En las últimas semanas se ha observado un pronunciado aumento en los niveles de volatilidad de diferentes monedas en el mundo, especialmente en los mercados emergentes. No solo desde el punto de vista de los operadores en el mercado de divisas, sino también desde una perspectiva económica general para la toma de decisiones en los mercados, resulta de gran utilidad conocer cuáles son los posibles determinantes del valor de la moneda de un país.
El precio de las monedas no está para nada exento de las leyes de la oferta y la demanda, aunque se trate de un mercado bastante particular en el cual conviven diferentes clases de actores.
Por el lado de la oferta, los bancos centrales de diferentes países juegan un rol fundamental. El banco central regula variables clave como la emisión de moneda, las tasas de interés o las regulaciones sobre encajes y otras cuestiones que hacen a la capacidad de préstamos del sector financiero. Por lo tanto, en función de sus objetivos en temas como crecimiento, y muy especialmente niveles de inflación, los bancos centrales implementan diferentes políticas monetarias que tienen un impacto considerable sobre el valor de la moneda de un país, frente al resto de las divisas del mundo.
Los flujos internacionales de monedas también son un determinante clave. Si las exportaciones de Brasil aumentan fuertemente, por ejemplo, gracias a un boom en los precios de los commodities, es de esperarse que se produzca un aumento de la oferta de dólares en el país. Por lo tanto, si el resto de las variables se mantienen sin cambios, un aumento de exportaciones en Brasil debería tener el efecto de generar una subida en la cotización del real frente al dólar norteamericano, por ejemplo.
Los movimientos internacionales de capitales son otro factor importante a tener en cuenta. Cuando los inversores internacionales deciden invertir en Singapur, debido a las condiciones favorables que ofrece el país, es de esperar que se produzca mucha oferta de dólares o euros a cambio de dólar de Singapur, lo cual genera un aumento en el valor de la moneda de ese país. Estos flujos internacionales de capitales pueden tener un impacto considerable en la cotización de las monedas en el corto plazo, especialmente en países que han recibido grandes flujos de dinero a lo largo de meses o años.
En períodos de condiciones económicas auspiciosas y elevado apetito por el riesgo los inversores internacionales, suelen posicionarse en mercados emergentes para incrementar la rentabilidad de sus inversiones, en comparación con las tasas de rentabilidad comparativamente más bajas que ofrecen los países desarrollados.
Resulta habitual que esta situación se revierta ante temores sobre la salud de la economía global o el futuro de la política monetaria en los Estados Unidos. Factores como la desaceleración de la economía China generan incertidumbre sobre las tasas de crecimiento en los mercados emergentes, lo cual tiende a generar salida de divisas y depreciación de sus monedas.
En el mismo sentido, la Reserva Federal de los Estados Unidos se encuentra retirando sus programas de estímulo monetario. Menor oferta de dinero en la primera economía global implicaría aumentos de tasas de interés en ese país, por lo tanto, los activos de los Estados Unidos ganan rentabilidad en comparación con los de otros países. En este contexto, no es de extrañar que las monedas de países emergentes se deprecien frente al dólar.
Por otro lado, siempre es importante analizar cada caso en función de sus variables particulares. Situaciones como las pronunciadas devaluaciones que se observan en países como Argentina y Venezuela responden en mayor medida a cuestiones de política económica interna que a variaciones en los flujos internacionales de inversiones.
Cuando un país mantiene niveles elevados de inflación, durante un largo período de tiempo, el aumento en el precio de los bienes no es otra cosa que una caída en el valor de su moneda. Por lo tanto, resulta razonable que su moneda se deprecie también contra las monedas de otros países.
El problema es que la devaluación acelera el proceso inflacionario al incrementar el precio en moneda local de los bienes y servicios que se exportan o importan. Por lo tanto, una elevada inflación lleva a una devaluación de la moneda, lo cual a su vez acelera la inflación. Especialmente cuando el Banco Central emite grandes sumas de dinero para financiar el gasto público, se puede ingresar en una espiral destructiva en la cual las expectativas negativas y la falta de confianza generan un círculo vicioso de inflación creciente y una tasa de devaluación cada vez más rápida.
Cuando los agentes económicos no confían en la moneda de su país y las expectativas son de un deterioro acelerado de la situación, esto puede generar un proceso de fuga mediante el cual las empresas e individuos pretenden liquidar lo más rápido posible sus tenencias en moneda local para protegerse de la pérdida de valor de las mismas.
En estas situaciones el impacto sobre los niveles de precios es difícil de predecir o controlar. Una vez que la confianza está rota recuperarla suele demandar modificaciones en el marco institucional y político de un país además de esfuerzos económicos de gran magnitud.
*Esta columna fue publicada originalmente en Sala de Inversión.