Las economías de Centroamérica, Panamá y la República Dominicana (CAPRD) se enfrentan a importantes desafíos tras la crisis económica mundial: lento crecimiento en los principales socios comerciales, condiciones financieras más restrictivas debido al proceso de normalización de la política monetaria de Estados Unidos y un continuo deterioro de los términos de intercambio.
El pasado 21 de noviembre se realizó una conferencia de dos días en la que el FMI y las autoridades económicas de la región intercambiarán opiniones sobre estos desafíos y las políticas necesarias para abordarlos.
Según nuestras proyecciones más recientes, el crecimiento económico en la región de CAPRD seguirá siendo moderado en 2013–14 y se situará bastante por debajo de los niveles previos a la crisis, con brechas negativas del producto en varios países (es decir, con el producto efectivo por debajo del producto potencial). Concretamente, prevemos que la actividad económica se desacelerará a alrededor de 3% en 2013, casi 1 punto porcentual menos que en 2012. La reducción se debe sobre todo al crecimiento más débil de los socios comerciales (en particular Estados Unidos), una merma de la producción de café debido a la roya y, en algunos países, la incertidumbre con respecto a las políticas por la proximidad de ciclos electorales. Se prevé que el crecimiento aumentará solo levemente a 3.3% el próximo año, a medida que estos factores se reviertan o se disipen (por ejemplo, se proyecta que el crecimiento de Estados Unidos aumentará significativamente en 2014).
Viejos y nuevos riesgos. Varios riesgos negativos dominan este sobrio panorama. En concreto, el repliegue de la relajación cuantitativa (quantitative easing) por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos podría provocar una prolongada volatilidad en los mercados financieros internacionales, que incidiría negativamente en la actividad de las economías avanzadas y los mercados emergentes. Además, existe un riesgo significativo de que el crecimiento en algunas economías avanzadas, particularmente en Europa, pueda ser inferior a lo actualmente previsto, y eso también afectaría adversamente a las economías de la región. A nivel regional, no se puede descartar la posibilidad de que la roya incida de manera más fuerte y prolongada sobre el producto.
Fortalecimiento de los fundamentos económicos. Por lo tanto, será importante que los países de la región de CAPRD fortalezcan sus fundamentos económicos y los márgenes para la aplicación de políticas a fin de estar mejor preparados para los difíciles tiempos que se avecinan, así como para reducir vulnerabilidades existentes. Después de la crisis mundial, los déficits fiscales y en la cuenta corriente externa en general aumentaron en la región, dando lugar a fuertes incrementos de la deuda pública o a deterioros de las reservas internacionales en algunos países (gráficos 1 y 2). A menos que se modifiquen las políticas macroeconómicas, estas tendencias persistirán en los próximos años, e incluso podrían empeorar en algunos casos, exacerbando particularmente el aumento del coeficiente de deuda pública con relación al PIB.
Opciones de política fiscal. Para solucionar esta situación, la consolidación fiscal debe ser una prioridad para los países con niveles de deuda pública altos o en rápido crecimiento. En la medida de lo posible, el ajuste debería implementarse en forma gradual para reducir a un mínimo el impacto negativo en el crecimiento económico en el corto plazo. Los países que buscan reducir sus déficits presupuestarios tienen a su disposición múltiples opciones, tales como ejercer un control más estricto sobre el crecimiento de los salarios, reducir los subsidios mediante una mejor focalización, reducir las exenciones tributarias, reforzar la administración tributaria y, en ciertos casos, elevar las tasas impositivas.
En la región también hay margen para apuntalar los marcos nacionales de política fiscal, con el fin de establecer objetivos de mediano plazo consistentes con la estabilidad macroeconómica y la sostenibilidad de la deuda pública. En este sentido, a los países les podría convenir adoptar reglas fiscales que apunten, por ejemplo, a lograr balances primarios estructurales compatibles con niveles prudentes de deuda pública. Estas reglas deberían cubrir de forma adecuada el sector público para disuadir su evasión y a la vez incluir cláusulas de escape apropiadas y transparentes en caso de que se produzcan choques fuertes a la economía, con el fin de afianzar su credibilidad.
Los países también deben reducir a un mínimo los riesgos fiscales derivados de las asociaciones público-privadas. En tal sentido, es esencial que todos los costos fiscales y las garantías públicas relacionadas con las mismas sean reflejados en los presupuestos nacionales y formen parte de los análisis de sostenibilidad de deuda.
Un marco monetario más sólido. En lo que se refiere a la política monetaria, resulta crucial consolidar los avances en la reducción de la inflación y afianzar el anclaje de las expectativas inflacionarias. Para respaldar estos esfuerzos, habría que continuar la transición hacia regímenes de metas de inflación y, en términos más generales, modernizar los marcos de política monetaria, sobre todo mejorando los canales de transmisión monetaria. Al mismo tiempo, la región debería avanzar más en la mejora de la capacidad de sus regímenes cambiarios para absorber choques.
Un sistema financiero más seguro. La región ha avanzado considerablemente en el fortalecimiento de sus sectores financieros. En este momento, los bancos cuentan con niveles de capital y liquidez que superan los exigidos por Basilea III. Pero no por esto deben darse por satisfechos, sobre todo dada la naturaleza estática de esos indicadores. En particular, es necesario avanzar más en la implementación de la supervisión basada en riesgos, el fortalecimiento del marco normativo para la supervisión consolidada y la formulación de mecanismos de protección contra el contagio. En varios países también es necesario adoptar medidas eficaces para reducir a un mínimo los riesgos de descalce de monedas por el lado de los prestatarios.
Fomento del crecimiento inclusivo. Un desafío clave de mediano plazo al que se enfrenta la región consiste en reducir la pobreza y la desigualdad en la distribución del ingreso. Las tasas de pobreza han disminuido en el último decenio, pero en la mayoría de los países aún superan el 40% (gráfico 3). Pese a los avances logrados en tiempos recientes por algunos países en mejorar la distribución del ingreso, esta sigue siendo muy desigual, incluso en los países con mayores niveles de ingreso y tasas de pobreza más bajas.
Para lograr avances significativos en estos ámbitos es necesario generar a mediano plazo un crecimiento robusto y sostenido que sea inclusivo. Las reformas estructurales con miras a incrementar la productividad y fomentar la competencia son cruciales para elevar el crecimiento económico de forma sostenida, como lo es también la ampliación de la infraestructura y la mejora de su calidad. Para respaldar el crecimiento a largo plazo y hacerlo más inclusivo, también es necesario aumentar el nivel de capital humano de la región, mejorando la educación, la capacitación vocacional y los servicios de salud. Estos esfuerzos van a exigir una reasignación del gasto público que conlleve la disminución de su uso improductivo, así como el incremento de su nivel a mediano plazo. Para lograr esto y a la vez preservar la estabilidad macroeconómica, será necesario primero elevar los ingresos tributarios.
La región de CAPRD seguirá enfrentándose a desafíos complicados de corto y más largo plazo. Esperamos que esta conferencia brinde un foro para intercambiar opiniones sobre las políticas que se necesitan para abordar esos desafíos, con el objetivo final de estimular el crecimiento económico y al mismo tiempo reducir la pobreza y la desigualdad en la distribución del ingreso.
*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Diálogo a Fondo del FMI.