De acuerdo a un reciente informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE), EE.UU. se convertirá en el mayor productor de petróleo del mundo hacia 2020, con unos 11,1 millones de barriles al día (mbd), superando a Arabia Saudita y Rusia. Y sus importaciones de petróleo están cayendo rápidamente, de un promedio actual de 10 mbd a un estimado de 4 mbd en diez años, debido a una nueva producción de automóviles y camiones con más estrictos estándares de eficiencia de combustible. Estos desarrollos tendrán importantes implicancias económicas y geopolíticas para América Latina y para las relaciones EE.UU.-América Latina.
El rápido incremento de la producción petrolera en EE.UU. es el resultado de avances tecnológicos como la perforación horizontal y el “fracking” o fractura hidráulica, que redujo dramáticamente los costos de extracción de petróleo y gas de arenas bituminosas.
Quizás el país de América que será más negativamente impactado por estos desarrollos en EE.UU. sea Venezuela. Las refinerías de EE.UU. en la costa del Golfo han comenzado a reemplazar el petróleo venezolano y de otros países por crudo local. Como la producción petrolera de EE.UU. crece, los productores del Medio Oriente moverán sus exportaciones de América a India, China y otros países asiáticos. El informe de la AIE destaca que China ha comenzado a incrementar sus importaciones desde el Medio Oriente. Como resultado, la importancia de Venezuela para China decrecerá, particularmente porque el petróleo venezolano es pesado y más difícil de refinar, comparado con los petróleos más livianos producidos por Irak y otros países del Medio Oriente. Además, hizo riesgosas futuras grandes inversiones en Venezuela. Estos factores, más el cáncer del presidente Hugo Chávez, ponen en cuestionamiento la durabilidad del rol de liderazgo hemisférico antiestadounidense de Venezuela.
Las futuras dificultades de Venezuela pueden traducirse en problemas para los pequeños países del Caribe y América Central que han estado recibiendo petróleo venezolano subsidiado bajo el acuerdo de PetroCaribe. Cuba ha tratado de reducir su extrema dependencia del petróleo venezolano perforando y buscando petróleo en sus propias aguas, pero no lo ha logrado. Sin petróleo subsidiado, estos países podrían también reconsiderar sus estrechos lazos con Venezuela.
Por otra parte, muchos países latinoamericanos podrían beneficiarse al tener acceso a una fuente estable y confiable de importación de productos refinados de Estados Unidos, así como al potencial acceso a la tecnología que necesitan. Argentina, con los mayores depósitos de arenas bituminosas en Sudamérica, y México, que también tiene importantes depósitos de este tipo, pueden beneficiarse al asociarse con compañías de EE.UU. China ya está invirtiendo en asociarse en arenas bituminosas en EE.UU. precisamente para aprender sobre las nuevas tecnologías y familiarizarse con ellas. Pero para que Argentina atraiga esta inversión extranjera necesitará incrementar el respeto a los contratos y los derechos de propiedad privada y convertirse en un socio más fiable. México requiere aprobar adicionales reformas energéticas, dotarse de un moderno marco regulatorio y ser más acogedor con la inversión extranjera en su sector energético, si espera desarrollar eficientemente sus yacimientos de petróleo y gas, así como explotar sus reservas petroleras en aguas profundas. Y Brasil, que también tiene arenas bituminosas, junto con sus vastas reservas petroleras pre-salinas, precisa adoptar políticas económicas menos proteccionistas para obtener la tecnología para producir más rápida y eficientemente ambos tipos de petróleo.
Finalmente, no debemos ignorar los beneficios potenciales del gas de arenas bituminosas, particularmente para la generación de electricidad. Estados Unidos está reemplazando crecientemente sus generadores de carbón por unos de gas, por lo que de este modo está reduciendo a la mitad la huella de carbono de la generación eléctrica. También está usando crecientemente gas natural, que es relativamente barato, para la energía de su sector manufacturero e industrial, incrementando así la competitividad económica global de EE.UU. América Latina debería hacer lo mismo.