Al otro lado de la moneda, en cuanto a las importaciones, en primer lugar se sitúa el diésel por US$ 591,6 millones, seguido por gasolinas sin tetraetilo de plomo (US$ 238,6 millones), barras de hierro (US$ 85,9 millones), preparaciones con grado alcohólico (US$ 70 millones) y coches para transporte de mercancías (US$ 44 millones), en el tope de la tabla estadística.
Para el Gobierno, con la adhesión a este bloque se abre un abanico de oportunidades para los productos bolivianos. “Es un gran reto y una gran oportunidad. Sí, tenemos musculatura en algunos sectores como el sector ganadero, por ejemplo; será una gran oportunidad para el sector del litio cuando empecemos a industrializar a gran escala”, dijo el vicecanciller Elmer Catarina, sin dejar de mencionar al hierro del Mutún.
OFERTA
Y Rodríguez expone de nuevo su posición crítica. “Muchos piensan que al ser Bolivia miembro pleno del Mercosur ese mercado se ‘abrirá’ para nuestros productos, pero no es así. El libre comercio con ese bloque rige ya desde 2014, luego de concluir el Programa de Liberación Comercial, pero no es aprovechado por dos razones: la oferta exportable boliviana coincide con la del Mercosur, que produce más competitivamente, y por otra parte, debido a las trabas paraarancelarias, principalmente en Brasil y Argentina”.
Por esta razón, “hoy se exporta menos productos con valor agregado que cuando no había la zona de libre comercio. Lo que se viene ahora, en términos de oportunidades y riesgos, tiene que ver con el libre comercio en el sector de servicios, libre circulación de capitales y personas, armonización de políticas y el tener que ser parte de la Unión Aduanera del Mercosur que, como se sabe, tiene un fuerte rasgo proteccionista”, complementa el gerente del IBCE.
Hay otros expertos que apuntan a resultados no inmediatos. “La incorporación de Bolivia… constituye uno de los acontecimientos más importantes en materia de opciones de desarrollo a largo plazo para el país”, manifiesta Horst Grebe, economista y columnista de La Razón, para quien “Bolivia dispone de cuatro años para adecuar sus leyes y reglamentos al marco normativo” de este bloque.
El exministro plantea desafíos para el país en cuanto a fortalecimiento institucional y capacitación profesional, por ejemplo, y en el sector empresarial.
“Para aprovechar de verdad las oportunidades de pertenecer al Mercosur, el país tendrá que establecer un catálogo muy exigente de cambios en las orientaciones y enfoques de su desarrollo. Es probable que tal esfuerzo valga la pena”, remarca en su columna del domingo 14.
ESTABILIDAD
Como un espaldarazo al mandato de Arce y una muestra de lo que se puede construir en este trayecto, el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva llegó al país con sus ministros y un grupo de empresarios para allanar una “nueva era” en las relaciones bilaterales, más allá de la compraventa de gas.
Y pidió garantizar cinco tipos de estabilidad para entablar negocios: política, económica, fiscal, jurídica y social.
Así, ahora queda que Bolivia pavimente su ingreso al Mercosur. ¿Qué debe hacer en estos cuatro años? Rodríguez sugiere aprender de lo recorrido y prepararse para competir en un nivel alto.
“Negociar en los mejores términos la incorporación del gran acervo normativo de dicho bloque, para que en los próximos cuatro años nos preparemos, tanto institucionalmente en el sector público, así como también en el sector de servicios, para no repetir la triste historia del libre comercio en bienes tangibles que está beneficiando principalmente a Brasil y Argentina, aunque también a Paraguay y Uruguay, siendo que, sin incluir el gas, con todos ellos tenemos un déficit estructural”.
“La lección aprendida es que, cuando un país entra a competir con otros en inferioridad de condiciones, por ejemplo, sin que a nuestros productores se les deje aplicar la biotecnología, tal integración resulta una ingenuidad, porque saldrá perdiendo. Lo segundo tendría que ver, con mejorar las cosas en casa, ya que si, por ejemplo, vamos a hablar de libre tránsito para ser “bisagra” entre el Mercosur y la Comunidad Andina, primero habrá que acabar con los insufribles bloqueos en el país”.