Entrevistado en el año 2008, el exitoso empresario mexicano Carlos Slim sostuvo: "la vida profesional y empresarial no es sólo compatible con la vida personal y familiar, también la necesita", sin embargo muchos ejecutivos ya sea porque se sienten indispensables y no confían en sus subordinados o por temor a perder su puesto laboral relegan su vida familiar a un segundo o tercer plano.
La aparición de las nuevas tecnologías como el “Blackberry”, “WiFi” y la telefonía móvil está haciendo que los directivos no se desconecten del trabajo durante los fines de semana o durante su período de vacaciones. Según un sondeo del año 2007 de la Asociación Norteamericana de Managers sólo un 31% de los ejecutivos estadounidenses abandona su trabajo más de siete días seguidos y 26% se comunica a diario con su oficina, y dos tercios llaman al menos una vez a la semana a su secretaria.
En los Estados Unidos, según datos proporcionados el año 2007 por la Asociación Norteamericana de Managers, más de 20% de los altos ejecutivos trabaja como mínimo 60 horas semanales y en ocasiones sobrepasan las 80 horas. La presión para trabajar más parece agudizarse a medida que avanza el proceso de globalización pues las multinacionales saben que deben asegurar la eficacia y coordinación entre las filiales de los cinco continentes.
Frente a esta preocupante dependencia laboral, los Head hunters no desconocen que gran parte de los trabajólicos pueden verse afectados por una depresión, un alza de presión, trastornos del sueño o enfrentar problemas familiares. Por ello, conscientes de este peligro, empresas tales como PricewaterhouseCoopers y Yahoo, obligan a todos sus trabajadores a tomar las vacaciones legales.
Por otra parte y como contrapartida a este hábito laboral extremo ha surgido el “downshifting” o “Slow Down”, como también se le conoce, y que significa literalmente: "bajar la marcha". Este consiste simplemente en el arte de trabajar menos para vivir más. Un estilo de vida que pusieron en práctica en los Estados Unidos algunos altos directivos que se sentían agobiados por las responsabilidades en sus grandes empresas en un intento por huir del estrés.
Según la agencia londinense Datamonitor, en 2007 los trabajadores europeos que se incluían en esta moda rondaban los 16 millones. Es que esta tendencia de origen anglosajón está poco a poco penetrando en Europa, aunque, para ser honestos, de nuevo tiene bien poco ya que sus ideas principales están basadas en la sabiduría antigua y popular.
Los valores que pregona el Downshifting son una valoración nueva de los ingresos económicos, que deben ser un medio y no un fin, la recuperación de la motivación por el trabajo, proscribir la idea de que se está forzado a trabajar, la recuperación de una sensación de libertad que se pierde cuando un trabajador, sin importar su rango en el escalafón de una empresa, permanece vinculado al trabajo durante todo el día.
Un justo equilibrio entre la actitud de “los trabajólicos” y “los downshifters” parece ser la conducta más aconsejable pues, sin duda, los directivos que tienen bien armada la estructura de delegación y los equipos de trabajo perfectamente coordinados son los que pueden disfrutar sin culpa de un merecido y “desconectado” descanso que les permite a su fin retornar a sus labores con renovadas energías.