El fenómeno económico denominado "enfermedad holandesa" se observó en los años 70, del siglo XX, en los Países Bajos, como consecuencia del descubrimiento de gas natural, lo que ocasionó apreciación del tipo de cambio y una reducción notoria de las exportaciones manufactureras de bienes transables internacionalmente (que se hicieron menos competitivas), a la par que se observó un incremento significativo de las importaciones.
La apreciación del tipo de cambio (o de la moneda local frente al dólar) en cualquier economía que enfrenta esta enfermedad, es el efecto de un incremento exponencial de las exportaciones de un recurso natural, lo que impacta la rentabilidad de otros sectores económicos, al encarecer los precios relativos de los factores productivos y presionar a la reducción de la competitividad de los sectores industriales en los mercados internacionales; además de provocar el abaratamiento de las importaciones, por el incremento del valor relativo de la moneda nacional.
La enfermedad holandesa puede pasar de una fiebre temporal a un daño crónico cuando genera un cambio productivo estructural que destruye a la industria manufacturera del país, como fue el caso de Venezuela con la explotación del petróleo. Entre los años 2003 y 2014, los precios petroleros a nivel mundial, crecieron a una tasa promedio anual de 12% (de 28,1 dólares el barril a 96,29 dólares por barril), provocando un incremento de las exportaciones petroleras venezolanas, que pasaron de US$32.871 millones en 2004, a US$71.372 millones en 2014, de acuerdo a datos publicados por el Banco Central de Venezuela.
La expansión en el valor de las exportaciones petroleras entre 2004 y 2014 significó un crecimiento de 118% y un incremento del peso de las exportaciones petroleras sobre el total de exportaciones venezolanas de 83% a 96%. La mayor expresión de "enfermedad holandesa" que ha sufrido cualquier país latinoamericano se materializa en Venezuela. En 1997, antes de la llegada de Chávez al poder, las exportaciones petroleras ya representaban el 77% de las exportaciones totales del país, pero 20 años después no se exporta otra cosa que no sea petróleo, además de personas.
La "enfermedad holandesa" se convirtió en la enfermedad venezolana a finales de los años 70 del siglo XX, con la estatización de toda la industria petrolera y los recursos mineros en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, que exacerbó los efectos que ya esta actividad estaba provocando desde el período democrático, pero que durante al chavismo llegó a la absoluta metástasis, destruyendo casi totalmente la economía.
Cabe destacar que la estocada final a la industria manufacturera venezolana la dio la política del chavismo de mantener el tipo de cambio fijo anclado a un precio irreal y comenzar a importarlo todo, intentando ocultar la inflación con controles de precios y dependiendo del precio inestable de un commodity de salida como lo es el petróleo.
El principal reto que enfrentan las economías con una alta dotación de recursos naturales, especialmente asociadas a la minería, consiste en crear condiciones de estabilidad macroeconómica sin convertirse en mono-exportadores de un bien de bajo valor agregado, que pueda agotarse o ser sustituido fácilmente por otro commodity o una innovación tecnológica.
Como toda enfermedad, el síndrome holandés tiene vacunas, que son las políticas públicas orientadas a neutralizar el efecto de apreciación del tipo de cambio sobre los sectores que producen bienes transables internacionalmente, es decir, los que son generadores de divisas sustentables.
Entre las principales políticas que sirven para vacunar una economía con recursos naturales no renovables, que exporta algún recurso natural, se encuentran de acuerdo a Stevens (2003) las siguientes: diversificación de la economía, especialmente en sectores económicos de alto valor agregado; esterilización de los ingresos (políticas fiscales consistentes); fondos de estabilización macroeconómica (para evitar que los ingresos extraordinarios por el recurso, incrementen las importaciones y la producción de bienes no transables); políticas de inversión claras (especialmente inversión extranjera directa) y profundización de la institucionalidad (transparencia, participación ciudadana y separación de poderes).
Obviamente, en Venezuela no se aplicaron ninguna de las vacunas propuestas por la teoría económica, y las que se aplicaron o estaban vencidas o eran inadecuadas, o peor aún fueron mal instrumentadas. La consecuencia fue fatal, una crisis humanitaria que está vaciando al país de su capital humano y de sus posibilidades de recuperación en el corto y mediano plazo.
En el contexto mundial actual, donde evidentemente el cambio climático está presionando a una transformación del modelo energético de las energías fósiles a las no renovables, va cobrando fuerza también la expansión en el uso de automóviles eléctricos. La elaboración de este tipo de automóviles demanda algunos minerales no energéticos críticos, como cobre, litio, cobalto, de los que algunos de los países latinoamericanos son importantes proveedores.
El riesgo de "enfermarse" del mismo mal que sufrió Venezuela es alto, de allí la importancia de observar con cuidado las estructuras económicas de los países afectados y diseñar y aplicar políticas públicas que eviten que se erosionen los sectores de mayor valor agregado y generación de empleo, especialmente aquellos casos donde la profundidad y complejidad de las economías (encadenamientos productivos) sea especialmente bajo. Es muy importante para la región evitar que la enfermedad holandesa se convierta definitivamente en la enfermedad latinoamericana.