En muchos países se está suscitando algo que está cambiando en los mercados, desde cierto tiempo se observa una modificación en la estructura tradicional del mundo de los negocios, que estaba siendo reservada al ámbito masculino, con una mayor participación de las mujeres. La economía empieza a pensar en la mujer por razones de peso, ya que ellas tienen en sus manos el 65% de las compras mundiales, porcentaje que en EE.UU. se eleva hasta el 80%. Las mujeres tienen el potencial económico de India y China juntas. En los países desarrollados, las mujeres son los mayores partícipes en la economía, y la disminución de la brecha existente entre ambos sexos en el mercado laboral puede suponer un gran salto, tanto así, que podría añadir al PIB de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) 12%.
Desde Goldman Sachs hasta el FMI, pasando por la Universidad de Harvard, los mercados demandan la incorporación de la mujer a la fuerza de trabajo para incrementar el PIB de los países en crisis. La economía femenina representa el mayor y más rápido mercado en crecimiento de todo el planeta. La presión demográfica y un mayor potencial de consumo están motivando el cambio en los agentes económicos.
El nombramiento de Janet Yellen al frente de la Reserva Federal la coloca, según ha dicho el New York Times, como la mujer más poderosa del mundo y ha vuelto a poner de moda el debate sobre las mujeres en puestos de mandos. Yelen se suma así junto a Christine Lagarde (FMI), Angela Merkel (Alemania) o Dilma Rousseff (Brasil) al selecto club de mujeres en puestos de máxima responsabilidad. Sus figuras son sólo la punta del iceberg de una tendencia que cada vez gana más adeptos: la necesidad de incorporar mujeres como nuevo motor de la economía.
La palabra clave en este proceso es womenomics, concepto acuñado por Kathy Matsui y sus colegas del banco de inversiones Goldman Sachs, y que juega con los términos women (mujeres) y economic (Economía). La teoría que lo sustenta va más allá de las tradicionales reivindicaciones de los movimientos feministas o las organizaciones de mujeres que enarbolan derechos sociales o argumentos de igualdad de género.
Womenomics se centra exclusivamente en números: en la evidencia de que, a medida que crece la implicación de las mujeres en la economía, se incrementa el PIB de los países.
El término ha vuelto a la actualidad de la mano de Shinzo Abe, el primer ministro de Japón, que declaraba su intención de promover la igualdad de género en el mercado laboral bajo la política de womenomics. Según sus cálculos, la plena incorporación de las mujeres a la fuerza laboral puede incrementar el PIB nipón hasta en 15%. Japón ha necesitado muchos años y un cambio de gobierno para aceptar lo que los mercados están demandando cada vez con más insistencia: la mujer es una fuente de riqueza que los países están desaprovechando. Hoy día, esta política causa furor, observándose que dicho país se contrata a muchas más mujeres que en el propio EE.UU. y en Europa.
En España, con varios millones de desempleados, aún no ha reaccionado a estos cambios. Los problemas demográficos van a llegar con o sin crisis, y requerirá la incorporación de mujeres como vía alternativa para superar los problemas. En cualquier caso, lo que no convencía vía ideología o sensibilidad de género, parece darse cuenta de los beneficios económicos que representa. Detrás del concepto womenomics subyacen diferentes intereses en beneficio de los mercados.
China, país que juega un papel importante en la nueva oportunidad que se presenta por parte de las mujeres en la economía mundial, espera que entre los años 2010 y 2020 se incremente hasta en 10 billones de dólares los bienes y servicios en los hogares chinos e indios, cifra que superaría el consumo en la actualidad de países como Latinoamérica. Las oportunidades están en este futuro, en los consumidores de los mercados emergentes encontrándose con el womenomics, que son enormes para esas compañías que sean capaces de responder a las necesidades y deseos de las mujeres.
En Argentina, Colombia, Chile y Venezuela se resalta la participación de la mujer en la actividad económica en las últimas décadas, sobre todo las de estratos medios de la sociedad. Sin embargo, el ascenso de las mujeres a cargos directivos en sectores públicos y privados, es un fenómeno reciente en la región. La incursión cada vez más evidente de la mujer en puestos directivos en las grandes empresas es el resultado de un proceso lento y conflictivo de modernización de la sociedad.
Desde el punto de vista macroeconómico, la demografía está convirtiendo la demanda de mujeres en una necesidad. Los países anglosajones y asiáticos lo tienen muy claro; se están experimentando que las empresas pagan un extra por presentar candidatas mujeres. Quieren incentivar que las búsquedas profesionales superen el tradicional método sesgado que impera. Una forma de discriminación positiva que reporta beneficios, es resaltar las cualidades asociadas al liderazgo femenino: más prudencia inversora a la hora de asumir riesgos, gestión más eficiente de equipos, etc.
En el lado micro, más mujeres en el mundo empresarial es sinónimo de más ingresos y más dinamismo económico. Los estudios de la Global Banking Alliance for Women aseguran que la llamada economía femenina representa el mayor y más rápido mercado en crecimiento. Algunas investigaciones apuntan que los préstamos concedidos a empresas con miembros femeninos entre su cúpula de dirección tenían un porcentaje de devolución mucho mayor que aquellas que estaban sólo regentadas por hombres.
Como sociedad, estamos inmersos en un mundo cambiante, donde la dinámica de la economía permite que los mercados cambien, los patrones comerciales y monetarios cambien y hoy por hoy, también el poder de las mujeres en todo el mundo viene afortunadamente en ascenso.
*Esta columna fue publicada originalmente en El Mundo.com.ve.