A la hora de invertir, es fundamental basarse en reglas simples y cumplirlas para alcanzar el objetivo de ser exitosos.
El método de trading que se elija se tiene que aplicar y repetir en forma continua: el objetivo es limitar las pérdidas para evitar que una sola operación nos arruine el esfuerzo aplicado al resto de las operaciones. También se deben establecer objetivos de salida, tomando ganancias de las operaciones ganadoras.
Es así como se va dando un ratio de operaciones ganadoras sobre aquellas perdedoras que se intenta maximizar. Ese ratio es parte de la técnica de inversión: existen y existirán las pérdidas en algunas operaciones. Cuando el ratio es menor a uno es cuando uno debe plantearse cambiar el método de trading.
Algunas técnicas de inversión aplicadas con alto grado de profesionalismo son tan aburridas que hasta le sorprendería saber lo mecánicas y rutinarias que pueden llegar a ser. La paciencia y el control de riesgos son ley a la hora de invertir en los mercados, dos conceptos lejos de lo que uno podría pensar del vértigo de los mercados.
Pero claro, esas recomendaciones son para inversores más profesionales y que se dedican a eso todo el día, en donde el cortoplacismo es ley. El corto plazo es relevante para esos inversores institucionales, que operan en forma continua (viven de eso) con costos bajísimos.
Pero la abundante (y hasta excesiva) información, researchs, estrategias, noticias, informes de coyuntura, previsiones, tweets, alertas, sitios de Internet a chequear, balances y especulaciones de mercado aportan también distracción y apartan al inversor minorista del objetivo final, que es el aumento de su capital a largo plazo.
Una de las recomendaciones que le daría a un inversor minorista que tiene más tiempo y que quiera jugar en las primeras ligas es dejar de chequear tan seguido no solo toda esa información (y muchas veces lo hace varias veces al día) así como su cuenta de inversión, para poder dejar madurar las inversiones. No le estoy diciendo que no hay que monitorear nuestras inversiones, pero sí de hacerlo menos seguido para permitir un menor desvío de los objetivos de largo plazo.
Es necesario monitorear de cerca la evolución de los activos de renta variable como las acciones y los ETFs, pero en ese tipo de activos pondría stop losses bien abajo (fijados en función de la volatilidad) y dejaría correr las posibles ganancias elevando esos stop losses cuando suba por encima del precio de compra y un margen de ganancias aceptable. Cuán aceptable es ese margen de ganancia dependerá del objetivo que nos propongamos y del grado de aversión al riesgo que tengamos.
Solamente tiene sentido seguir bien de cerca las posiciones para aquellos activos con volatilidad extrema, pero no para acciones de empresas con un desvío estándar bajo, y menos para activos de renta fija. En el mercado de bonos se deberá también evaluar la situación coyuntural de la compañía o del entorno de mercados para una emisión soberana con algún filtro trimestral o mensual, al menos para poder determinar si los fundamentals cambiaron, o no. Generalmente, las empresas no quiebran de la noche a la mañana o no anuncian una reestructuración de la nada: con algunas herramientas y ratios relativamente sencillos se puede detectar tempranamente el deterioro en la calidad de las compañías.
Las acciones de empresas con buenos fundamentals terminan subiendo a largo plazo, salvo cuando el riesgo sistémico las afecta, o bien cuando esconden su realidad. A corto plazo, los mercados pueden desviar el rumbo de la mano de un mal indicador o de algún comentario de alguna persona influyente que obligue a todos a revaluar la nueva realidad económica.
Pero al no estar siguiendo tan de cerca las posiciones, le daremos más espacio para que maduren nuestras inversiones y, sobre todo, se eliminará el ruido de corto plazo. A modo de ejemplo, toda vez que se dio un ataque terrorista o bajaron los mercados por amenaza de guerra, siempre fue una buena oportunidad para comprar los activos de riesgo más baratos.
Eso nos dará más tiempo para leer más la teoría a través de libros clásicos que se deben leer, analizar en qué punto estratégico se encuentra la empresa, y adentrarse más en la coyuntura o la macroeconomía, es decir prestarle atención a los verdaderos riesgos de los mercados financieros. Es la detección temprana de los "cisnes negros", que nos pueden explotar de un momento a otro.
American Express (AXP) o Coca-Cola (KO) son ejemplos en los que Warren Buffet se hizo rico haciendo una apuesta estratégica y no táctica. Es porque la estrategia madura a largo plazo y la táctica requiere de mucha dedicación y absorción de información que resulta muchas veces inútil.
Repito: salvo que uno sea un inversor de cortísino plazo, es decir un day trader de monedas o de opciones, no necesitaremos cubrir nuestro tiempo con abundante e innecesaria data. No deberían importarnos tanto los comentarios optimistas de los CEOs que tratan de guiar a los inversores. Se trata de hacer el movimiento correcto en el momento adecuado. Un ejemplo claro es lo optimista que son los bancos cuando está por empezar un nuevo año calendario, y la posterior defraudación de los inversores cuando se debe reestimar la nueva situación con rebajas en las cifras estimadas: todos los años pasa lo mismo.
Eliminar el ruido implica también hacer oídos sordos a muchas recomendaciones que nos quieren hacer invertir en alternativas muchas veces malas y que sirven para engrosar los bolsillos de los bancos o de los intermediarios que nos las recomiendan. Si alguien tiene interés en que Ud. compre algo más allá de sus fundamentos, es porque esa persona se terminará beneficiando financieramente, y ese no es un producto para uno sino para que gane plata el que intenta vendérselo.
¿Cuántas veces lo primero que ven en la posición de una cartera de inversión del cliente de un banco son sus propios fondos mutuos? Es porque el banco quiere cobrar el fee por la venta del producto y el fee por la administración del fondo. Dado que es un negocio de volumen sumamente escalable, todo se resume a cuántos activos uno maneja: cuántos más, mejor.
*Esta columna fue publicada originalmente en Sala de Inversión.