En esta serie, solicitamos a los oradores de la Conferencia Mundial del Instituto Milken (i) responder la siguiente pregunta: ¿Cómo una persona construye una vida significativa en una época de disrupciones provocadas por la tecnología? Súmese a la conversación, escribiendo su propio artículo aquí (i) e incluya la etiqueta #MIGlobal. (i)
Prácticamente en todos los lugares del mundo se pueden ver personas con teléfonos celulares y computadoras. A medida que Internet y los medios sociales conectan a más personas, ellas saben con exactitud cómo viven los demás.
El conocimiento de las condiciones de vida de otras personas, en los propios países y en el extranjero, está generando una convergencia mundial de aspiraciones. Pero estas aspiraciones no se refieren solo a cosas que tienen otras personas, sino a demandas de oportunidades que demasiadas personas no tienen.
La buena noticia es que las aspiraciones, vinculadas con las oportunidades, pueden generar dinamismo y un crecimiento económico sostenible e inclusivo. Las aspiraciones pueden derivar en nuevos mercados y oportunidades para los inversionistas.
Sin embargo, si no existe una vía para atender esas aspiraciones, nos preocupa que puedan convertirse en rabia, resentimiento, e incluso posiblemente en extremismo. Ya estamos contemplando tendencias inquietantes: 2000 millones de personas viven en países afectados por la fragilidad, los conflictos y la violencia. Entre 2012 y 2015, los incidentes relacionados con el terrorismo aumentaron en 74 %, y el número de muertos por estos sucesos subió en casi 150 %.
Para atender estas crecientes aspiraciones, necesitamos billones en inversiones de todo tipo en los mercados emergentes: públicas y privadas, nacionales y mundiales. El único modo en que podemos estimular ese tipo de inversiones es encontrar maneras de crear mercados y llevar a los países en desarrollo los beneficios del rigor y la innovación del sector privado.
En el Grupo Banco Mundial, estamos replanteando los aspectos fundamentales del financiamiento para el desarrollo. Debemos trabajar con los países para atraer capital privado en todos los casos en que sea posible. Y debemos combinar ese capital con nuestro conocimiento —experiencia técnica y conocimiento sobre los países y la economía— para que el capital beneficie realmente a los países pobres y a las personas pobres.
Creemos que todas las instituciones de financiamiento para el desarrollo deberían estar trabajando para atraer capital privado a través de un conjunto de principios que permitirán asegurar el máximo nivel de recursos y de beneficios posible para los pobres. Aún no lo logramos, pero así es cómo pensamos que deberíamos proceder para lograrlo.
Primero, en relación con cada uno de los proyectos tenemos que preguntar: “¿puede el sector privado financiar esa operación en condiciones comerciales?”.
En 2006, el Grupo Banco Mundial trabajó con el Gobierno de Jordania para financiar mejoras en el Aeropuerto Internacional Reina Alia, en Ammán. Ese proyecto podría haberse financiado exclusivamente con recursos públicos, pero el Gobierno tenía interés en tratar de lograr la participación del sector privado.
Trabajamos con el Gobierno para sentar las bases para la inversión privada. La Corporación Financiera Internacional (IFC), nuestra institución miembro que se ocupa del fomento del sector privado, estableció la estructura apropiada de la operación e invirtió US$ 270 millones de su propio capital. Estuvimos en condiciones de atraer suficiente financiamiento en condiciones comerciales para cubrir el resto del proyecto.
El gobierno contrató a una empresa francesa, que paga a Jordania un cargo anual, para encargarse de la explotación del aeropuerto. Se trata de una genuina asociación público-privada. Jordania recibe el 54 % de los ingresos netos y percibe utilidades año a año.
En los últimos nueve años, sin realizar inversión directa alguna, Jordania ha recibido ingresos por más de US$ 1000 millones, y no ha contraído préstamos para proyectos que tenga que reembolsar.
Debemos buscar en todas partes más oportunidades como la del Aeropuerto Reina Alia.
Segundo, debemos alentar la introducción de reformas en las etapas iniciales.
Constatamos la eficacia de ese proceder en Turquía, en el sector de la energía. A lo largo de una década, junto con otros asociados, respaldamos la creación de mercados de electricidad y gas, centrando la atención en la reglamentación y en la estructura de precios. Utilizamos financiamiento público para inversiones en bienes públicos, como la ampliación de redes de transmisión, y brindamos asesoramiento sobre reformas regulatorias encaminadas a aumentar la eficiencia energética.
Al liberalizarse el mercado, IFC invirtió en energía renovable y nuestro Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (MIGA), que se especializa en el otorgamiento de seguros contra riesgos políticos y el mejoramiento del crédito, proporcionó cobertura. Con préstamos en apoyo de reformas de políticas e inversiones públicas por valor de tan solo US$ 5000 millones, Turquía logró atraer más de US$ 55 000 millones en inversiones privadas en electricidad y gas.
Tercero, tenemos que utilizar financiamiento público o en condiciones concesionarias en formas innovadoras para mitigar el riesgo, y financiamiento combinado para respaldar la inversión privada. En esto estamos trabajando en la actualidad: un mecanismo de mitigación de riesgos denominado Programa de Carteras de Cofinanciamiento Administradas. Esta plataforma permite a los inversionistas institucionales de países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) invertir en proyectos en el mundo en desarrollo y obtener rentabilidad de su inversión.
IFC y el Organismo Sueco de Cooperación para el Desarrollo Internacional proporcionan una garantía de primeras pérdidas del 10 %, creando un perfil de riesgos propicio para la inversión en una cartera de préstamos para infraestructura en mercados emergentes. Esto permite a asociados, cuya disposición a asumir riesgos es relativamente moderada, invertir en mercados emergentes. La aseguradora alemana Allianz proporciona US$ 500 millones a esta plataforma que se calcula puede movilizar entre US$ 8 y US$ 10 por cada dólar de fondos públicos.
Nuestro objetivo, por ejemplo, es hallar la manera de que un fondo de pensiones de Estados Unidos pueda invertir en la construcción de caminos en Dar es Salaam que permitan a las personas llegar a sus trabajos en la mañana y regresar a sus hogares en la noche. Los inversionistas pueden obtener una rentabilidad razonable por esa inversión y, al mismo tiempo, hacer mucho bien.
Durante décadas, los ricos han usado instrumentos sofisticados —swaps, derivados, deuda— para aumentar su riqueza. Debemos utilizar estos mecanismos de manera creativa a favor de los pobres. En el Grupo Banco Mundial, nos vemos como asesores estratégicos e intermediarios imparciales que vinculan un capital que busca generar una mayor rentabilidad con países que tratan de alcanzar sus más ambiciosas aspiraciones.
Creemos que cada integrante de la comunidad del desarrollo puede ser un intermediario imparcial que ayude a generar resultados beneficiosos para todas las partes, en que los propietarios del capital obtengan una rentabilidad razonable y los países en desarrollo logren el máximo volumen posible de inversiones sostenibles.
Nunca han existido condiciones más propicias que las actuales para hallar esas soluciones provechosas para todos. Ahora mismo, hay US$ 8,5 billones en bonos con tasas de interés negativas que se encuentran inactivos, US$ 24,4 billones en títulos públicos con bajo rendimiento, y una cifra estimada de US$ 8 billones en efectivo a la espera de oportunidades de inversión más favorables. Podemos movilizar ese capital para ayudar a atender las aspiraciones cada vez mayores de las personas de todo el mundo.
En torno nuestro, las aspiraciones van en aumento; para atenderlas, tratemos de que nuestras propias aspiraciones sean, también, más ambiciosas.
*Esta columna fue publicada originalmente en la zona de blogs del sitio web del Banco Mundial.