El proteccionismo del gobierno de Luis Arce impide una mayor inversión del sector privado más allá de los capitales chinos y rusos que promueven la extracción directa de litio (EDL), un método de producción innovador, aunque sin sustento científico.
No es una novedad que el litio es el mineral del futuro para varias industrias. Su utilidad en la fabricación de reactores energéticos y baterías para vehículos eléctricos lo convierte en el llamado “oro blanco”. Por ello, los países productores y las potencias mundiales están en constante negociación para asegurar los mayores beneficios de la nueva industria.
Bolivia es un claro ejemplo: el país altiplánico posee abundantes reservas de litio e incluso, posee el yacimiento más grande del mundo, ubicado en el salar de Uyuni. Hacia julio de 2023, sus reservas se estimaron en 23 millones de toneladas de litio. Es en este escenario donde el gobierno de Luis Arce, de tendencia socialista, se inclina por pactar inversiones con países rivales de Estados Unidos como China y Rusia. Muchas de estas operaciones implican métodos novedosos que prometen elevar los niveles de producción y por ende, ganancias.
Por ejemplo, a mediados de diciembre del año pasado, Bolivia firmó un acuerdo con la empresa rusa Uranium One Group para construir la primera planta semi industrial con tecnología de Extracción Directa de Litio (EDL). Bajo una inversión escalonada de US$ 450 millones, este consorcio estatal del Kremlin operará en el salar de Uyuni, a su vez localizado en el departamento sureño de Potosí. Karla Calderón, la presidenta de Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB) mostró optimismo por el proyecto y aseguró que la construcción se daría en tres etapas.
El objetivo final es alcanzar una producción de 14.000 toneladas de carbonato de litio grado batería por año. “En principio, a mí me parece bien que Bolivia finalmente haya abierto la posibilidad que participen empresas privadas en la industria del litio. Porque los gobiernos en general no tienen el know how ni los técnicos suficientes para explotar este recurso”, dice Patricia I. Vásquez, investigadora argentina del centro de estudios Wilson Center a AméricaEconomía.
Un mes después, Pekín concretó una iniciativa similar: el pasado 17 de enero, YLB firmó un segundo convenio para la instalación de otra planta piloto de EDL en Uyuni, con el apoyo del consorcio chino CBC. Tanto Calderón como el presidente Arce declararon que estos proyectos apoyaban la industrialización de Bolivia. Mientras que, Ginghua Zhou, representante de CBC, aseguró que su empresa era confiable, debido a los más de 6 millones de vehículos a nivel mundial que funcionan con sus baterías de litio.
“La motivación del gobierno de Arce está vinculada a la idea de la industrialización y cómo proyectarla en bien del país. No sorprende que hayan inversiones rusas y chinas en el sector del litio y la fabricación de baterías”, aclara Jorge Antonio Chávez, internacionalista experto en política asiática y docente en la Universidad San Ignacio de Loyola (Perú). Según Chávez, la reducción de ingresos por el gas natural en Bolivia ha sido determinante para apostar por el litio, debido a la expectativa de generar un nuevo boom económico como el experimentado durante el gobierno de Evo Morales (2006-2019). Aunque pese al optimismo de las autoridades, el éxito no está asegurado.
“El gobierno boliviano no ha llevado a cabo los acuerdos de explotación con mucha transparencia. Si bien la tecnología de extracción directa de litio es más rápida y usa menos agua, hay que tener en cuenta que a nivel mundial no se ha desarrollado a nivel comercial”, advierte Vásquez. Según la investigadora, el litio de cada salar posee propiedades distintas y aún no se ha comprobado que la EDL funcione a gran escala.
Además, los yacimientos del Salar de Uyuni se caracterizan por contener magnesio y otras impurezas que dificultan la extracción. Por lo tanto, debería invertirse en una tecnología más específica para purificar el mineral. De esta forma, a pesar que el gobierno boliviano y YLB han establecido proyecciones alentadoras para las plantas piloto de EDL, lo cierto es que dichas instalaciones servirán como un laboratorio que demuestre la viabilidad del modelo.
EL PREDOMINIO DEL ESTADO EN LA INDUSTRIA
Si bien Bolivia impulsa la inversión extranjera en la industria del litio, su modelo aún está lejos de la libre competencia que se plantea en la vecina Argentina. El Estado aún participa en toda la cadena de producción del mineral, siguiendo el modelo de los hidrocarburos. Para José Gabriel Espinoza, economista y ex director del Banco Central de Bolivia, este factor es clave para repeler a inversionistas de otros países.
“Lo que en realidad se está tratando de atraer son socios que puedan prestar el dinero para construir plantas y operarlas, en el mejor de los casos. Pero de ninguna manera, se buscan socios que quieran compartir el riesgo. Por lo tanto, no llega inversión, sino más bien vendrían a ser prácticamente préstamos”, sostuvo Espinoza para AméricaEconomía.
Asimismo, el economista opina que este es un intento fallido del gobierno por obtener del litio rentas similares a las del gas. Resulta que en el caso de los hidrocarburos, la maduración del sector permite que una gran captura estatal de rentas sea sostenible. “Como el litio aún no se ha desarrollado y requiere una gran inversión en tecnología de explotación, esta premisa básica del gobierno de Arce genera serios desincentivos para desarrollar el sector”, explica Espinoza.
En última instancia, el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS) genera una expectativa en la población que es complicada de satisfacer. Por ello, advierte que, a largo plazo, ciertas organizaciones sociales en Potosí podrían levantarse en protestas, al ver que el boom visto en las regiones gasíferas de Tarija y Cochabamba, no se ve replicado en sus localidades.
Además de la presión excesiva al sector privado, Espinoza considera que la infraestructura de Bolivia aún es insuficiente para extraer de manera competitiva el litio hacia los puertos del Pacífico o el Atlántico. A la mediterraneidad del país se le añade la inestabilidad política, marcada por la división interna del MAS entre los partidarios del presidente Arce y el ex mandatario Evo Morales.
Y finalmente, la ausencia de un marco normativo que fije las reglas de juego. “Por ejemplo, no conocemos las responsabilidades de cada actor en cuanto a la provisión de agua. Tampoco tenemos un acuerdo con la región, porque Potosí históricamente ha sido muy conflictiva y celosa de sus recursos naturales”, advierte Espinoza.
LA CODEPENDENCIA ENTRE CHINA Y BOLIVIA
El interés del régimen de Xi Jinping por el litio boliviano no es casual: Jorge Antonio Chávez destaca que desde 1993, China consume más petróleo del que necesita. En consecuencia, la producción de energías renovables es importante. La demanda china de litio es similar a la de Estados Unidos con el petróleo: pese a que en 2021, la CEPAL reveló que Pekín es el tercer mayor productor de oro blanco del mundo, no es suficiente para satisfacer las necesidades de la industria y el mercado doméstico.
En este punto, La Paz se erige como un socio comercial atractivo. “Hay que recordar que Bolivia apoya la idea que comparten tanto China como Rusia que tiene que ver con la multipolaridad. Es el hecho de descentralizar el poder del mundo desde Occidente hasta las potencias emergentes como los BRICS”, afirma Chávez.
Sin embargo, para el internacionalista, no sería ventajoso para Bolivia que solamente empresas rusas y chinas inviertan en el litio, sin dar acceso a socios de Estados Unidos o la Unión Europea. Una crisis económica, marcada por la escasez de divisas extranjeras, el aumento del riesgo país y la deuda pública, ameritan un mayor pragmatismo por parte de la administración Arce.
Una de las soluciones impulsadas por el gobierno boliviano ha sido la eventual habilitación de operaciones comerciales en yuanes. El ministro de Economía, Marcelo Montenegro, informó la semana pasada que además estaban evaluando el ingreso de un “gran banco de inversión chino” que impulse las operaciones a través del estatal Banco Unión. Pese a promocionarse como la solución a la falta de dólares, José Gabriel Espinoza cree que será un plan poco transparente.
“Creo que es una medida anecdótica, más que parte de un plan estructurado de migración hacia el yuan. Porque no sabemos cuáles serían los mecanismos para que Bolivia obtenga la divisa”, asegura Espinoza. Pese a que intercambiar oro de las reservas internacionales del país altiplánico por yuanes sería una solución, esto tendría un costo político muy grande para el gobierno. Debido a que los bancos comerciales no hacen tratos ni se vinculan con bancos chinos, por ello tampoco acceden a yuanes.
EL FUTURO INCIERTO DEL MAS
Todo apunta a que se trata de una estrategia para levantar la economía boliviana en vísperas de las elecciones presidenciales de 2025. Luis Arce, quien fuera hombre de confianza y ministro de Economía de Evo Morales, ahora ha sido acusado por el expresidente de desconocer los ideales del MAS. “Ni Arce ni Morales por sí mismos podrían ganar la presidencia en una primera elección. Pero el resultado también depende de la unidad de la oposición: el voto antimacista hoy es mayoría, siempre y cuando haya una candidatura unificada”, advierte Espinoza.
Para Chávez, la perspectiva también es incierta, debido a que la oposición boliviana carece de un líder definido: el ex gobernador conservador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, está preso. Por su parte, el expresidente Carlos Mesa, rival de Morales y Arce en las dos últimas elecciones, no ha confirmado su participación en los comicios del año siguiente. “Pero en caso el MAS logre dirimir esta diferencia interna, tiene posibilidades de ganar, porque en Bolivia, aún pesa el empoderamiento de sectores excluidos que logró el partido”, sostiene Chávez.