La relevancia de los temas de igualdad de género en la conversación mundial y el creciente compromiso de gobiernos, empresas y ciudadanos con una mayor paridad, ofrecen una oportunidad histórica para consolidar los avances y acelerar el progreso que en ese sentido hemos logrado en nuestra región.
En los últimos 20 años, América Latina y el Caribe ha sido pionera en el mundo en el área de liderazgo de la mujer en el sector público. Fuimos los primeros en aprobar una ley nacional de cuotas para incrementar el número de mujeres en el poder legislativo. Somos la única región del mundo que ha contado con seis jefas de Estado ejerciendo el poder simultáneamente y, actualmente, somos la segunda región con mayor porcentaje de parlamentarias.
Pero más allá del evidente avance, el progreso del liderazgo femenino ha sido insuficiente, y en ocasiones hemos experimentado considerables retrocesos. Algunos de nuestros países aún cuentan con menos del 10% de mujeres en sus asambleas nacionales. Este año, volveremos a una situación que nos era ajena hace más de una década: todos nuestros países estarán presididos por hombres.
En el sector privado, persiste el llamado techo de cristal. De 1.259 empresas que cotizan en la bolsa de 31 países de América Latina y el Caribe, solo 37% cuenta con mujeres en sus directorios y 73% carece de mujeres en la alta gerencia.
¿Qué podemos hacer para lograr una presencia sostenible de las mujeres en los espacios de decisión? Primero, es imprescindible consolidar el compromiso de las instituciones públicas y privadas con el liderazgo femenino, así como crear nuevas alianzas entre ambas esferas.
Un buen ejemplo son las iniciativas de paridad de género, alianzas público-privadas promovidas por el Banco Interamericano de Desarrollo y el Foro Económico Mundial que tienen como propósito impulsar la participación laboral de las mujeres, su liderazgo en la toma de decisiones y el cierre de la brecha salarial. Desde el lanzamiento de la Iniciativa de Paridad de Género (IPG), en Chile en 2016, más de 100 empresas se han adherido a ella. Este modelo, está siendo replicado en Argentina, Panamá y Perú.
Segundo, debemos desarrollar iniciativas creativas para crear una masa crítica de mujeres preparadas para asumir los cargos de liderazgo. Un referente es el programa Mujeres Líderes Emergentes del Sector Público, cuyo objetivo es potenciar y visibilizar el liderazgo de las mujeres en este ámbito, brindándoles herramientas para que puedan superar con éxito los desafíos que suelen enfrentar como líderes en sus instituciones. El Programa, liderado por el BID, se ha realizado en República Dominicana y Panamá y en 2018 será impartido en Perú.
Por último, es necesario sumar fuerzas tanto con hombres como mujeres influyentes para avanzar la agenda de equidad en las empresas y en las instituciones públicas.
Las mujeres líderes de hoy tienen la responsabilidad especial de impulsar a las que vienen detrás para avanzar hacia los cargos de poder. Los hombres líderes también tienen que jugar un papel activo como colegas, mentores y promotores de esta nueva generación. Claro ejemplo de esto, es el programa “Hombres Campeones del Cambio” en Australia, en el que sus participantes se han comprometido a identificar y compartir acciones prácticas que sus instituciones pueden implementar para aumentar la representación de mujeres líderes.
Vivimos momentos de cambio que nos ofrecen una oportunidad única de construir -sobre los avances registrados- gobiernos y empresas en los cuales el liderazgo femenino resulta en políticas públicas más inclusivas y empresas más productivas y dinámicas.
*Esta columna fue escrita en conjunto con Vivian Roza y publicada originalmente en el blog ¿Y si hablamos de igualdad? del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).