Nunca antes habían parecido tan numerosas como hoy en día. Nos referimos a las malas noticias. Si no hubiera tantas, habría que inventarlas. ¿No? Guerras, enfermedades, hambrunas, desastres naturales. ¿Sería la humanidad la misma sin malas noticias?
Las catástrofes de cada día muestran cuán frágil es el mundo en el que vivimos. Cuán vulnerable es tanto cada persona individual como la sociedad en su conjunto. Y cuán importantes son la empatía humana y la solidaridad. Pues las personas no solo pueden causar desastres, también pueden evitarlos, gestionarlos y superarlos.
Paz, fácil de pasar por alto
Por ejemplo, en octubre de 2018, el primer ministro de Etiopía, Abiy Ahmed, y el presidente de Eritrea, Isaias Afwerki, firmaron un tratado de paz después de treinta años en guerra. Un acuerdo histórico que terminó con décadas de derramamiento de sangre y da pie al optimismo.
También ha comenzado una cautelosa reconciliación en la península de Corea. En 2018, se llevaron a cabo tres cumbres entre Corea del Norte y Corea del Sur. La franja de seguridad de Panmunjom se desmilitariza con la retirada de todos los soldados y el armamento. Y este año, el mandatario de Corea del Norte, Kim Jong-un, va a viajar a Corea del Sur por primera vez.
Tierna y dura
Estas buenas noticias son pequeños brotes verdes que necesitan cuidado y atención. En la era de las noticias falsas, las campañas de desprestigio y los discursos de odio, se ven amenazados por la avalancha diaria de malas noticias.
Así, en el caos general del "brexit", casi pasó inadvertido que Grecia abandonó el rescate de la UE en 2018 tras ocho años, así como Irlanda y Portugal. Incluso los millones de personas que tomaron las calles en Hungría, Polonia y Rumania por la democracia y contra la corrupción merecen más atención. En cambio, todas las televisiones dieron voz a los desencantados por la democracia y al creciente populismo de derecha.
"Lo conseguiremos"
Pero las buenas noticias son persistentes. Cambian el mundo a largo plazo. No desaparecen en el limbo digital como los tuits del presidente estadounidense Donald Trump, de Alexander Gauland o del nuevo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Un buen ejemplo son los progresos de las energías renovables. Independientemente de si Estados Unidos se está retirando o no del acuerdo sobre el cambio climático, la proporción de renovables en la generación eléctrica mundial está aumentando. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), la cuota global de electricidad verde es del 25 por ciento (del 38 por ciento en Alemania).
Además, la integración de los refugiados está progresando, aunque a diario se hable en Alemania de la llamada "crisis de refugiados". El presidente de la patronal, Ingo Kramer, declaró recientemente que la canciller Angela Merkel tenía razón cuando dijo eso de "lo conseguiremos". De los aproximadamente un millón de personas que llegaron a Alemania en 2015, más de 400.000 tienen ya un contrato de capacitación o de empleo.
Estas historias de éxito demuestran que la gente puede sobreponerse a las crisis, vencer las enfermedades, entregar las armas, dar refugio, reducir la pobreza, crear riqueza y proteger el medio ambiente. Son un triunfo de la razón humana y de la empatía sobre el discurso del odio y las teorías de la conspiración.
Anhelo de paz
Aunque resulte extraño, teniendo en cuenta las numerosas guerras y conflictos, 2018 fue un buen año para la gran mayoría de la población mundial. Una mirada a las estadísticas del Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud muestra que la pobreza mundial está disminuyendo: cada vez más hogares (en total, algo menos del 90 por ciento) tienen acceso a la electricidad; las enfermedades como la malaria y la tuberculosis se han reducido drásticamente, así como la mortalidad materna e infantil.
Estos avances no provienen de tuits nocturnos o manifestaciones de autoproclamados protectores de Occidente, sino de innumerables iniciativas de personas que creen en el cambio y ayudan a facilitarlo paso a paso.
Y muestran que las buenas noticias nunca han sido tan valiosas como lo son hoy. Porque sin ellas perdemos la creencia en un mundo mejor y, por lo tanto, la motivación para trabajar por los derechos humanos y la paz. Las buenas noticias son perseverantes. Sobreviven a los numerosos desastres, grandes y pequeños, que diariamente atormentan las redes digitales y los canales de televisión. La buena noticia al final del año es que en 2019 esto no va a cambiar. ¡Feliz año nuevo!