Dadas las diferencias que persisten entre las partes, las negociaciones para reformar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) se extendieron hasta el próximo año. ¿Qué tan probable es que, tarde o temprano, Estados Unidos busque renegociar el Tratado de Libre Comercio (TLC) que suscribió con el Perú?
Comencemos por recordar qué buscan los Estados Unidos en la renegociación del TLCAN. Según la versión oficial, su gobierno tendría cuando menos los siguientes objetivos en esa negociación: reducir su déficit comercial, recuperar puestos de trabajo en el sector industrial y contrarrestar prácticas comerciales que considera injustas.
Respecto al primero de esos objetivos, Canadá y México ocupan, respectivamente, el segundo y tercer lugar entre los principales socios comerciales de los Estados Unidos. El Perú en cambio es un socio menor, cuya incidencia en la balanza comercial de los Estados Unidos es infinitesimal. Además México pasó de un déficit comercial de US$1.663 millones en 1993 (el año previo a la adopción del TLCAN), a un superávit de US$63.192 millones en 2016. El Perú en cambio pasó de un superávit comercial de US$701 millones en 2003 (el año previo a la entrada en vigor del TLC) a un déficit comercial de US$1.780 millones en 2016 (cuando menos en parte porque el TLC reemplazó lo que hasta entonces habían sido concesiones unilaterales de los Estados Unidos en materia comercial).
En cuanto a la recuperación de puestos de trabajo en la industria manufacturera, a diferencia de Canadá o México, el Perú virtualmente no exporta bienes industriales a los Estados Unidos. Y a diferencia de casos como el de la madera canadiense, no existen acusaciones verosímiles de subsidios o dumping contra las exportaciones peruanas hacia ese país. Es decir, las preocupaciones medulares de la administración Trump en torno al TLCAN no parecen relevantes para el caso del TLC con el Perú.
Dicho lo cual, habría que agregar que, en ocasiones, la burocracia estadounidense actúa de oficio bajo la influencia de grupos de interés que compiten con los exportadores de un determinado país (por ejemplo, los productores estadounidenses de espárragos en el caso del Perú).
La buena nueva es que, incluso en ese escenario, el riesgo que ello pudiera implicar para la economía peruana es bastante acotado. Por ejemplo, el comercio bilateral con los Estados Unidos representó en 2015 un 2,6% del PIB peruano. Esa cifra palidece en comparación con lo que se juega México en la renegociación del TLCAN (su comercio bilateral con los Estados Unidos representó en 2015 un 26.9% del PIB mexicano).
Lo mismo ocurre con otras cifras de la relación económica entre ambos países. Por ejemplo, en algún momento la administración Trump deslizó la posibilidad de grabar las remesas para pagar el costo del muro en la frontera con México. En el caso de México las remesas procedentes de los Estados Unidos representaron en 2015 un 2,1% del PIB, mientras que en el Perú representaron un 0,5% (en casos como el de Honduras, esas remesas representan hasta un 16% del PIB el mismo año).
En síntesis, las preocupaciones que llevaron a la administración Trump a renegociar el TLCAN no son aplicables al TLC con el Perú, y en caso de que surgiera alguna controversia comercial el riesgo para la economía peruana sería relativamente menor.