El mundo y la propia sociedad estadounidense se han visto permanentemente tensionados por las iniciativas políticas y discursos del presidente Donald Trump. En la hora actual, los migrantes centroamericanos han estado en el centro de sus agresiones, con una crueldad de tiempos coloniales.
Una reciente investigación de The New York Times y El Paso Times revela los sufrimientos provocados por la política migratoria del presidente Trump. En Clint, Texas, se encuentran niños detenidos en jaulas y celdas estrechas, que viven asustados, enfermos y hambrientos. Son los hijos de migrantes centroamericanos, separados de sus padres, atacados por "brotes de piojos, herpes y varicela... mientras un fuerte hedor de ropa sucia impregna la ropa de los agentes. Es una realidad que también se extiende a otras ciudades de la frontera sur de Estados Unidos".
Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la Cámara de Representantes, califica de "repugnantes" las condiciones de detención de los niños migrantes en la frontera sur. Opinión similar tiene la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, quien ha dicho con claridad: "Como pediatra, pero también como madre y ex Jefa de Estado, estoy profundamente impactada de que unos niños sean obligados a dormir en el suelo en instalaciones superpobladas, sin acceso a cuidados de salud o a alimentos adecuados y en malas condiciones sanitarias".
La Alta Comisionada sabe lo que habla. Su testimonio es autorizado y de incuestionable imparcialidad. En efecto, recientemente emitió un categórico informe denunciando las graves violaciones a los derechos humanos del gobierno de Maduro, en Venezuela. Michelle Bachelet dice la verdad, tanto sobre la muerte y tortura en Venezuela, como en Estados Unidos.
Trump responde, vía tuit, con su soberbia acostumbrada: "si los inmigrantes ilegales no están contentos con las condiciones en los centros de detención construidos o reacondicionados rápidamente, díganles que no vengan. ¡Problema resuelto!".
"América primero" es la consigna de Trump. Con esa consigna obligó a Canadá y México a renegociar el Nafta, eleva los aranceles a China para exigirle "comercio equilibrado" y presiona a México para que impida el paso de migrantes centroamericanos hacia territorio norteamericano. Esa misma consigna es la que utiliza ahora para impedir el ingreso de inmigrantes a Estados Unidos, atemorizando a las familias centroamericanas mediante el encarcelamiento sus hijos.
La muerte y la tortura se están multiplicando en los campos de concentración para inmigrantes. Según la cadena de noticias NBC, desde que Trump asumió la presidencia, más de 22 personas fallecieron en custodia de las autoridades migratorias. Al mismo tiempo, la Unión Americana por las Libertades Civiles reporta cientos de abusos sexuales, torturas y atropellos en contra de los inmigrantes detenidos, en gran parte niños.
En Estados Unidos se están violando sistemáticamente los derechos humanos de los extranjeros provenientes del sur, pero a Trump no le importa. Su Administración no tiene miramiento alguno en desplegar brutales presiones sobre México, así como utilizar variados mecanismos represivos para impedir el ingreso de inmigrantes y para expulsar a quienes califica de ilegales. Es cierto que con ello el presidente Trump cumple lo que dice, pero también lo estigmatiza como un hombre cruel y lo condena moralmente.