La llegada de millonarias inversiones provenientes de Europa para desarrollar esta energía renovable también debe tener un enfoque más “localista”, apostar por la defensa de la sustentabilidad del medio ambiente y la capacitación de profesionales locales en su uso, según expertos consultados.
Así como las baterías de litio, el hidrógeno verde viene concitando el interés global como alternativa de almacenamiento energético y apunta a convertirse en una de las energías renovables del futuro. Así lo refleja el creciente interés de la Unión Europea (UE) en invertir en la industria de América Latina, que se materializó en la reciente gira de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, a la región, quien concretó acuerdos con varios países para garantizar al Viejo Continente el suministro del denominado oro verde.
Es el caso de Brasil, que se ha convertido en un escenario de la carrera por el hidrógeno verde, donde Von Der Leyen anunció el programa de inversiones Global Gateway y acordó la asignación de 2.000 millones de euros (US$ 2.181 millones) para desarrollar la producción de hidrógeno verde.
Por su lado, el presidente Gustavo Petro aprovechó su viaje a Alemania para que parte de su delegación firmara el pasado 17 de junio un acuerdo con el Instituto alemán de Investigación Fraunhofer-Gesellschaft para transformar al país en un importante centro de exportación de hidrógeno verde. El enfoque se encuentra en las cadenas de producción y transporte del preciado elemento. Se busca potenciar también a Cartagena como un futuro centro para el desarrollo de hidrógeno verde a gran escala, debido a su rango de puerto de clase mundial, sus altos niveles de radiación solar y altas velocidades del viento.
Chile tampoco ha sido ajeno al interés europeo por las energías renovables. Durante su visita a este país, Von der Leyen acordó con el gobierno de Gabriel Boric dos nuevas instancias de cooperación entre la UE y Chile, ligadas al hidrógeno verde. Iniciativas como esta aspiran a acordar el financiamiento de proyectos de producción afiliados a esta fuente de energía.
La UE, el gobierno alemán y otros actores europeos aportan un total de US$ 243 millones a la economía chilena. Entre los beneficios del programa, von der Leyen declaró que el más importante era el Fondo para el Hidrógeno Renovable, por su importancia en la exportación de la energía al mercado global y el aumento de puestos laborales.
Una semana después, bajo la consigna de “catalizar inversiones privadas en proyectos de producción y demanda”, el gobierno de Gabriel Boric presentó un fondo de US$ 1.000 millones, apoyado por el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, además de los agentes europeos ya mencionados. La nueva inversión venía con una promesa: Chile podría llegar a producir un 5% de la demanda mundial de hidrógeno verde.
En paralelo, miembros de la UE ya están maniobrando legalmente para favorecer el consumo de la nueva fuente de energía. En esa línea, Países Bajos aprobó recientemente un proyecto de ley que busca destinar 300 millones de euros (US$ 327 millones) para la importación de hidrógeno verde por fuentes sostenibles como la solar, la eólica o biomasa.
¿Cómo orientar las inversiones extranjeras a favor de la producción local?
¿Pero cuáles son los alcances inmediatos de estos proyectos de inversión? Según Arturo Vicent, gerente general de SAWU, la plataforma chilena que conecta las pymes con las grandes empresas y aprovecha estos vínculos para promover el hidrógeno verde a nivel interno y externo, la iniciativa europea como un “espaldarazo que suena positivo en el papel”. Aunque también mostró cierta cautela ante la futura redistribución de los fondos. “Obviamente uno siempre tiene preocupación sobre las asignaciones de esos fondos: cómo se van a repartir y asignar, así como los proyectos a ejecutar”, dijo a AméricaEconomía.
Si bien aplaude las inversiones extranjeras, Vicent opina que su empresa busca darle un enfoque más “localista” al hidrógeno verde. Al servir de nexo entre los grandes conglomerados y las pymes, SAWU busca posicionarse como una guía en la transición al hidrógeno verde. ¿Su método? Capacitar a empresarios locales en la producción de la energía para que puedan abastecer al mercado interno. De esta forma, Vicent quiere evitar que las empresas extranjeras monopolicen los conocimientos sobre la explotación del hidrógeno verde. Tal como sucedió en el pasado con otras industrias mineras como el salitre y el cobre.
“Independientemente de dónde venga el capital, lo importante es dejar conocimiento”, aclara. Según esta óptica, los pequeños proveedores de SAWU podrían aportar en el funcionamiento y mantenimiento de las plantas de hidrógeno verde. Aunque los nuevos socios deberían aprender sobre procesos electroquímicos, una rama más compleja que la minería extractiva, presente en el sur de Perú y el norte de Chile.
El plan de capacitación es la primera etapa en la estrategia energética de SAWU. La empresa firmó una alianza con la Cámara Chileno Alemana de Comercio para asesorar y certificar a sus proveedores en el manejo industrial del hidrógeno verde.La expectativa inicial de SAWU implica capacitar a más de 50 proveedores en los próximos meses. Posteriormente, la segunda fase consiste en un proceso de match o conexión. “En esta etapa, vamos a juntar a las empresas alemanas y europeas desarrolladoras de hidrógeno verde con las empresas locales. La finalidad es que a la larga, forjen una relación comercial”, explica Vicent.
Finalmente, la tercera etapa implica una gira internacional con un grupo estratégico clave de proveedores por Alemania y Países Bajos. Una vez en Europa, ellos se reunirán con representantes de productores de hidrógeno verde. La finalidad es que las empresas noten que en Chile y en Sudamérica, hay proveedores preparados para que ellos vengan a instalarse en nuestros países. Vicent describe a esta estrategia de negocio como soft landing, pues “permite un aterrizaje suave a la nueva industria” en los países latinoamericanos.
Las universidades y las nuevas energías
Ante la alternativa que representa a los hidrocarburos, no es de extrañar que el hidrógeno verde haya sido objeto de estudio para varias universidades de la región. En Chile, esta tendencia alcanzó un hito este último mes con el inicio de la construcción de la primera planta universitaria de hidrógeno verde para aplicaciones industriales.
La Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC), con el apoyo del Gobierno Regional de Biobío, ideó el proyecto como alternativa escalable para la industria energética. Sus dos líneas de trabajo buscarán promover la adopción del hidrógeno verde en el sector forestal y logístico portuario a través de aplicaciones en electromovilidad y capital humano. Mientras que la segunda aspira a crear un hub de electromovilidad urbano e industrial.
Para Ricardo Lizana, jefe del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la UCSC, las universidades deben jugar un rol importante en la adopción del hidrógeno verde, pues su misión abarca dos áreas importantes: la formación de capital humano y el desarrollo de nuevas tecnologías que optimicen los procesos que actualmente ya se encuentran en el mercado. En otras palabras, las energías renovables encajan perfectamente en esta visión académica.
De esta forma, en 2019, la UCSS inició el proyecto Microrred que buscaba implementar el uso de energía a través de paneles fotovoltaicos y dos generadores eólicos. Mientras que otro grupo perteneciente al Departamento de Ingeniería inició actividades de investigación en torno a la electromovilidad industrial. Así, se empezó a estructurar la cadena de valor del hidrógeno, el principal antecedente para la planta que ha comenzado a construirse en el último mes.
Lizana se muestra a favor de la inversión extranjera en la industria del hidrógeno verde. Sin embargo, también es consciente de la importancia de mantener la sostenibilidad del medio ambiente. Pues considera que al momento de implementar estos prototipos, hay que preguntarse dónde empezar a ubicar las plantas de producción fotovoltaica y eólica que aseguran la generación de energía a precio competitivo, pero razonable.
Como solución, el académico plantea establecer un contacto con las comunidades locales y entender las características propias de cada territorio. “Si la implementación de los sistemas fotovoltaicos no está en sintonía con estos dos aspectos, que es la comunidad y el medio ambiente, básicamente deja de ser el objetivo final que se busca con esta tecnología que es posicionar a Chile como exportador de sustentabilidad”.
Finalmente, Lizana se mantiene optimista sobre el rol global que jugará América Latina en la producción de hidrógeno verde. Según su visión, la nueva industria representa una ruptura del status quo para la región y permite proyectarse tanto en la exportación energética como en el consumo interno. “Lo importante es que la tecnología se valide y se desarrolle en estos países”, concluye.