Ese temor al fracaso nos deja congelados en numerosas ocasiones y así renunciamos a oportunidades personales y financieras.
El único que no se equivoca es quien nada hace, sin embargo, aunque reconozcas que esta frase es absolutamente cierta y fácil de ser admitida como real, para quien debe enfrentar una situación con resultado negativo no es tan sencillo de asimilar que “así nomás luego es la vida y hay que pasar a otra cosa”.
Esto se da, en primer lugar, porque un mal resultado golpea a la autoestima y al estado de ánimo de quien esté sufriendo las consecuencias de lo sucedido; y si además implica que se deben reconocer pérdidas económicas, levantarse nuevamente y volver a invertir requiere de un coraje excepcional. Empero, es a lo que todo emprendedor debe estar dispuesto.
No decidir también es una decisión
La vida depara muchos desafíos y oportunidades, el coraje no es ausencia de miedo sino atreverse a actuar a pesar de ello, pues al fin y al cabo no hacer algo por miedo al fracaso sería como suicidarse por miedo a la vida. Sin embargo, ese temor al fracaso nos deja congelados en numerosas ocasiones y así renunciamos a oportunidades personales y financieras.
Todos tenemos una aversión natural a las amenazas; ante una percepción de peligro, sea real o no, se presenta esa emoción desagradable frente a la cual todos reaccionamos de una forma distinta. Los temores más comunes son el miedo al fracaso, el miedo a la muerte y el miedo al ridículo.
La naturaleza nos dotó de emociones que nos permiten distinguir esas situaciones de peligro y activan las funciones de conservación, por ello no es de extrañar que cuando se presenta la oportunidad la tendencia sea luchar, huir o, incluso, ocultarse del dolor.
Cuando el emprendedor apuesta tiempo, creatividad, dinero y mucho esfuerzo pero los resultados financieros no ocurren en la forma proyectada, entonces la respuesta emocional puede ser la huida, el enfrentamiento o la paralización. El mayor problema es que el temor inmediatamente resta capacidad para tomar decisiones, y en estos casos el no decidir también es una decisión, pues dilatar la situación sigue generando costos y aumentando el tamaño del inconveniente.
Por ello, el miedo al fracaso desincentiva a muchas personas, pues no se creen capaces de enfrentar un resultado negativo como resultado de sus emprendimientos. En ese caso, sería útil considerar que la preparación con la que iniciamos un proyecto reduce las probabilidades de fracasar, por lo que capacitarnos para ello podría reducir nuestro temor.
De esa manera, en vez de centrarnos en el miedo podemos enfocarnos positivamente en asegurar el éxito de cada emprendimiento. Mientras mejor preparados estemos, mayores serán nuestras probabilidades de obtener resultados positivos pues contaremos con herramientas y recursos para hacer frente a las dificultades o contratiempos que se nos presenten, pues ya los habremos previsto en nuestras proyecciones.
Prepararnos para el éxito
Analicemos el caso de una persona que tiene miedo a hablar en público pero cuando le preguntan sobre algo en lo que se destaca, un deporte por ejemplo, se emociona al hablar del tema y puede extenderse mucho tiempo, incluso olvidando su timidez.
Eso comprueba que enfrentar una determinada situación o proyecto con la preparación adecuada puede reducir la ansiedad y el temor y, por ello, hace bastante más llevadero el proceso.
Mientras más conocimiento tengamos sobre un tema y mejor nos preparemos al respecto, más claro se proyectará el camino que debemos seguir para alcanzar los objetivos que nos hemos trazado. Por ello, siempre es importante prepararnos, ya sea para una entrevista laboral, para una exposición en público, para hablar de un tema delicado con la familia o para iniciar un nuevo emprendimiento.
Quisiera aclarar que la preparación no siempre está relacionada a lo académico, pues muchas veces una persona muy instruida puede sentirse incluso más presionada a obtener determinados resultados y esto termina perjudicándole, pues se queda en el temor al fracaso y no se anima a emprender nada.
Para aumentar las probabilidades de éxito de nuestro emprendimiento, los datos debemos transformarlos en información y la información en conocimiento, el cual debemos aprehender y convertirlo en aprendizaje. Por ejemplo, para abrir un negocio necesitamos información sobre el mercado, el rubro, la competencia, los proveedores, las normativas, etc. Con esos datos podré realizar un análisis que esté enfocado a diseñar el plan estratégico de mi negocio.
Entonces, una vez que cuente con la información que pueda impactar en el análisis de mi proyecto, ahí podré definir cuáles serán las acciones que voy a emprender para potenciar mis fortalezas y corregir las debilidades así como para sacar provecho a las oportunidades que me presenta el entorno advirtiendo con anterioridad las amenazas que pueden surgir.
No está mal parar la pelota para analizar nuevamente las condiciones del juego, medir la cancha y analizar detalladamente la próxima jugada; el problema está cuando agarramos la pelota y abandonamos el juego. Por ello, un emprendedor no es quien cada día tiene una brillante idea sino quien, evaluando las dificultades y oportunidades, se lanza confiadamente en busca de sus metas pues previamente recabó la información necesaria, la analizó y la aplicó en su toma de decisiones.
Fallar siempre es una posibilidad en todo lo que emprendamos en la vida, pero recuerda que el único que nunca se equivoca es el que no hace nada y, sobre todo, que si nos preparamos incrementamos en gran medida nuestras posibilidades de éxito. Sigamos hablando de dinero, porque así aprendemos a manejarlo mejor.
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