No es necesario ser redundante sobre la importancia del bosque tropical más grande del mundo. Pero el contener el mayor nivel de biodiversidad en el planeta, ser el principal reservorio de dióxido de carbono al capturar casi 2 billones de toneladas de CO2 por año, y ser responsable del 20% del oxígeno generado por la fotosíntesis en la Tierra, lo convierte en un ícono indispensable en la lucha ante el cambio climático global.
Por eso, ya desde inicios de los años 70, principalmente en Brasil, empezó una gran preocupación por su conservación y por evitar la deforestación, en su mayoría ilegal e indiscriminada.
Incendios y deforestación
Los crecientes incendios forestales que, en su gran mayoría son causados por personas de manera intencional, son fuente de mucha preocupación. De hecho, Chile sufrió el mayor incendio forestal de su historia en 2017, con casi 600.000 hectáreas afectadas, provocando muertes y una movilización local e internacional importante, con grandes aprendizajes en la prevención, detección y combate de incendios.
El caso de la Amazonia es aún más relevante, por el significado que tiene no sólo para los países que la poseen, sino para el mundo por su rol en la regulación del clima.
Por esto, entre el año 2003 al 2014 los avances para proteger el área con tecnología satelital y coordinación interinstitucional fue positiva, con excelentes resultados. El orden normativo fue efectivo creando esquemas de monitoreo, reacciones tempranas y fiscalización fuerte para evitar incendios y tala ilegal del pulmón del planeta. Esto fue promovido por el gobierno, organizaciones sociales y científicas.
Ya en 2015 el crecimiento de incendios y áreas deforestadas tuvieron un aumento sensible, y en el 2018 subieron sobre el 40%. Los niveles del 2019, hasta julio, aumentaron 80% respecto al año anterior. Para muchos analistas este crecimiento fue influenciado por el cambio de mensajes que promueven la despenalización de la deforestación, para aumentar la producción de pastizales, granos y el comercio de madera, acompañado de menor fiscalización. Pero lo que más preocupa son los proyectos de leyes pendientes en el Congreso de Brasil, que formalizarían esta política pública creando expectativas que incentivan la deforestación.
Hay que tener conciencia que el cambio de bosque tropical por área de pastizaje produce pérdida de humedad y lluvia en más del 20%, provocando menor efecto evapotranspiración y ocasionando el crecimiento de temperaturas de 1 a 2,5 grados Celsius. El bosque además de capturar CO2 es un productor y canalizador de agua que nutre el suelo, beneficiando la biodiversidad, la que se afecta cuando las condiciones cambian.
Reacción del gobierno
Obviamente, el gobierno brasileño no aceptó esta crítica y más bien devolvió el problema al sector social, acusando provocar acciones y sobredimensionar el problema para beneficio de sus propios intereses, lo que no sólo es absurdo sino superficial, generando la ira de mucha gente y la inconformidad de muchos países como Francia.
El incendio de este mes tendrá efectos catastróficos en la biodiversidad y emisiones de CO2, todo un retroceso en el tema climático. Pero la peor tragedia es dejar en evidencia que hay líderes gubernamentales, e incluso empresariales, que no han entendido la problemática y se escudan en un superficial razonamiento respecto al dilema alimentos versus bosques.
El dilema del uso de la tierra
Desde hace más de diez años se viene discutiendo sobre el gran dilema del uso de la tierra entre las 4F, en inglés: Forest, Food, Fiber, Fuel. O el uso alternativo entre bosques, alimentos, fibra y energía. Todos relevantes pero con una conclusión clara. Se requieren políticas y normativas, junto con institucionalidad eficiente y efectiva, que armonicen un equilibrio inteligente. Puede ser pedir demasiado a sectores miopes o atrapados por la codicia y beneficios de corto plazo.
¿De qué sirve priorizar la alimentación de pocos, si con eso se afecta la viabilidad de todos? Si la mayoría del bosque amazónico se iría a alimentos u otros usos, la deforestación produciría un fenómeno llamado "sabanización de la zona", liberando CO2, reduciendo sustancialmente la producción de oxígeno por fotosíntesis, afectando el efecto evapotranspiración, menor humedad, más altas temperaturas, sequías mas largas (hoy ya se registran seis días mas de sequía cada década) y mayor calentamiento global.
Acciones hacia una Amazonía sustentable
Urgen acciones de todos los que estamos involucrados en la solución, con el apoyo de instituciones globales.
Hay consenso en dos caminos correctos. El primero, favorecer la conservación de estas áreas. Proteger las reservas creando valor a través de pagos de servicios por los ecosistemas, a pesar del riesgo de incendios, y generar tecnologías y capacidades para responder mejor a estos, como sucedió en Chile. Pero el precio de los bonos de carbono de menos de US$3 por tonelada de CO2 es tan bajo, que no se pueden sustentar por sí solos.
El segundo camino es el mayor uso de tecnologías intensivas para aumentar la productividad en la obtención de productos, necesitando menos tierra para satisfacer la creciente demanda por carne, granos, energía o fibra celulósica. Los sistemas intensivos han mejorado, pero de manera insuficiente tanto en productividad como en rentabilidad (US$125 por Ha), comparado con otras soluciones.
La tercera vía
El esquema más inteligente lo escuché del profesor brasileño Carlos Nobre, que consiste en consolidar un modelo impulsado por la bioeconomía aplicada al desarrollo responsable, usando el potencial de la biodiversidad y la biología inmersa en los bosques para producir sustentablemente alimentos nativos como el acai, que ya genera US$1 billón anuales, sustancias para la industria química (cosmética, saborisantes), farmacéutica y para la ciencia genética o molecular, generando nuevas enzimas para uso en etanol y otras aplicaciones. Esta solución es inclusiva con las comunidades locales, tecnológicamente sustentable, más rentable que la opción de las tecnologías intensivas para los productos que hoy se priorizan, y equilibra múltiples intereses; aunque requiere nuevas capacidades de innovación, cooperación e incentivos.
La sustentabilidad de la Amazonia es posible. Esta tragedia puede ser un catalizador de nuevos enfoques y oportunidades.