Tan sólo unos meses atrás, el euro se cambiaba por 1,35 dólares; este martes cotiza en niveles de 1,05 y tengo la sensación de que es sólo cuestión de tiempo cuando veamos la paridad y su ruptura frente al dólar estadounidense. Siempre me ha parecido ridículo que el euro cotizara 40% por encima del valor del dólar estadounidense.
Pero nos acostumbramos rápido a todo, y los mercados no iban a ser una excepción. Ante el final del QE3 lanzado por la Reserva Federal de EE.UU. me hubiera parecido un disparate si alguien me hubiese sugerido el nivel de los tipos que la parte corta y media de las curvas soberanas del G-10 iba a alcanzar a principios de 2015. Pero aquí estamos, con la curva de rendimiento de los bonos alemanes a diez años a 25 puntos básicos de volverse negativos. Y los tipos de referencia subcero en varios bloques. Los bancos centrales de los principales países y regiones están luchando en una clara guerra de tipos y divisas con el fin de llevarse la mayor porción posible de un empleo global que no abunda. A ello hay que sumar un escenario deflacionario amenazante que justifica el nivel de los tipos de hoy en día. Y todo este escenario se desarrolla ante la inminente subida de los tipos de interés que podría llevar a cabo en los próximos meses la Reserva Federal.
Este comportamiento está produciendo una dinámica delirante en los mercados de renta fija, insisto: tenemos rendimientos de los bonos soberanos alemanes y japoneses a diez años a los que les cuesta superar el 0,50%, algo que ya se ha convertido casi en familiar y aceptable. A este escenario hay que sumar el agresivo y tardío QE eurpeo puesto en marcha por el BCE, que sin poder entender muy bien ha sido capaz de subir su tasa de referencia en plena crisis de deuda europea. Es decir, decidió ser hawkish cuando lo lógico era ser dovish.
De cualquier modo, parece que está más claro que el ciclo de divisas se ha invertido por completo. Durante los primeros años de las crisis, era lógico y común observar a un billete verde débil y a los mercados emergentes muy preocupados por contener lo que por entonces era una irremediable apreciación de sus respectivas monedas. A día de hoy nos encontramos exactamente en el lado opuesto del ciclo con un dólar estadounidense que se recupera al ritmo de la economía real de Estados Unidos y con divisas emergentes y del G-10 bajo una amenazante presión devaluatoria frente al dólar. Uno de los mejores ejemplos lo encontramos en Brasil. En términos relativos, queda claro que la economía de EE.UU. está muy por encima del ciclo de recuperación en la actualidad. También sabemos que en esta nueva fase del ciclo en la que las materias primas se sitúan bajo una enorme presión, el motor clave de crecimiento a nivel mundial, los emergentes, ya dejó de serlo y el G-10 no tiene la capacidad de reemplazarlos. Por ello, nos esperan bastantes años de crecimiento bastante pobre y por consiguiente, de tipos de interés muy bajos a pesar de que ahora la Reserva Federal quiera subir las tasas con cuentagotas.
Los principales bancos centrales a nivel mundial se enfrentan a un ciclo económico distinto: EE.UU. se está recuperando gracias a sus decisiones monetarias implementadas desde 2008, Japón parece que podría estar menos peor desde que puso en marcha su programa de relajación cuantitativa y, como siempre, la tardía respuesta de un BCE que lanza el misil monetario en un entorno en donde el QE dejó de ser una excepción y mucho menos, una sorpresa, lo que no quita su eficacia. El tiempo nos dirá lo tarde o no que habrá llegado el QE al Viejo Continente para rescatar a la región de una amenaza deflacionaria fruto de su propia lentitud en materia de política monetaria desde que comenzó la crisis. El tiempo nos dirá también cómo de agresivo deberá ser el BCE, fruto de su falta de decisión previa.
Está claro que un euro prácticamente ya en la paridad frente al dólar estadounidense dará respiro a Europa ante el incremento de la competitividad, especialmente en Europa del Sur. Queda claro también que a corto plazo, cualquier rally del euro es una oportunidad para tomar posiciones cortas ante el dólar, algo que no se ha terminado aquí pese a que hoy estamos viendo al euro/dólar en niveles de 1,05.
¿Cuáles son las repercusiones sobre la renta variable europea? Probablemente el mercado operará con la renta variable europea en dos dimensiones temporales y distintas. En primer lugar, lo hará a corto plazo, entendido como los próximos 3/6 meses que seguirá la señal del BCE, por lo que el mercado debería ser alcista, obviamente cubriendo el euro, pese a que Grecia parece importar ya a muy pocos. En segundo lugar, y lo que podría ser la clave, el los próximos meses el mercado comenzará a analizar el impacto en la economía real del programa QE en Europa.
2015 nos reafirma una imagen que comenzó a gestarse en 2014: un mundo de bancos centrales emitiendo por todos lados y poniendo sus respectivas curvas de tasas en niveles de absoluto colapso nominal. Ante este escenario, cada vez está más claro el camino imparable e irreversible de la fortaleza del dólar.
No obstante, no hay que olvidar a los mercados emergentes, ante la devaluación cambiaria y el descenso de los precios de las materias primas, la crisis iniciada en 2007 en Estados Unidos está llamando a la puerta. Nos esperan diez años radicalmente opuestos para los mercados emergentes. Lo mejor ya ha pasado...
*Esta columna fue publicada originalmente en Sala de Inversión.es.